Urgente Localizan un cadáver en aguas del río Segura en Murcia
Marina Ortiz Julián, Candela Vicente Ferrer, Mariano García Soriano, Daniel Zaragoza Guirao y Andrea Almagro.

Así ha crecido la generación de la pandemia

El confinamiento sorprendió a 165.000 murcianos en plena adolescencia, un momento vital crucial que transitaron con restricciones. Cinco jóvenes que relataron a LA VERDAD cómo lo experimentaban entonces, reflexionan un lustro después sobre los reajustes que encajó a sus vidas

Domingo, 16 de marzo 2025, 07:22

Hace cinco años casi 165.000 adolescentes de la Región se confinaron en sus casas y, en un momento crucial para su desarrollo educativo, psíquico ... y social, minimizaron sus contactos y experiencias. La mañana del 12 de marzo de 2020, salieron despreocupados y entre risas del instituto; tardaron siete meses en regresar, con mascarilla, por días alternos y restricciones de todo tipo. Sus vidas no volvieron a ser iguales. A la transformadora revolución propia de la etapa vital que transitaban en 2020, incorporaron reajustes y modificaciones en su manera de estar en el mundo, de relacionarse, de consumir, de estudiar, de sentir, que han señalado su presente.

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El periodista de LA VERDAD Rubén García Bastida contactó en plena pandemia, en abril de 2021, con cinco adolescentes que, desconcertados en aquel momento, comenzaban a transformarse en adultos mientras se afanaban por adaptarse a un escenario que no acababan de encajar. El periódico ha vuelto a charlar con los cinco chicos para reflexionar con ellos sobre la marcada huella de aquel acontecimiento, que transluce en sus vidas. Los cinco estudiantes, todos universitarios ya, han puesto en primer término de sus vidas el cuidado de la salud mental y emocional, han interiorizado el teletrabajo, han hecho de su teléfono móvil y de las redes sociales una extensión virtual de su vida, y tienen grabada a fuego la idea de que todo puede cambiar en cuestión de un día. El estado de alarma y las restricciones fue para algunos el acelerador de transformaciones que ya estaban en marcha, y para otros propició cambios no siempre atribuibles por completo a la pandemia, que solo actuó de desencadenante.

La muesca de la alerta sanitara en la adolescencia es, para la psicobióloga y experta en Neurobiología del Comportamiento María del Pino Sánchez, natural. «Los adolescentes están un momento crucial, desarrollando aún funciones ejecutivas como la planificación, el control de impulsos, la empatía... Cuando llegas a los 12 años, tienes la capacidad, pero tienes que ponerla en funcionamiento y entrenarla», explica.

Muchos han incorporado el hábito de acudir al psicólogo para atender sus malestares emocionales con naturalidad

Coincide con esa opinión la psicóloga Elena Navío, para quien «sobrellevar el aislamiento durante un periodo vital en el que las relaciones sociales y el grupo de iguales ocupan un lugar esencial para el desarrollo de la identidad personal, representa un riesgo para el bienestar psicológico de niños y adolescentes; la salud mental hay que construirla, y depende de un proceso maduracional sostenido por los cuidados y de un proceso de socialización», apunta la experta.

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La pandemia marcó un antes y un después en la atención a la salud mental y emocional de los niños, adolescentes y jóvenes, que ocupa un plano mucho más visible desde entonces. Convienen en apuntarlo los hoy universitarios del reportaje, que han encajado en sus vidas la atención a su bienestar psicológico con una naturalidad inédita hasta entonces. «Teníamos cero conocimiento sobre la salud mental y emocional, de hecho, era un tema tabú para nosotros. Cuando comenzaron a asomar los problemas que afectaron y afectan a miles de jóvenes, la cuestión entró en el orden del día», destaca desde Chile Daniel Zaragoza Guirao, quien realiza una estancia de seis meses en la Universidad Bernardo O' Higgins de Santiago de Chile. El estudiante de Trabajo Social recuerda que «es cierto que aprendimos a estar con nosotros mismos, pero eso sin una buena educación en salud mental y emocional, hay gente joven que no supo gestionarlo, dejó secuelas».

Al psicólogo y al gimnasio

Los datos y las cifras que avalan esos argumentos se amontonan: según los datos recopilados en el informe 'Estado de situación de la salud mental y del bienestar psicológico de la infancia y adolescencia en la Región de Murcia tras la pandemia', el 80% de los menores murcianos han padecido trastornos afectivos y de ansiedad; el consumo de hipnosedantes sigue al alza entre los adolescentes murcianos, según revela la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanza Secundaria (Estudes), y el 20,3% de los alumnos de entre 14 y 18 años han recurrido en alguna ocasión a su consumo; los trastornos de la conducta alimentaria se han duplicado, y los casos de autolisis han puesto en alerta todos los recursos implicados en su tratamiento. «Ojalá la preocupación por la salud mental haya venido para quedarse», anhela José Antonio Ruiz, director del Servicio de Psicología Aplicada de la Universidad de Murcia, que hoy atiende a los jóvenes que fueron adolescentes durante los años de la pandemia. Este recurso daba cobertura antes de la alerta sanitaria a menos de 2.500 universitarios cada curso, una cifra que solo ha parado de crecer en los últimos años porque los recursos son limitados. «En los últimos cursos rondamos las 8.000 atenciones, pero tenemos a 70 estudiantes en lista de espera». En la mayoría de los casos, los universitarios buscan ayuda en el servicio aquejados de trastornos ansiosos y depresivos.

