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Eva López, en el claustro de La Merced de la UMU, donde estudia.
Eva López: «Lo único seguro que tenemos es el hoy»

Eva López: «Lo único seguro que tenemos es el hoy»

La joven sufre una enfermedad neurológica progresiva sin cura. Estudiante del Año de la UMU, ella es mucho más que un diagnóstico: graduada en Educación, doctorando, máster y alumna de Medicina, es una activista contra la exclusión y por la visibilidad

Domingo, 11 de febrero 2024, 15:24

Si Eva López Abellán (Jumilla, 1998) fuera una universitaria brillante más, probablemente los aplausos de sus compañeros y profesores el pasado Santo Tomás de Aquino cuando la nombraron Estudiante del Año no se hubieran prolongado, como ocurrió, largos minutos de emocionado reconocimiento unánime. Eva es también una universitaria con una diversidad funcional motora severa, una joven activista contra la exclusión social, una luchadora por la visibilidad de las personas con discapacidad, una escritora propulsada por la ambición de que sus vivencias ayuden a otros, una hermana melliza entrañable, una hija excepcional, una mujer inspiradora con una resiliencia trabajada a pico y pala.

La excelencia académica de Eva López Abellán la evidencia la extensa relación de méritos y títulos acumulados en la Universidad de Murcia: graduada en Educación Primaria con mención en Pedagogía Terapéutica, se tituló en el máster en Inclusión-Exclusión Social, y actualmente es estudiante del Doctorado en Educación y alumna de segundo curso del grado de Medicina de la Universidad de Murcia. Un brillante currículo que revaloriza la historia personal de la joven jumillana, marcada por la crudeza de la enfermedad que le diagnosticaron hace cinco años: cuadriplejía espástica, una patología neurológica progresiva que no tiene tratamiento ni cura, y que tampoco ha logrado frenar su motivación por seguir formándose. Ella misma explica, vía WhatsApp, como le cambió la vida hace ya cinco años, cuando la despreocupada alumna de Educación Primaria empezó a desdibujarse. O a completarse. Un relato al que resulta gratuito añadir ni una coma:

«Decidí quitarme los miedos y sacarme de la cabeza cualquier idea absurda que fuera vestida de un 'no puedo'»

«Ingresé urgentemente en el hospital y, las habitaciones de varios hospitales de España pasaron a convertirse en mi hogar durante un tiempo. Un día, el médico entró en la habitación, se sentó a mi lado y acariciándome la espalda me dijo: 'Eva, no sabemos a lo que nos estamos enfrentando pero, tienes una enfermedad neurológica muy grave, tampoco sabemos si podrás recuperar la funcionalidad de tus manos'. En ese momento, tomé una respiración profunda y, acto seguido, sentí cómo mis lágrimas me ahogaban impidiéndome articular palabra. Llegué a avergonzarme de mí misma, valorándome muy poco y queriéndome aún menos».

Hasta que encontró, en su interior, la salida. «Un día decidí sentarme a hablar con mi yo más mío –yo interior–, ese que no conoce nadie más que yo, ese al que no le hizo falta que le contara mis miedos e inseguridades porque viene batallándolas conmigo. Y, ¡zas! 'Despierta Eva', me dijo, sacude esos temores. Es normal tener miedo. Es normal llorar. Todo es normal, pero rendirse no debería ser una opción», defiende la joven, elegida Estudiante del Año con el Consejo de Estudiantes (CEUM).

«Me quiero y mucho»

Ese día nació la Eva resiliente, activista y luchadora: «A día de hoy he logrado volver a mirarme con los ojos con los que antes me veía y ahora, me quiero y mucho, pues el día en que decidí que era solo mi miedo, conseguí liberarme de él. Decidí desnudar mis miedos, quitarme los peros, sacarme de la cabeza cualquiera idea absurda que fuera vestida de un 'no puedo'. Decidí plantarle cara a todo aquello que me diera la espalda, si había puertas que no se abrían, saltaría ventanas. A tal fin, hemos de aspirar a gritar BASTA y, por ello, les ruego que realicen una mirada atenta y sincera hacia su interior, pues no es posible, en nuestros días que, la ideología –en términos generales– imperante en nuestra sociedad, continúe relegándonos –de forma paradójica– al plano de la invisibilidad, una invisibilidad condenada al discurso que los demás nos otorgan; un discurso en el que los miedos, intereses y/o desconocimiento, continúan robando nuestras vidas».

Graduada en el máster universitario en Inclusión-Exclusión Social, Eva ha contado con los recursos del Servicio de Atención a la Diversidad y el Voluntariado de la Universidad de Murcia en su camino. «Puso a mi disposición a dos compañeras –amigas– de clase como mis voluntarias para la toma de apuntes. También he contado con la ayuda del asistente personal para desplazamientos por el campus». Si la grave enfermedad que padece no ha podido con su ánimo, menos las injusticias y trabas cotidianas con las que se ha ido enfrentando: hace tres años denunció en 'LA VERDAD', ante el Ayuntamiento de Jumilla, la Oficina Municipal de Consumo, la Consejería de Fomento la Asociación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Amfiju) que el servicio de autobús que había utilizado el año anterior para ir de Jumilla al campus le negaba el viaje.

«Llegué a avergonzarme de mí misma, valorándome muy poco y queriéndome aún menos»

Las convicciones con las que Eva encara y disfruta la vida ahora anidan en el hoy. Si se le pregunta por sus planes de futuro, responde con claridad: «Para mí, la vida es hoy. Trato de vivir como si cada día fuera el último que pudiéramos hacerlo. Y, esto, no es vivir creyendo que moriremos mañana, esto es vivir sabiendo que lo único seguro que tenemos es el hoy, consciente de que los miedos son contagiosos, pero, también, de que los miedos transforman el todo o nada en cuestión de segundos. En definitiva, sean el hoy; el hoy del que, hasta ahora, ha vivido sin alcanzar su mañana; el hoy, de aquellos que no quieren seguir viviendo del recuerdo de un ayer; el hoy, del sí lo intento; y, el hoy, de aquí y ahora». Una forma de estar en el mundo, de entender la existencia, que plasmó en su libro, 'Una vida vivida..., y cada día un regalo', que invita a la reflexión sobre las enseñanzas que proporciona una grave enfermedad sobrevenida y su aplicación en el día a día, que comparte en Jumilla con su padre, jubilado; sus dos hermanas, una de ellas melliza, y su madre, «ama de casa y mi cuidadora», remarca con cariño.

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