Resulta imposible hablar sobre Derecho de las Tecnologías de la Información y Comunicación sin mentar a Javier Puyol Montero. Referente absoluto de este ámbito gracias a sus más de 30 años de experiencia en el sector legal, incluyendo su ejercicio como magistrado del Tribunal ... Constitucional, es también doctor 'honoris causa' en su disciplina por la UNED, entre infinidad de méritos.
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–¿Cuál es la situación actual de la protección de datos?
–Estamos en un momento crítico porque es la renovación de la directiva de la Agencia Española de Protección de Datos y empiezan a pesar mucho las pautas que marca este órgano de gobierno; es decir, si es una agencia que tiene una proyección empresarial y quiere que los datos sean una fuente de riqueza para la sociedad, sin olvidar su carácter tuitivo. Creo que la transformación digital en nuestro país va por este camino y es positivo.
–Usted ha señalado en alguna ocasión que no hay consenso legal en cuanto al concepto de secreto empresarial. ¿Existe y se protege como es debido el secreto personal?
–Ya lo creo: se trata de la porción de personalidad de cada uno que tiene derecho a mantener reservada en toda su extensión. Por tanto, tenemos que empoderar al ciudadano para que disponga quién, dónde y cuándo gestiona sus datos. No por el hecho de darle a una compañía esa información significa que tenga derecho a compartirla arbitrariamente con quien desee. Ese es el poder que conviene recuperar y es muy relevante en el nuevo Reglamento General de Protección de Datos y en la Ley Orgánica 3/2018.
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–Viendo el poder que han alcanzado algunos gigantes tecnológicos... ¿no es demasiado tarde?
–Evidentemente se ha hecho mucho daño, pero si se produce una reacción social colectiva yo creo que se está a tiempo. En este momento, las grandes empresas en las que todos pensamos pero nadie decimos, tienen más poder que los estados, tanto económico como social. Hoy en día, si te dejas las llaves en casa, no vuelves a por ellas, pero te dejas el móvil y sí lo haces. Por primera vez, estamos generando una tecnología que está impactando de lleno en los usos sociales. Algunas empresas copan el mercado de esas tecnologías y con ello, también las prácticas sociales. Esas compañías tienen un poder brutal, por lo que tenemos que establecer una normativa que les imponga controles. Aunque no es algo exclusivo de ellas, sino que también se incluyen las pequeñas y medianas empresas. Es una llamada al orden de todos los responsables del tratamiento de información porque han de respetar esa confianza que el ciudadano ha depositado en ellos. Tiene que haber una reacción grupal que ponga coto a ese uso indiscriminado porque el dato es poder. Por tanto, cuanto más datos obtengan, más vulnerable es el ciudadano.
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–¿Se ha producido esa reacción social a la que hace referencia?
–Tenemos que concienciarnos todos. Por ejemplo, en lo que respecta a la ciberviolencia y el ciberacoso sexual, que son dos patas del mismo edificio y que en este momento están siendo una punta de lanza en contra de los menores. Se ha dado un paso adelante con las nuevas normativas del Congreso sobre protección de esta franja de edad de la población y es muy importante que profundicemos en ese camino. Entre todos tenemos que sensibilizarnos y crear una cultura que comience en los colegios y enseñe a los niños acerca del uso de internet. Es conveniente formar a los chicos desde las escuelas, tenemos que transmitirles que pueden tener un 'smartphone' y usar internet, pero con mesura y conociendo los riesgos a los cuales se exponen. Y esa cultura tiene que arrancar de los padres. En un artículo mencionaba que, en algunos casos, son ellos los que comparten de manera compulsiva fotos de sus hijos en redes sociales. Debemos pensar que todo lo que subamos permanece para siempre.
–¿Cómo se compagina esto con el desarrollo empresarial?
–Tenemos que buscar una protección de datos que también resulte válida para las empresas. Normalmente suele predominar un punto de vista negativo en cuanto a la pérdida de derechos de los ciudadanos, pero no tiene por qué ser así. Debe orientarse a la generación de valor, de crecimiento, de utilización de los datos como una palanca económica. Por supuesto, sin descuidar los derechos y las libertades de los ciudadanos. Se trata de crear modelos de protección de datos que busquen fidelizar a los clientes y otorgar valor añadido a las empresas, desarrollando nuevas áreas de negocio. Ahí se incluyen la utilización de nuevas técnicas como el 'big data' o el 'blockchain'. En definitiva: no tenemos que dar solo una visión pesimista de la protección de datos, sino explicar que también puede suponer un empujón a las empresas en la transformación digital.
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