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Ros Caval / AGM

Cumbre rosa en las salinas de San Pedro del Pinatar: miles de flamencos huyen de la sequía

La abundancia de nutrientes y la inusual inundación artificial de las charcas atraen a las aves acuáticas al humedal del Mar Menor

Alexia Salas, Marina Zamora y Miguel Martínez Bernal

Domingo, 17 de septiembre 2023

Acaba de amanecer y, con el día recién estrenado, los flamencos ('Phoenicopterus ruber') se afanan por desayunar en esos grandes tazones de pequeños crustáceos y algas que son las charcas salineras de San Pedro del Pinatar. Hay almuerzo para todos, pero no conviene rezagarse porque en julio y agosto se produce la mayor concentración de estas curiosas y llamativas aves acuáticas. Este verano son muchos más a repartir, ya que la sequía ha dejado otros humedales que suelen frecuentar, como Doñana o las Tablas de Daimiel, resecos como un páramo. Los rosados que se repartían por la laguna malagueña de Fuente de Piedra y, más abajo, en Doñana, al noreste en las salinas de Santa Pola y más arriba en el Delta del Ebro, se refugian ahora mayoritariamente en el humedal murciano, cuyo sistema artificial de inundación con agua del Mar Menor, controlada por Salinera Española para la extracción de sal, lo convierte en un refugio seguro.

Alrededor de 3.000 flamencos veranean en el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. La cifra ha ido en aumento desde que, en 1958, los científicos J. F. W. Bruhn y B. Jeffrey, del St. John's College de Cambridge, publicaron sus 'Notas sobre aves de Murcia y Cádiz. Observaciones de fin de verano'. «Durante el año 1957 hemos pasado dos semanas en la comarca del Mar Menor, cerca de Cartagena, desde el 16 de agosto al 2 de septiembre (...) donde nos dedicamos a realizar observaciones ornitológicas», expusieron los investigadores en su estudio empírico.

Otearon un somormujo lavanco en las salinas, unos 24 zampullines patinegros, 6 garzas reales y un grupo de 4 garzas imperiales «que se alejan volando al sur de Cabo de Palos». Contaron 13 garcetas comunes, dos chorlitos grises «en parcial plumaje estival», una aguja colipinta, algunos vencejos, terreras, gaviotas y otras especies de presencia anecdótica junto a la laguna salada, pero observando la multitud presente en las charcas pinatarenses, sorprende que la pareja de observadores solo localizara un flamenco inmaduro en la salinera y otro dos volando hacia el norte.

Otro día pudieron atisbar tres adultos, uno de segundo año y un joven, que «permanecieron todo el día y eran muy mansos». Es fácil imaginar a los profesores británicos, con la nariz algo quemada por el sol murciano, trazando un dibujo a lápiz o plumilla en sus cuadernos de campo de uno de esos emplumados rosas, que al parecer hace menos de un siglo encajaban en el latinajo 'rara avis'.

Vídeo: Verabril Comunicación | Foto: Ros Caval / AGM

En 1971, el ornitólogo murciano José Damián Navarro Medina, socio fundador de la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse), encuentra 11 flamencos en diciembre. «En la década de los ochenta, se le considera como invernante escaso, migrador abundante en las salinas costeras y el Mar Menor, mientras que en la actualidad se cataloga como residente común y migrador abundante, sobre todo en paso postnupcial, pudiendo superar los 3.000 ejemplares», comparó el biólogo Gustavo Ballesteros, coordinador del proyecto LIFE Salinas, junto al biólogo y anillador de Anse José Manuel Zamora, en el 'Atlas de aves acuáticas del Mar Menor y humedales de su entorno' (2021).

Multitud pajarera en San Pedro

«El flamenco va a más», afirma Ballesteros. «Toda la costa está llena de nutrientes», señala la disponibilidad de alimento, que encuentran con su curioso bailoteo en las charcas hipersalinas para remover los fondos y que salten las larvas, pequeños crustáceos, moluscos, anélidos, microalgas y protozoos que entran en su menú. En su pico de cucharón tienen incorporado un colador, en realidad unas estructuras filamentosas llamadas lamelas, muy útiles para filtrar el barro y separar la comida.

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AUX STEP FOR JS

Es sorprendente observarlos palmotear en las orillas de las lagunas para desenterrar los 'bichillos', o danzar agua adentro, con la cabeza sumergida y elevando las patas alternativamente hacia atrás en una coreografía tan artística como nutritiva. ¿No hacemos arte también los humanos para alimentarnos?

Al final del verano, la agitación pajarera alcanza uno de sus picos, no menor que el primaveral, cuando se entregan a la llamada del cortejo. «En las salinas de San Pedro, pájaro que llega tiene que coger número», bromea Ballesteros sobre el intenso ir y venir de la avifuana en esta transición al otoño. «Los foros de pajareros están calientes, porque hay una intensa actividad, ya que se ha reactivado la migración hacia los cuarteles de invierno y siempre hay quien ha visto un raro ejemplar volando de un lado a otro», explica Ballesteros.

Las manchas rosas en Murcia

En la Región recalan también en las encañizadas, en las salinas de Marchamalo, por el Carmolí, las lagunas del Cabezo Beaza, las salinas del Rasall, La Hita, Los Urrutias y Lo Poyo, pero es en las salinas pinatarenses donde se dan cita más del 66% de estos coloridos invernantes, según el estudio de Ballesteros y Zamora.

