Es un referente cuando se habla de buen gobierno, regeneración política y lucha contra la corrupción. Fernando Jiménez Sánchez (Almería, 1963), catedrático de Ciencia ... Política de la UMU, es evaluador del Grupo de Estados Contra la Corrupción del Consejo de Europa (Greco), organismo que integra a 46 países y al que asesora en estos momentos en otro programa contra la corrupción subnacional (ayuntamientos y gobiernos regionales). También es miembro de la Fundación Hay Derecho y participa con la Agencia Valenciana Antifraude. Fue codirector de la Cátedra de Buen Gobierno de la UMU, que desapareció en enero por falta de apoyo institucional. Con estas credenciales, aborda en esta entrevista la situación que se vive en España.
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–¿Cuál es su análisis de la actuación de Pedro Sánchez y la situación creada en el país?
–Es un paso más en una tendencia muy preocupante que se viene produciendo desde hace muchos años, de intensificación de la polarización y de unos niveles de populismo cada vez mayores. Muchos analistas lo han descrito como un elemento típicamente populista, que nos recuerda más a las democracias latinoamericanas que a un país realmente europeo. Una carta directa a los ciudadanos, evitando toda mediación en la comunicación, es un rasgo típico de populismo. Y esas notas de sentimentalismo emocional que hay en la carta, con tantas dosis de irracionalismo, no permiten enfocar bien el problema. Pedro Sánchez llegó al Gobierno tras una moción de censura a raíz de la primera sentencia del 'caso Gürtel', diciendo que la lucha contra la corrupción y la regeneración iba a ser la prioridad del nuevo gobierno. Y nunca más se supo, desapareció por completo. De hecho, de todos los informes de Greco sobre diferentes aspectos de la lucha contra la corrupción, pidiendo una serie de cambios, España no ha hecho mucho. De hecho, los informes son muy duros y denuncian la falta de compromiso del Gobierno español. Que ahora la prioridad sea lo que Pedro Sánchez llama regeneración, pues evidentemente tiene poco crédito, cuando en los seis años anteriores no hizo nada, a pesar de los avisos internacionales.
–¿Cómo evalúa la calidad democrática en estos momentos?
–La calidad democrática va a peor. Por ejemplo, en los indicadores de gobernanza del Instituto del Banco Mundial se ve muy claramente el deterioro institucional de la calidad del Gobierno en España; en los últimos años, se ha producido una pérdida considerable y preocupante. ¿Esto significa que estamos perdiendo la democracia? Significa que estamos en un camino que no es el más oportuno. En 2015, se nos abrió una ventana de oportunidad considerable con la pérdida de importancia del bipartidismo. Este tenía sus ventajas, pero también el inconveniente de que los dos grandes partidos seguían en una especie de inmovilismo. La aparición de Podemos y Ciudadanos abría una oportunidad, un incentivo para mucha gente. Lo que tenemos finalmente es que esos nuevos partidos prácticamente han desaparecido y vuelve el bipartidismo. Tengo la sensación de que hemos perdido, al menos, los últimos diez años de la política española, que han sido un camino a ningún sitio, con un serio deterioro institucional y de capacidad de ponerse de acuerdo entre quienes piensan diferente.
–En el nuevo discurso, sobre todo del PSOE, se emplea continuamente la palabra fango para desacreditar a los adversarios.
–Sí, sí, fango; y además el fango es del otro; nunca es mío, yo no tengo responsabilidad. Es eso: te acuso a ti de que utilices continuamente el bulo contra mí, pero nunca soy responsable de ningún tipo de bulo. El deterioro del nivel del debate público es serio para cualquier espectador moderadamente neutral. Y esto también lo estamos viendo en el análisis que está haciendo la mayor parte de la prensa extranjera sobre lo que ha ocurrido en los últimos días.
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–Usted que tiene contactos con analistas de otros países, ¿cómo ven la situación en España?
–Con preocupación y un poco de incredulidad. España tenía una imagen positiva en el exterior. La forma en que hicimos la transición a la democracia se convirtió en un capital para la imagen exterior de España. Eso está cambiando. En el ámbito de Greco hay una cierta estupefacción de que el Gobierno español no se tome en serio las evaluaciones, y que estas no se aprovechen para hacer las reformas que faltan y que consolidarían un poco nuestras instituciones políticas.
–¿Cree posible que, en la sociedad actual, se pueda controlar o amordazar a los medios críticos, a la oposición y a los jueces?
