Antonio Arco
Jueves, 15 de mayo 2014, 10:13
Con ustedes, Arturo Fernández, y con eso ya está dicho todo. Llega hoy al Teatro Romea de Murcia -19.00 y 22.00 horas- con 'Ensayando Don Juan', un espectáculo escrito, mimado y dirigido por Albert Boadella, y con eso lo mismo les digo: que también ya está dicho todo. Menudos pájaros son, menuda bomba de relojería unirlos en un escenario.
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¿Por qué dijo sí a 'Ensayando Don Juan'?
Me apetecía mucho interpretar esta función porque se sale fuera de lo que yo acostumbro a hacer desde hace muchísimos años, que es alta comedia. Y, claro, está Albert Boadella, que es un mago del teatro. Trabajar con él ha sido fantástico.
¿Cómo es la función?
Boadella siempre es hiriente, de una forma u otra, y muy crítico el tío, no deja títere con cabeza. En 'Ensayando Don Juan' aparece una directora de escena [Angélica, a la que interpreta Mona Martínez], que es una feminista que odia el lujo, odia la belleza, piensa que el pasodoble es de machistas y, sobre todo, odia el clásico 'Don Juan Tenorio' de Zorrilla. Yo interpreto a un actor, que fue importante pero que ya está venido a menos, que no está de acuerdo para nada con la directora. Para él, el honor, la dignidad y las buenas maneras siguen siendo importantísimos.
En eso coincide con su personaje.
Desde luego, y también en estar en desacuerdo con esta sociedad actual a la que tanto le gusta la cutrez y el desorden en la calle. Es una obra que no pasa desapercibida, y hemos comprobado que al público le gusta muchísimo. Yo estoy muy a gusto, Boadella me dejó libertad total para que me moviese por el escenario como quisiera, y lo hago como si estuviera en mi casa, con total comodidad, encantado de la vida.
¿Qué le ha sorprendido?
¡Joder, lo buenos que son mis compañeros jóvenes! A esta nueva generación de actores y actrices yo no los conocía. Me entusiasma, me enloquece ver la gran profesionalidad de estos jóvenes. Están en el teatro hora y media o dos horas antes de empezar la función, y eso me gusta. Para mí, el teatro es mi casa, y cuando estoy fuera me aburro que me mato. Ha sido un gusto encontrarme con estos chicos que, además, ¡antes de la función hacen gimnasia, me cago en la leche! Al principio, me quedaba asustado y me preguntaba, 'pero, coño, ¿qué tendrá que ver la interpretación con la gimnasia?'. Pero sí, sí, sí que tiene que ver. Y es una gente tan amable, tan cariñosa, tan estupenda. Me han quitado quince años de encima en este tiempo, porque me he integrado muy bien con ellos y he sido como un vampiro repartiéndoles años, ¡como tengo tantos! Les decía: '¿Tú cuántos años quieres, me cago en la leche?'. Y se han matado de risa conmigo. Siento muchísimo que esta función se acabe ya, porque en Murcia hacemos la última de la gira.
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¿Qué tiene claro?
Que nos pasamos la vida preocupados por cosas que no tienen importancia, y cuando llegan las que de verdad sí la tienen, nos acordamos de cómo nos quejábamos muchas veces por auténticas chorradas. El mundo siempre ha sido igual: hay gente que es feliz y gente que no lo es, a veces porque nos empeñamos en no serlo complicándonos la existencia, poniéndonos de malhumor sin ningún sentido y dejándonos influenciar demasiado por lo que dicen unos y otros y por los líos que se llevan los partidos políticos.
¿Qué líos se llevan?
En España tenía que haber solo dos partidos políticos, el PSOE y el PP; los demás partidos sobran. Ahora parece que está ganando votos IU, que son los comunistas, algo que me parece de una ignorancia brutal por parte nuestra. Creo que nos estamos equivocando en muchas cosas.
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¿Por ejemplo?
Todo el mundo envidia a aquellas personas que han logrado, con sus sacrificios, llegar a algo importante en la vida. Pero, ¿estamos dispuestos a sacrificarnos? Lo que se lleva hoy es querer llegar a una buena meta sin ningún esfuerzo, y exigir y exigir sin asumir responsabilidades. Estamos en un mal momento, claro que sí, pero en cuanto hay un puente circulan por las carreteras más de seis millones de vehículos, así es que no entiendes nada. Creo, sinceramente, que hay demasiadas personas mandando y que, como siempre han existido, bandoleros hay en todos sitios.
¿Usted ve mal que la gente se manifieste?
Yo no veo mal que la gente se eche a la calle para protestar, pero siempre que se haga en silencio y sin caer en la barbarie que existe al final de muchas manifestaciones. Se ven atropellos, vandalismos, y eso es lo que no se puede tolerar. Y por lo que respecta al tema de la corrupción, creo que ahora se van a andar con más cuidado. Hay cosas que no se pueden tolerar en esta vida, y una de ellas es la corrupción.
