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Lidó Rico, junto a su obra 'Curso legal', expuesta en el Almudí.
«Curro como un auténtico salvaje»

«Curro como un auténtico salvaje»

Lidó Rico Artista plástico. El creador murciano expone en Murcia por partida doble, en el Palacio Almudí y en la Sala Cajamurcia Belluga

Antonio Arco

Viernes, 30 de enero 2015, 13:08

«Curro como un auténtico salvaje», dice Lidó Rico (Yecla, 1968), que sabe muy bien lo que es pasarse «meses durmiendo tres o cuatro horas al día». Lo reconoce: «Se me va la olla si no trabajo; si no estoy creando, no soy persona». Y tanto esfuerzo, a veces crudamente animal, está claro que merece la pena cuando se contemplan sus frutos, exquisitos pero no dulces, que ahora el creador yeclano expone en sendas exposiciones que presenta en Murcia: la gran 'Histoire des hommes volants', que ocupa todos los espacios del Centro de Arte Palacio Almudí, y que, comisariada por Carlos Delgado Mayordomo, se inaugura mañana, a las 20.00 horas. Y la acertada e íntima 'Esculpir la idea', que ya puede disfrutarse en la Sala Cajamurcia Belluga y en la que, comisariada por Cristóbal Belda, se muestran la composición escultórica 'Génesis' y una serie de bocetos y fotografías que ayudan a interpretar la pieza maestra original.

  • En el Palacio Almudí Mañana, a las 20.00 horas, se inaugura la exposición

  • 'Histoire des hommes volants'. Organiza el Ayuntamiento de Murcia.

  • En la Sala Cajamurcia Belluga Ya puede visitarse la muestra 'Esculpir la idea'. Organiza la Fundación Cajamurcia.

Lidó Rico es tajante: «El mundo sin arte es una mierda. Hay muchísimo maquillaje y muchísima tontería en torno al arte, pero si logras que todo eso no te afecte, ni te confunda, descubres que el arte es un espacio para la tranquilidad, para la meditación, para renovar energías». Dos de las piezas que se exponen en El Almudí, 'Sellos del mundo' (2014) y 'Autorretrato entre la espada y la pared' (2014), se deben a que la madre del artista, Lola, había guardado, cuidadosamente, tanto la colección de sellos del mundo que éste coleccionó de niño, como la espada que compró en Toledo en un viaje de estudios escolar. «¡Gracias, mamá!, ¿qué sería de mí sin ti?», exclama y se pregunta el artista delante de su autorretrato en negro, sobre fondo negro, en el que, literalmente, se muestra ante el espectador acorralado entre la espada y la pared.

-Y no solo sin su madre, ¿no? ¿Qué sería de usted sin las otras dos fundamentales mujeres de su vida, su mujer y su hija?

-Ni idea de qué podría haber sido y sería de mí sin las mujeres de mi vida, porque son las que me mantienen con los pies en la tierra.

La exposición del Almudí es magnífica, destacando la pieza 'Palantes' (2015), realizada en resina de poliéster y lienzo sobre madera. Una obra, blanco sobre blanco, que da la impresión de que respira; fantasmal, sutil, poética, parece hecha de niebla y de nieve, parece soñada, dibujada sobre un mar de sal o esculpida por el viento sobre unas sábanas tendidas al vacío. Una exposición rica en técnicas, temáticas y materiales, desde 'Turbulence' (2014; técnica mixta sobre madera), a 'Funambulista' (2015; aluminio), pasando por 'Espalda' (1998; resina de poliéster ). Y, por supuesto, no faltan sus caras deformadas que cuelgan de las paredes y que da la impresión de que van a estallar en gritos, llantos...; rostros en los que se narran sueños, imágenes, locuras, deseos, miedos y dolores, todos ellos conformando piezas escultóricas que establecen un diálogo directo y cargado de emoción y violencia con el visitante.