–Confío en que no. Frente a lo que pasa en Latinoamérica, nosotros tenemos aquí el colchón europeo. Confío en que la Unión Europea siga siendo una barrera de hasta dónde se puede llegar con determinadas reformas. Pero, en cualquier caso, es un mal consuelo. Estar siempre confiando en que vayan a ser los de fuera quienes nos salven es bastante triste para nosotros. Como el hecho de recurrir al comisario de Justicia en la negociación para renovar el Consejo General del Poder Judicial. No nos ponemos de acuerdo y debemos tener un mediador internacional, lo cual no tiene mucho sentido, porque al final se proyecta una mala imagen de nuestra propia democracia.
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–¿Polarización y crispación se alimentan como una bola de nieve?
–Toda esta polarización tiene una fuente muy artificial. La gran mayoría de españoles tenemos posiciones bastante moderadas; y, sin embargo, tenemos la sensación de una polarización extraordinariamente extremada. Esto no se debe a que la sociedad se haya polarizado realmente, sino a las estrategias electorales de los principales partidos para intentar crecer y conseguir votos; básicamente también a la trayectoria del PSOE en los últimos años, que ha extremado mucho su polarización. La polarización y la crispación siempre son una bola de nieve. Es muy peligrosa porque, al final, quienes tienen más peso para tomar decisiones son las posiciones más extremistas. Esa estrategia y esa polarización artificial no dejan de ser peligrosas, porque es muy difícil ponerse de acuerdo. Rodríguez Zapatero fue el primero que jugó a ese extremismo, cuando en 2006 vuela por los aires cierto nivel de consenso que hubo para culminar el modelo territorial. Empezó a cortejar los discursos más radicales, a las fuerzas nacionalistas y demás, y, desde entonces, estamos en este mundo de crispación y polarización que no hemos podido superar.
–¿Qué valoración hace de Vox? ¿Considera que crece la ultraderecha; que se está consolidando?
–Creo que no. Cuando Vox se convirtió en la primera fuerza política en la Región de Murcia en las elecciones generales de 2019, eso fue un 'shock' para mucha gente. Pero, desde entonces, no ha dejado de perder terreno. En las elecciones de Andalucía o Madrid hemos visto que el voto de Vox no fue decisivo. Pensé que en las elecciones generales de julio del año pasado Vox no sería tan atractivo, aunque resistió bastante bien. Tras esas elecciones, PP y PSOE sumaban más del 75% de los escaños. Cualquier país europeo se habría dado con un canto en los dientes con una solución política que deja a las dos fuerzas más centrales con una mayoría enorme. Teníamos la solución perfecta: ambos podrían entenderse de alguna manera. Pero por jugar mucho tiempo a la crispación, esa solución no estaba sobre la mesa.
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–¿Hay cesarismo o tics autoritarios en el Gobierno de la nación, en Pedro Sánchez?
–El cesarismo está clarísimo que sí. Mucha gente del propio PSOE dice que nunca ha habido este grado de cesarismo. Se pensó que el proceso de primarias podía mejorar la democracia interna de los partidos, pero, al final, ha conducido a un cesarismo muy acrecentado. No hay contrapoderes en el PSOE. Si Pedro Sánchez toma una decisión o sigue una estrategia, hay muy pocas voces discordantes dentro. Y también porque nuestros partidos políticos se han convertido desde hace mucho tiempo en partidos de cargos públicos. La mayoría de las personas que están activas dentro del partido político tienen un cargo. Es gente, por tanto, que mata por seguir teniendo un salario público. Ese es el problema. No hay discusión sobre la racionalidad de ciertas estrategias del partido porque simplemente estás diciendo que tu líder siga ocupando posiciones de poder porque de eso depende tu propia supervivencia.
–¿Qué opina de la actuación de Núñez Feijóo y del PP?
–Pedro Sánchez es quien tiene mayor culpa y responsabilidad en lo que está pasando. Me parece que Feijóo en muchas ocasiones se equivoca, toma decisiones que no son las más adecuadas. Y también porque es muy difícil salirse del juego que plantea Pedro Sánchez. Creo que el PP debería hacer un esfuerzo por salirse de esa lógica de polarización. A los españoles nos gustaría recuperar esa política más moderada y más pacífica que nos caracterizó hace un tiempo, pero al mismo tiempo con más reformismo, estando más comprometidos con el tipo de políticas que necesitamos para tener una democracia de más calidad institucional. Con el voto enorme que obtuvo en 2011, Mariano Rajoy no hizo todas las reformas que se necesitaban; realizó reformas, pero no lo suficientemente ambiciosas. Necesitamos partidos que no tengan el nivel de ocupación del espacio público como el que existe actualmente. El nivel de colonización política es altísimo en España. Hay informes de la OCDE que analizan cuántos cargos públicos se ocupan tras un cambio de gobierno y nuestro país queda en muy mala posición. PP y PSOE deben plantearse en serio que esto no puede ser así. Tenemos que profesionalizar la Administración pública.