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La atención psicológica se ha convertido en hábito para miles de jóvenes, que la han normalizado como un hábito saludable. «Como hacer deporte», apunta Candela Vicente, quien hoy estudia en Madrid el doble grado de Derecho y Ciencias Políticas. Cuando terminó el confinamiento, pasó por la consulta para recuperar el bienestar emocional, y desde entonces recurre a alguna sesión cuando cree que puede venirle bien. Los tres años de pandemia, con sus confinamientos, reducción de la vida social, fiestas y viajes de fin de curso, clases en días alternos, distancia interpersonal... migraron una cuota destacada de las relaciones de los adolescentes a las redes sociales. Las interacciones con amigos se reconcentraron en sus móviles, que la mayoría de las familias les dejaron utilizar con menos cortapisas de lo habitual. «Solo podía relacionarme con mis amigas por videollamada, y ahora las mantenemos. Estamos todos un poco enganchados», bromea Marina Ortiz, hoy alumna de Enfermería y entonces estudiante de la ESO en el instituto Alfonso X de Murcia. La vocación sanitaria de Marina es quizá una de las muchas gestadas durante los meses en los que médicos y enfermeros se convirtieron en héroes y la sociedad tomó conciencia de su labor. Las solicitudes de plaza para los grados sanitarios, como los de otras profesiones relacionadas con los cuidados y la psicología, se mantienen disparadas desde entonces en las universidad de la Región.

La migración de una cuota destacada de sus relaciones sociales al mundo virtual terminó de cuajar durante el confinamiento

El 'enganche' a las pantallas es otra de esas cuestiones sobre las que no hay consenso. ¿La pandemia fue desencadenante, o solo lo agravó? «Los adolescentes viven desde hace tiempo en la realidad digital, que supone para ellos un lugar donde mostrarse, y donde encontrar amigos, pareja, buscar respuestas a muchos interrogantes. Al final la atención se dispersa y les cuestan más actividades que requieren un esfuerzo sostenido», defiende la psicóloga Navío.

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A los jóvenes que vivieron los años duros de la alerta sanitaria cuando transitaban entre la niñez y la juventud se les ha bautizado como la 'generación de cristal'. «Lo han pasado mal, pero también es cierto que tienen menor tolerancia a la frustración, les cuesta manejar los problemas naturales de la vida», valora la presidenta de la Asociación de Directores de Enseñanza Secundaria (Ades), Isabel Saturno, a quien le preocupan los problemas que sigue detectando entre los estudiantes del instituto que dirige, el Sanje de Alcantarilla. El psiquiatra Francisco Toledo opina que potenciar el posible efecto puede llevar a la psiquiatrización del malestar emocional.

En el balance positivo, Daniel Zaragoza estima que su generación ha incorporado «la capacidad de innovación y de adaptación» a su manera de entender la vida. En su caso, la conexión con la naturaleza, que estos días disfruta recorriendo montañas en Chile hasta que arranquen las clases universitarias en una semana, ha sido otra gracia añadida.

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La docencia virtual llegó también, con el teletrabajo y las redes sociales como puntal de las relaciones, para quedarse en la vida de los hoy universitarios, que no conciben el estudio sin portátil y conexión; y trabajar desde casa les parece una fórmula perfecta si se combina con jornadas presenciales. Al mismo tiempo, valoran la vida estudiantil con el aprecio del que la perdió. «No me gustaban nada las clases virtuales, me perdía, era complicado. Pasamos por aquello porque fue necesario, pero no volvería a ese modelo», reflexiona Marina Ortiz.

Rebeldía atrasada

El temor a los virus y las enfermedades no ha enraizado en exceso entre los jóvenes. A algunos les costó desprenderse del escudo que fue por un tiempo la mascarilla, sobre todo en los casos en que el cambio físico de unos meses fue evidente. Quizá algo más la responsabilidad sobre la salud pública, que le quedó grabada durante la desescalada. «Por una parte querías salir, ver a tus amigos, pero te pesaba también pensar que podías llevar el virus a casa y contagiar a la familia», cuenta Mariano García, quien recuerda los momentos de regreso a casa tras el toque de queda «como una película de zombis en la noche». El convencimiento de que la vida cambia en un día sí les ha quedado marcado. «Eso no se olvida. Lo hemos visto con la pandemia, con las guerras... Todo cambia en un momento», dice Marina Ortiz.

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«Ese tiempo que perdimos no vuelve», apunta Andrea Almagro, quien achaca el mayor individualismo de su generación a las vivencias de la pandemia. También, sugiere, la necesidad de vivir una rebeldía despreocupada que se les hurtó cuando correspondía. «Quizá saltarnos esos años hace que no nos correspondamos con lo que la sociedad espera de un adulto». «Somos otros, eso está claro», recuerda Mariano García en el quinto aniversario de un confinamiento que lo cambió todo.

