Javier Pérez Parra
Miércoles, 10 de junio 2015, 02:01
Fue, sin duda, el acto institucional del Día de la Región con más sustancia política en años. Con la liturgia de siempre -los discursos, las medallas de oro, el protocolo-, pero con la sensación de que ya todo es diferente. Con el presidente en funciones, Alberto Garre, clamando por la regeneración política en su discurso del adiós mientras el aún delegado del Gobierno, Joaquín Bascuñana (quien presentó su dimisión unas horas después), trataba de zafarse a la carrera de los periodistas por los pasillos del Teatro Villa de Archena. Con un Pedro Antonio Sánchez que sorteaba con cierto enojo las preguntas sobre la continuidad o no de los imputados mientras el líder de Ciudadanos, Miguel Sánchez, departía amistosamente con los socialistas, como quien no quiere la cosa.
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Pero antes de abrir una etapa hay que cerrar la anterior, y Alberto Garre se encargó de clausurarla reivindicando su legado de año y medio de presidencia en un discurso plagado de cargas de profundidad que muchos entendieron dirigidas a sus oponentes en la guerra interna que ha vivido el PP en los últimos meses. «Soy un hombre normal, con espíritu de servicio y vocación de ser útil a los demás. Como la mayoría de los políticos, aunque algunos, una minoría exigua, estén haciendo un daño tremendo a la democracia», señaló. De los cargos del PP imputados, solo Bascuñana pudo escucharle. Los demás no aparecieron por Archena.
«Ligero vine de equipaje y aún más ligero me voy», subrayó. «He trabajado durante estos catorce meses dándome por entero y con integridad; mi gestión ha podido tener luces y sombras, como toda acción humana, pero sí supe con toda certeza y claridad desde el principio que toda mi gestión consistiría en actuar con humildad, honradez y ética, anteponiendo la defensa de los sagrados intereses de los ciudadanos por encima de cualquier otra circunstancia», añadió. «Por eso, no dudé nunca en mostrar mi firmeza en la defensa de principios y valores éticos en la vida pública a sabiendas de las incomodidades que pudieran acarrearme», clamó. Todo el auditorio entendió perfectamente cuáles han podido ser esas «incomodidades» para quien aspiró a optar a la reelección y terminó arrinconado por su partido de la mano de Ramón Luis Valcárcel. Garre, emocionado por momentos y envuelto en un halo de tristeza, dejó claro que se va con la cabeza alta. «No he mentido en nada ni me he callado absolutamente nada. Éste es mi patrimonio y creo que también la divisa de este periodo, junto al intento de afrontar una regeneración política que la sociedad nos pedía y nos pide a gritos, con toda la razón».
Sobre el discurso sobrevoló una cierta sensación de frustración, pero Garre considera que ha conseguido poner su grano de arena en ese camino de la regeneración. En este sentido, recordó la puesta en marcha de la 'iniciativa integral para la transparencia y la participación ciudadana', así como «la limitación de mandatos del presidente de la Comunidad Autónoma y la redacción de un proyecto de Ley de Buen Gobierno y del Estatuto del Alto Cargo», medidas «que a buen seguro tendrán continuidad en la presente legislatura».
«Mayoría insuficiente»
Garre hizo una lectura de las elecciones nada complaciente con los resultados obtenidos por el PP. La sociedad murciana «ha otorgado su apoyo de forma mayoritaria pero insuficiente a una formación política», recordó. El presidente pidió a los cuatro partidos representados en la Asamblea Regional que abandonen «las hostilidades partidistas», porque «hemos de entender la decisión de los murcianos como una recomendación al diálogo, más que como una puerta abierta a un juego político de enfrentamiento».
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Garre terminó su discurso reivindicando de nuevo la honradez en la política, «en estos momentos en que el descrédito político es la nota predominante y se descalifica a los políticos con carácter general, lo que desde luego es injusto».
Con gesto serio -el mismo que mantuvo durante todo el acto- Garre bajó del escenario mientras el consejero de Presidencia, José Gabriel Ruiz, la consejera de Agricultura, Adela Martínez Cachá, el rector de la Universidad de Murcia, José Orihuela, los alcaldes de Molina y Lorca, Eduardo Contreras y Francisco Jódar, y el diputado José Antonio Ruiz Vivo se levantaban como un resorte a aplaudirle. Después llegó el resto del auditorio, con mayor o menor entusiasmo. Entre quienes aplaudieron con ganas, el líder de Ciudadanos, Miguel Sánchez, para quien Garre es «un ejemplo a seguir» que «ha puesto el listón alto en cuanto a la regeneración, la transparencia y la limpieza institucional». Para Rafael González Tovar, líder del PSOE, fueron «unas palabras de despedida obligadas y sentidas». El rector Orihuela no dudó en calificar de «impecable» el discurso, «muy a tono con el acto que se celebra hoy», con el «consenso y la participación colectiva que necesitamos en este momento».
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Garre pasó por delante de Pedro Antonio Sánchez -quien para entonces ya le aplaudía de pie, como el resto del teatro, incluido Joaquín Bascuñana- para terminar fundiéndose en un beso con su mujer, Susana Cler. El discurso de su legado, el del adiós, había terminado. Preguntado después por los periodistas, no quiso valorar la situación de los imputados al tratarse de «una materia orgánica (del PP) de la que no debo opinar -señaló- porque todavía estoy en funciones institucionales».
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