Si ha llovido en zonas que estaban secas en verano, algunos flamencos se dispersan en busca de sabrosos nutrientes. Otros vuelven al seguro Mar Menor. «Hay que tener en cuenta que en verano se juntan en San Pedro los adultos y los jóvenes que nacieron de la época reproductora, los que bajan hacia el sur desde el norte de Europa, y los que suben porque las charcas del sur están secas», describe el tránsito de nubes rosas que atraviesan los cielos murcianos.

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Si observa una nube encarnada por el horizonte, párese en seco a admirar ese espectáculo de estilismo aéreo, el vuelo elegante en bandadas de estos seres descendientes de aves prehistóricas.

Con plumas y a su bola

Al atardecer en las salinas, parece que alguien superior ha dejado caer un telón grandioso de trazos anaranjados y violáceos en lo alto, que se van sosegando al bajar en el horizonte con un degradado para encontrarse con el agua plana de las charcas. Ellos siguen ahí, algunos reunidos en la esquina de una charca, como si comentaran la jornada, aunque el historiador Harari dice que el 'cotilleo' pertenece al género humano y es lo que nos ha hecho prosperar. Otros flamencos se explayan en soledad.

«Van a su bola», explica Ballesteros, el biólogo que mejor conoce el parque de las Salinas. «Hay algunos muy viajeros, otros se quedan porque los inviernos ya no son tan fríos», señala. «Como migrador es dispersivo y en ocasiones errático a lo largo de las costas europeas y africanas, lo mismo puede alcanzar el Mediterráneo oriental hasta Turquía que la costa atlántica hasta Senegal y a las islas de Cabo Verde», relata en el Atlas.

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Desde hace muchos años se han utilizado las

anillas de aluminio natural o de acero inoxidable.

Hace unos pocos años se han aceptado las anillas

y aluminio anodizado. Y a partir del año 2011,

ya se pueden utilizar las anillas de plástico para

identificar a las aves, concretamente el material

plástico utilizado es policarbonato.

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Desde hace muchos años se han utilizado las anillas

de aluminio natural o de acero inoxidable. Hace unos

pocos años se han aceptado las anillas y aluminio

anodizado. Y a partir del año 2011, ya se pueden

utilizar las anillas de plástico para identificar a las

aves, concretamente el material plástico utilizado es

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Desde hace muchos años se han utilizado las anillas de aluminio natural o

de acero inoxidable. Hace unos pocos años se han aceptado las anillas y

aluminio anodizado. Y a partir del año 2011, ya se pueden utilizar las anillas

de plástico para identificar a las aves, concretamente el material plástico

utilizado es policarbonato.

Sus hábitos son igualmente libres de reglas. Es muy anárquico. «Comen de noche o de día, porque no necesitan luz para encontrar alimento, y duermen cuando quieren: meten la cabeza bajo el ala y echan una cabezada de pie», cuenta de su rutina libre, sin siquiera mandatos de los ritmos circadianos.

Con la cuna a otros lares

Ni siquiera el paso constante de visitantes y vehículos -algunos a más velocidad de la permitida, lo que causa atropellos de fauna-, les incomoda. Como mucho, si los turistas se acercan demasiado, ellos se desplazan charca adentro. Están habituados a ver figuras humanas en el entorno, pero les aterra el vuelo atronador y frecuente de los aviones. Es una de las causas de que no hayan criado nunca en el Parque.

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Imagen principal - Cumbre rosa en las salinas de San Pedro del Pinatar: miles de flamencos huyen de la sequía
Imagen secundaria 1 - Cumbre rosa en las salinas de San Pedro del Pinatar: miles de flamencos huyen de la sequía
Imagen secundaria 2 - Cumbre rosa en las salinas de San Pedro del Pinatar: miles de flamencos huyen de la sequía

La otra razón, según Ballesteros, es que «es un espacio pequeño». «Vemos adultos en cortejo, pero nunca han cerrado el ciclo, mientras que en Fuente de Piedra pueden criar cientos de parejas», explica. El anhelo de los estudiosos de este espacio natural es encontrar un nido de flamenco.

En 1999 construyeron 17 nidos, en 2000 se hallaron 14 nidos y, dos hembras pusieron un huevo cada una en 2020, pero siempre terminan por abandonarlo para decepción de todos. Según Ballesteros, «tienen una tasa de reproducción tan baja que ver un ejemplar adulto es casi un milagro hecho realidad». Téngalo en cuenta cuando se encuentre a uno. Ha sobrevivido a tantas adversidades que lo que tiene delante es un prodigio. Cada hembra pone un solo huevo entre mayo y agosto. Lo incuban durante 30 días si no pasa nada, unos días más que una gallina. Las mamás se encargan de construir el nido con ramas, barro y piedras para darle forma de cono, con base ancha y hondo en el centro.

«Necesitan aislamiento total para poner, y aquí es difícil», advierte el biólogo. Otro factor que les incordia es la gaviota patiamarilla, ese depredador sin piedad de los pollitos ajenos. «Y los flamencos no son agresivos. No son como los charranes, que se defienden», explica Ballesteros.

Si se han superado todos los obstáculos y el milagro sucede, nace un polluelo grisáceo, que no se engalana con plumaje color coral hasta la edad adulta, cuando han comido bastante Artemia salina, un crustáceo branquiópodo que les deja pigmentos en la piel y las plumas. Por eso, si un flamenco es de luminoso color rosa con destellos rojos, es que está bien alimentado.

Esos minúsculos organismos son abundantes en aguas salobres, como las del Parque, que sin embargo empieza a registrar el impacto derivado del elevado nivel freático de la cuenca del Segura, con sus filtraciones de agua dulce que, según el experto, «están cambiando el hábitat del flamenco».

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