Marina Ortiz Julián, hace cuatro años y en la actualidad. Nacho García
  1. Marina Ortiz Julián, 18 años Estudiante de Enfermería

    «Nos enganchamos a los móviles y ya no los soltamos»

A los 14 años, la vida de Marina, entonces alumna de segundo de la ESO en el IES Alfonso X, giraba en torno a sus amigas. «Cuando nos encerraron la única manera de relacionarnos que teníamos era el móvil, pasábamos mucho rato 'en llamada'», recuerda la hoy estudiante de Enfermería, a quien la retirada de la mascarilla le generó inseguridades que superó con ayuda. «Cuando empezamos a usarla éramos casi niños, y cuando toco retirarlas habíamos cambiado. No quería quitármela», recuerda. La dependencia del móvil para mantener las relaciones sociales que miles de jóvenes adquirieron entonces, reflexiona la joven, cogió fuerza en esos meses. «Se descontroló un poco», admite la universitaria, a quien le quedó clara una certeza: «La vida cambia en un día; hay que valorarlo todo; ¡hasta las clases presenciales! No me gustaban las virtuales!».

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Candela Vicente Ferrer, hace cuatro años y en la actualidad. Cedida.
  1. Candela Vicente Ferrer, 19 años Estudiante del doble grado de Derecho y Ciencias Políticas

    «Afloraron problemas de salud mental, pero ahora los manejamos»

Las redes sociales se instalaron durante la pandemia, y ahí siguen, en la vida de Candela Vicente Ferrer. Estudiante del doble grado de Derecho y Ciencias Políticas en Madrid, hoy es ella quien las maneja, no al contrario, y ha aprendido a mantener a raya la inquietud por la exposición y los estereotipos que hace cinco años, en plena adolescencia, le generaron malestar. «Florecieron muchos problemas de salud mental, lo he visto a mi alrededor, pero al mismo tiempo aprendimos a manejarlos, a entendernos, y nos obligó a la reflexión, a aprender a estar con nosotros mismos. Ahora valoro muchísimo el contacto personal, sé que es vital relacionarte».

Mariano García Soriano, hace cuatro años y en la actualidad. Guillermo Carrión / AGM
  1. Daniel Zaragoza Guirao, 21 años Estudiante de Trabajo Social

    «Aprendimos a estar con nosotros mismos, a conocernos más»

Desde la universidad chilena Bernardo O'Higgins, donde realiza una estancia de seis meses como parte de su formación en el grado de Trabajo Social, Daniel reflexiona sobre las derivaciones de la pandemia en su generación: «Nos permitió conocernos un poco más y aprender a estar con nosotros mismos; hay veces que la vida tan social y frenética de hoy no nos permite pararnos a disfrutar de nosotros. Aunque es cierto que nos puede haber dejado secuelas a nivel emocional y social, también es verdad que puso en el foco la salud mental y emocional en la juventud. Aprendimos a estar con nosotros mismos, y como no teníamos ninguna educación emocional, hubo gente que no supo gestionarlo».

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Daniel Zaragoza Guirao, hace cuatro años y en la actualidad.
  1. Mariano García Soriano, 20 años Estudiante de Lengua y Literatura

    «Cuando acabó el confinamiento habíamos cambiado»

A Mariano García Soriano el confinamiento le ayudó a gestionar su tiempo a conciencia, a organizarse mejor. También a manejar otras formas de comunicación con su familia. «Ahora que me he ido a estudiar a Murcia (es de Jumilla) hago muchas vídeollamadas con mis padres, hasta les he comprado un móvil a mis abuelos para llamarles», cuenta. El tránsito entre la adolescencia y la juventud muchos lo vivieron encerrados y con clases virtuales en días alternos y mascarilla. Para la generación, los cambios físicos y emocionales fueron visibles. «Costaba reconocer a algunos, habíamos cambiado. Muchos incluso utilizaron la pandemia para hacer deporte, cambiar de imagen...», recuerda.

Andrea Almagro, hace cuatro años y en la actualidad. Javier Carrión / AGM
  1. Andrea Almagro, 21 años Estudiante de Traducción e Interpretación

    «Nos ha faltado vivir la etapa de despreocupación de esa edad»

El día que cumplía 17 años, el Gobierno decretó el estado de alarma y el confinamiento. «Me quedé semanas pensando si algún día podría celebrar mi cumpleaños con mis amigos, el desconcierto era absoluto; hoy me parece una tontería, pero entonces no», recuerda la joven lorquina, que estudia Traducción e Interpretación en la UMU y trabaja en lo que puede -recepcionista, monitora de niños... compatibilizar. Su generación, reflexiona, es quizá más individualista que otras por lo vivido. «A veces tengo la sensación de que somos menos adultos porque nos faltó la etapa de despreocupación de la adolescencia, de que no cumplimos algunas expectativas como respuesta».

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