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¿Vive como le da la gana?
Siempre he vivido como me ha dado la gana. Sobre todo, he sido un profesional que ha vivido para su profesión. Mi profesión ha sido mi gran amante, y por eso, en realidad, he tenido muy pocos amores. Mi profesión no me ha dejado nunca, me acapara, me tiene loco por ella. He tenido la gran suerte de elegir un trabajo que me gusta por encima de todas las cosas. Siempre he hecho lo que he querido, sí, pero siempre con respeto a las leyes vigentes. He vivido con todos los gobiernos y jamás le he pedido una subvención a ninguno. Siempre he vivido gracias a la amabilidad del público, que nunca ha dejado de venir a verme.
Sastres y manifestaciones
¿A qué se debe esa fidelidad del público?
Creo que el público me ha seguido, sobre todo, por los trajes que saco en escena y por lo bonito que es todo en cada función [risas]. Llevo toda mi vida escuchando a los tíos preguntándome: 'Chatín, ¿quién te hace esos trajes?'. ¡Yo, de sastres, lo sé todo!
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¿Qué no deja de hacer?
Respetar a las personas, ser amable, ser educado. Sin la menor duda, parte de la felicidad tiene que ver con el hecho de respetar a los demás. Si respetas, te respetarán. ¿Y cómo no voy a ser educado y amable con el público que me da de comer? Cuando escucho a alguna compañera o compañero quejarse por tener que firmar autógrafos, pienso: '¡Pero qué están diciendo!'. Si vas por la calle y no te mira nadie, chato, retírate, porque es que no vales nada. La amabilidad te reconforta. Y hacer bien tu trabajo, también. En Barcelona, el año pasado, una mujer, viuda desde hacía tres meses, fue a verme al teatro porque sus hijos la convencieron para salir de su casa, porque la pobre estaba completamente destrozada, desconsolada. Cuando la saludé, después de la función, me dijo: 'Mire, estoy avergonzada porque durante dos horas no me he acordado de mi marido'. ¡Me cago en la leche, no supe qué decirle! Joder, qué bonita es mi profesión y que orgulloso me siento de pertenecer a ella y de poder hacer un poco más feliz a la gente. Yo agradezco muchísimo que me hagan reír, que me hagan pasar un buen rato, que sean educados conmigo. ¡Se han perdido tanto la buena educación, la dignidad y las buenas maneras!
85 años, ¿pasaron volando?
Sí, pero ya no pienso en lo rápido que pasa el tiempo, porque soy consciente de que me queda muy poco, de que estoy llegando al final. Y lo lamento muchísimo... Hay cosas que uno no querría nunca dejar de hacer, como seguir besando a mis hijos... Recuerdo mucho mi niñez. Hay una edad en la que de nuevo te vuelves un crío. A lo mejor no recuerdo algo que me pasó hace dos meses, pero me acuerdo perfectamente, con total claridad, de cuando tenía 6 o 7 años. Y allí está mi madre, claro. Mi padre se marchó exiliado a Francia, por culpa de la Guerra Civil, y allí vivió veinte años. En fin, eran los brazos de mi madre los que estaban ahí para mí. Tampoco están ya los buenos amigos, y me acuerdo mucho de ellos. Los buenos amigos están muy bien, sobre todo cuando te has hecho a ti mismo, cuando nadie te ha regalado nada. Nadie sabe de verdad la soledad que sentimos los actores, porque, de alguna manera, vivimos en un mundo de fantasía. No somos muy realistas, somos de otro mundo. Cuanto más importante llegas a ser, más soledad puedes llegar a encontrar. Ésta es una profesión terriblemente ingrata y dura, no es ni mucho menos, como mucha gente se piensa, todo 'glamour'.
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¿Qué le pasa a usted con los feos, que se enciende hablando de ellos?
¡No me jodas, joder! Me pasa que van a las manifestaciones, me cago en la leche, qué quieres que te diga. Es que Frankenstein al lado de ellos es Robert Redford. Cuando se sale en manifestación, coño, hay que salir bien vestido, porque esa manifestación recorre el mundo y la imagen de España no veas cómo queda. El mundo entero preguntándose de dónde cojones sale tanto feo.
Nadie escoge su cara....
...la fealdad también es interior, cojones. ¡Los gestos, la mala educación...! Además, yo todavía no he visto a ningún español que reconozca lo feo que es, todos se creen Gary Cooper o George Clooney. ¡Y todos se creen que follan más que nadie!
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Ya sabe, perro ladrador...
¡Eso, aquí se ladra mucho y se muerde muy poco!
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