El diestro peruano Roca Rey durante la segunda de la Feria de San Juan.

La espada fantástica de Roca Rey

Dos estocadas extraordinarias del torero limeño. Palco regaloso: dos orejas Ponce, tres López Simón, otras tres Roca. Dos toros de excelente nota de Daniel Ruiz en el lote de López Simón

BARQUERITO

Jueves, 23 de junio 2016, 23:01

Cinco toros de Daniel Ruiz por delante. Inocuo, endeble el primero; muy completo el segundo, el de más visible impronta de la sangre Jandilla; de buen aire el tercero; mansurrón el cuarto, batido al cabo de tan solo diez viajes; encastado el quinto, bravo en el caballo, de empleo cierto por las dos manos. Abiertos de cuerna los cinco.

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Feria de San Juan

  • FICHA

  • Alicante. 2ª de Hogueras. 11.000 almas. Veraniego. Dos horas y cuarenta minutos de función.

  • Cinco toros de Daniel Ruiz y uno -6º- de La Palmosilla (José Núñez) que completaba corrida. El segundo de Daniel Ruiz, Limonero, número 48, premiado con la vuelta al ruedo.

  • Enrique Ponce, oreja y oreja tras aviso. López Simón, dos orejas y una oreja. Roca Rey, oreja y dos orejas.

  • Pares de mérito de Vicente Osuna y Jesús Arruga al quinto de corrida.

Corrida pareja. El segundo fue el de más redondas hechuras: el hocico Tamarón con su papadita, lomillano, ligeramente montado, negro zaino, finos cabos. Toro de nota. Murió embistiendo. En la última embestida, en el platillo mismo, enterró los pitones -de tanto humillar- y en el batacazo de caída rodó sin puntilla. Una ovación de trueno subrayó esa muerte tan de bravo. Una estocada caída cobrada no se sabe si al encuentro o en la suerte de recibir -el cite de López Simón, de espaldas a chiqueros y a favor de la querencia del toro- y los honores de la vuelta al ruedo en el arrastre. Un tiro de dos mulillas de menos que discreto porte. Mulilleros con blusones manchegos. López Simón acompañó la despedida con un cariñoso ósculo en uno de los cuartos traseros. Siendo bravo, ganoso y de entrega constante, el toro no le hizo sufrir.

Y un sexto toro de La Palmosilla, más astifino que cualquiera de los jandillas de Daniel Ruiz, más esbelto, mejor hecho, armado por delante, colorado chorreadito y calcetero. Un cromo. De una de las líneas mejores de Cuvillo, que es su segura procedencia. Fue, sin embargo, el toro problemático de la tarde: nervioso pero tardo, pegajoso, un punto incierto, revoltoso, de quedarse debajo más de una vez.

A ese toro lo tumbó Roca Rey de una fulminante estocada, extraordinaria por todo: ejecución, estilo, valor, acierto, limpia reunión. Ni veinte segundos tardó en rodar el toro que parecía de partida transparente pero no lo fue. De otra estocada de parecida perfección rodó sin puntilla el tercero de Daniel Ruiz. Magistral la espada del torero limeño. Magisterio bien contrastado. Una estocada desprendida de Ponce en el primer turno; un pinchazo y entera caída con vómito después. Metisaca y estocada caída al quinto de López Simón, que atacó por derecho y no esperó. Sin medir las calidades de la espada, sin contar pañuelos tampoco, el palco tiró la casa por la ventana. Un derroche, ocho orejas.

Roca Rey apostó por la temeridad, que cala en casi todas partes, pero no sin dejar el sello de un toreo bien calibrado, ajustado siempre, irrenunciable la voluntad de pisarle al toro terrenos, más elástico y suelto en el toreo a distancia. Las temeridades: la apertura de faena con el sexto de largo en los medios, el cambiado por la espalda, la arrucina sacada en la punta del pitón, la firmeza en los parones y renuncios del toro, el aplomo en las embestidas regañadas y revoltosas, una seguridad muy llamativa. No tantas temeridades en su primer trabajo -linda apertura a compás, pero apenas celebrada- pero sí la misma resolución. Impresión de torero lejos de su techo todavía. Soltura, recursos a veces tercos. Valor de ley. Impasible.

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     La fortuna de parte de López Simón. Los dos toros de la corrida y dos faenas de parecidas formas, firmeza absoluta, pero no siempre el toreo a suerte cargada. Mucho más segura la mano izquierda -más poder, más habilidad, más sitio- que la derecha: gobierno irregular del quinto toro, mejor el ritmo que el compás de la primera de las dos faenas. General resolución: la idea clara de arrastrar las plantas de los pies al salir de encajes sostenidos, verticales, algo dramáticos. Decisión con el capote en lances de manos altas.

     La apertura de faena con el cuarto -gavilla de siete muletazos genuflexos de horma, en la suerte natural o la contraria- fue la mejor aportación de Ponce en esta tarde tan propicia para los toreros de la revolución. Dos faenas interminables, de abusiva extensión, muy gesteras. Una, la primera, en un ladrillo. Otra, de recorrer mucha plaza sin mayor razón. Dos cambiados circulares en cuclillas, tan de su repertorio propio, muy celebrados. Todos a hombros.

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