Autor de obras casi siempre muy bien tituladas -sirva de ejemplo el de 'Autorretrato entre la espada y la pared'-, en ellas Lidó Rico suele llevar al extremo la multiplicación del yo y la evolución salvaje de la expresión. En sus obras, los personajes se enzarzan, se provocan, se sobornan, se descubren, se desmoronan, se sorprenden. El artista las realiza en su estudio, que parece un osario olvidado del mundo, una sala de tortura, un quirófano, un vertedero de restos humanos, un puro infierno de obras despedazadas, de cabezas que agonizan, de cuerpos mutilados, de manos que estallan de cólera, de pechos heridos, de bocas de las que parecen surgir lamentos infinitos, llamadas de auxilio, insultos, blasfemias, verdades aterradoras, amenazas...; pero también hay espacio, sagrado, para la sugerencia, lo poético, lo sutil, la ingenuidad, la ternura y el juego. El estudio de escultura de Lidó Rico es un hervidero de ideas. «En él dejo todos mis demonios», cuenta.

Su propio cuerpo

Lidó Rico está acostumbrado a dejarse la piel a tiras en sus trabajos escultórico/teatrales, en esas obras que muestran de mil formas distintas y extrañas, ácidas y delirantes, vivas y muertas, todas las partes de su propio cuerpo, porque el cuerpo de Lidó Rico es su fragua, taller, materia prima, espejo, inspiración, cruz y vehículo -que sangra- de expresión. 'Histoire des hommes volants' es una exposición que está en las antípodas del Edén, pero que te llama como una fruta prohibida y se va apoderando de tu interés y tu mirada, abierta de par en par, con el sigilo de la serpiente.

-¿Qué no es usted?

-Yo ni soy gracioso, ni tengo sentido del humor. El humor no es lo mío, como no lo es tomarme el arte con distancia, ir de divino o de elitista, no implicarme al máximo en lo que hago, ni pensar en hacerme rico. Yo lo que quiero es hacer feliz a la gente que me rodea, y emocionar a quienes se acercan a mis obras. Me hace gracia cuando alguien piensa de mí que soy un tío frío, porque yo me emociono con muchísimas cosas e intensamente, quiero con locura a mi gente y me aterra que pueda pasarles algo, o incluso que la vida no les trate bien.

-Sigue trabajando con su propio cuerpo, contado con usted como su único modelo, ¿no se aburre de usted mismo?

-Pues... no, no me pasa eso. Quizás porque viajo muchísimo... con la imaginación; o porque no paro de hacerme pajas mentales, la mayoría de ellas destinadas a hacer más potente mi obra, más libre de ataduras. Trabajo con mi propio cuerpo, es cierto, y he hecho alguna que otra barbaridad para conseguir algunos moldes de mi cabeza, mi espalda, mis manos, mis pies, mi polla...; pero cada vez me conozco menos. Me adentro en mí mismo a través del arte y veo caos y más caos, así es que no caigo en la más mínima autocomplacencia. Lo que no quiero es vivir dormido. Veo a mucha gente dormida, gente que compra y compra y no se entera de nada, gente a la que le roban los que mandan y se queda quieta, gente que piensa lo que le dicen que tiene que pensar. Yo sigo reproduciendo mi cuerpo porque creo que un hombre son todos los hombres y que traducir mi cuerpo es traducir el de todos los hombres. Y sigo creyendo en la fuerza de los cráneos, con los que se eliminan las apariencias, los parecidos anatómicos y, sobre todo, se elimina la piel y queda el hueso como soporte, como bastidor; el tiempo terminará por ponernos a todos esa misma cara, sin maquillaje alguno pero sí con una historia...

-Usted, ¿qué intenta que no le pase?

-Yo no quiero convertirme en una estantería llena de polvo. Intento dar ejemplo de algunas cosas que defiendo: el trabajo bien hecho, la entrega en las cosas que haces, la disciplina, el ser exigente contigo mismo, el sacarle el máximo partido a tus posibilidades, o el no ser un capullo con los demás, ni ir a joderle la vida a nadie.

-Llevaba años sin exponer su trabajo en Murcia...

-... en Murcia he sido muy maltratado, sobre todo estos años en los que Pedro Alberto Cruz ha sido consejero de Cultura. Su gestión ha sido una ruina. Yo procuro estar alejado de las personas tóxicas; personas que, sobre todo cuando se les da poder, pueden hacer mucho daño.

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