El artista Aitor Lajarín, junto a una de sus obras, en Art Nueve.

«Mis obras solo responden a lo que me interesa del día a día»

Aitor Lajarín inaugura en Art Nueve su exposición 'Rumiando', «mezcla de la parte física con la racional»

PEDRO SOLER

Viernes, 10 de junio 2016, 12:50

Varios cuadros y dos pequeñas esculturas integran la exposición 'Rumiando', que Aitor Lajarín (Vitoria, 1977) inauguró ayer en la galería Art Nueve. Forman parte de una serie que viene realizando durante los dos últimos años y que gira en torno al rumiante. No hay que extrañarse si el conjunto se presenta con el título 'Rumiando', palabra con la que el autor busca «la mezcla de dos temáticas. Por una parte, deseo plasmar la idea del animal que rumia, que digiere los alimentos una y otra vez; y por otra, en términos psicológicos, a las personas, cuando rumian los pensamientos. Es la mezcla de la parte física con la racional, de la más material con la mental, algo que me parece muy apropiado, para descubrir lo que creo que me sucede, cuando estoy realizando mis obras».

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  • Qué

  • 'Rumiando', exposición de Aitor Lajarín.

  • Dónde y cuándo

  • Galería Art Nueve (Gutiérrez Mellado, 9. Murcia). De 10 a 14 y de 15 a 20 horas. Hasta el 30 de junio.

En esta mezcolanza, Lajarín también pretende descubrir «el tipo de relación que me interesa que ocurra entre el espectador y mi obra, sin que él se obsesione, pero sí para que vaya digiriendo y saboreando pensamientos y emociones de una manera dilatada, sin prisas y sin que haya una necesidad de cerrar las cosas pronto. Al final, lo importante para mí es llegar a una idea del tiempo, en la que se produzca un paréntesis, para estar en el momento preciso unido a los pensamientos, sin pasar por las cosas devorándolas».

Pero, ¿es necesario recurrir a esos planteamientos para realizar una obra de arte propia? «Yo nunca empiezo con un planteamiento, del que luego pueda surgir una obra. Pinto, simplemente, lo que creo que va ocurriendo o va llegando a mi mente. Sé que hay autores que, antes de iniciarla, se plantean la obra que luego van a generar; pero yo hago mis obras como una especie de actividad diaria, que solo tiene que ver con lo que a mí me interesa en el día a día; y la obra es la que también me genera muchas veces el pensamiento y las ideas, que luego revierten sobre ella».

Libre de planteamientos, el artista reconoce que sí anota la imagen o la idea que le llega en un momento preciso, «aunque, desde hace tiempo, no considero esto como algo que luego va a plasmarse en un cuadro. Lo hago, porque no quiero olvidarme de cuanto creo que quizá pueda ser relevante, y que me sirve para empezar un dibujo; pero muy pronto el cuadro empieza a desarrollarse por otros caminos. Me gusta que el cuadro vaya con el momento, con lo que me vaya ocurriendo ese día, tanto si se trata de una lectura, de una conversación con el vecino o con lo que veo a través de la ventana de mi garaje. Busco que todo esto entre en el cuadro de alguna manera».

Estos sistemas provocan a Lajarín «una ansiedad, porque hay cuadros que van surgiendo con dificultad, otros que nunca termino y los que tengo que dejar definitivamente, porque noto que ya no funcionan; pero mi satisfacción llega cuando considero acabado un cuadro, porque es una imagen que para mí no existía de ningún modo, dentro de las posibilidades que podría imaginarme».

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Espectador

¿Se pueden transmitir al espectador estas ideas y estas situaciones del día a día en las que el artista se mueve? «Me preocupa muchísimo el espectador, pero no en el sentido de querer enviarle un mensaje o comunicarle algo concreto. Lo que de verdad me preocupa es si lo que yo hago le puede parecer interesante. No pienso en el espectador como una especie de oyente, que debe escuchar lo que tengo que decirle, sino como alguien a quien hay que darle algo que pueda parecerle significativo. Por esto, si mantengo una serie de preocupaciones, que también puede preocupar a otra gente, me digo que esto es lo que de verdad interesa, porque es señal de que he conectado con el espectador a través de mi obra».

Ante cuadros bastante uniformes en cromatismo y formatos, el autor responde que «el uso del color en el lenguaje visual tiene que ver con una economía de medios. Yo no trabajo con lo anecdótico, porque cuando me interesa pintar un árbol, lo hago, pero sin pensar en aquel árbol de aquel parque. Recurro a lenguajes muy convencionales, que existen en la ilustración, en los que una pared es normalmente gris y unos ladrillos, color naranja. Ahora, en mis obras, hay más grises y más marrones, porque forman una serie de interiores, aunque quizá mañana se introduzcan nuevos escenarios, que precisen de otros colores».

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