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–¿Cómo protegerse de las 'fake news' y de la desinformación que crecen de forma vertiginosa por las redes sociales?
–¿Cómo luchamos contra eso? Desde luego, no dejando al Gobierno que decida lo que es o no es un bulo. Porque estamos perdidos. Acabaríamos teniendo un NO-DO antes de una película para que el Gobierno nos explique la realidad política. Eso es impensable y es un poco de risa lo que parece que propone Pedro Sánchez, aunque no lo ha concretado del todo. Esperamos que concrete ese programa de regeneración que parece que le ilumina ahora. El primero que juega con bulos es él, por tanto es quien menos crédito tiene a la hora de proponer reformas en este sentido. La Comisión Europea tiene un programa de actuación frente a los bulos y la desinformación que pasa, por ejemplo, por apoyar a los medios de comunicación, para darles todos los recursos que necesitan. Está estudiado que las 'fake news' tienen un nivel de difusión mucho mayor que las noticias reales porque coinciden con los prejuicios y se transmiten inmediatamente, antes de asegurarse de que esa información es cierta. La forma de combatirlo es mejorando los niveles de educación cívica.
–¿Hay que regular las actividades de las mujeres, de los cónyuges, de los presidentes de Gobierno?
–Está regulado en todas las democracias de nuestro entorno, para esposas y maridos. Básicamente, son conflictos de intereses tremendamente difíciles de regular debido a que las situaciones son muy plurales. Cada vez que surge, existen muchas maneras de interpretarlo, pero no puedes ignorarlo. Tienes que gestionarlo si no quieres perder el crédito del cargo público que ocupas. Pero más allá de la regulación, es un tema de cultura política, de que hay determinadas actividades que es mejor que el cónyuge no se ocupe de ellas. En otros países, el nivel de educación cívica es mucho mayor en ese sentido. Aquí todo se tamiza por el partido. Somos capaces de ver los conflictos de intereses en el contrario, pero no los nuestros.
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–El Consejo de la Transparencia de la Región de Murcia está prácticamente acabado. ¿En qué nivel se encuentra la regeneración democrática?
–Estuvo muy en boga hace un decenio. En 2015, parecía que estábamos abriendo la puerta, tomándonos en serio estas cosas y mejorando los niveles de integridad, pero todo eso lo tiramos por la borda. Hemos ido hacia atrás desde entonces. Sin embargo, a los ciudadanos les preocupan estos temas, como se ve perfectamente en las encuestas, ya que los niveles de confianza, tanto de los partidos políticos como de los políticos, y la valoración de lo que hacen son enormemente negativas.
–El último barómetro del Cemop coloca a los políticos como el primer problema.
–Sí, hace mucho tiempo que está ahí. La preocupación por la corrupción fue sustituida por la preocupación por los políticos. Y esto es grave. Hay que tomarse la regeneración en serio, y no como hace Pedro Sánchez. ¿Qué hemos hecho en la Región? Tomarlo también con frivolidad, y el Consejo de la Transparencia es otro indicio de que a estos temas no se les da la importancia que merecen. Si nos lo tomáramos en serio, deberíamos poner fin a la colonización de la Administración. Nuestros partidos no están dispuestos a hacerlo, a prescindir de todos esos sueldos públicos que tienen para los militantes; de unos y de otros.
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–El Gobierno regional no ha renovado el apoyo a la Cátedra de Buen Gobierno que codirigían usted y Germán Teruel en la Universidad de Murcia.
–Después de tres años, la cátedra ya no existe. Tratamos de negociar para mantenerla. Pasamos de la vicepresidencia de Isabel Franco a la de José Ángel Antelo, pero no tuvimos respuesta de este. No decía nada. Lo intentamos con el consejero de Presidencia, pero todo quedó solo en buenas palabras. La cátedra tuvo una ayuda de la Comunidad Autónoma y de la Asamblea Regional de 13.000 euros en el año más álgido. Los funcionarios dijeron que había que mantenerla, pero parece que no éramos una prioridad; que el buen gobierno y la integridad pública no son prioritarios.
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