![Las madres que guían nuestros pasos](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/05/04/gif-dia-madre.gif)
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Una madre es una coordenada geográfica en movimiento, el punto del mapa al que hay que señalar cuando alguien pregunta 'de dónde vienes' y, a veces, también el único lugar al que regresar, especialmente cuando falla la brújula. Le pasó al chef murciano Samuel Ruiz ... después de sufrir el triple golpe de un divorcio, la muerte de su padre y el fin a una exigente y acelerada carrera laboral, cuando tuvo que abortar por la irrupción de la pandemia sus planes de probar fortuna en Madrid tras cerrar en Murcia su taberna japonesa Kome.
Se refugió entonces en la casa familiar, junto a su madre, uno de los pilares más firmes y consistentes de su vida, consejera y referente a lo largo de los años: el amarre a puerto. A su lado encontró el espacio para fraguar la catarsis de donde resurgió con la energía necesaria para reinventarse y abordar su vuelta a los fogones con la apertura del Café Bar Verónicas, una de las esquinas de moda de la gastronomía murciana. «Mi madre y yo siempre hemos tenido una gran unión -subraya-. Aquellos días los recuerdo con mucho cariño. Aunque no fuera un buen momento, pasamos una pandemia maravillosa, otra vez juntos, todo el día en casa, pintando. Porque mi madre es una excelente pintora», presume antes de ampliar con un largo listado de calificativos la descripción de su «cómplice» en aquellos días: «Generosa, comprensiva, con una serenidad envidiable; una mujer todoterreno, que es también muy cauta y muy relajada, alguien a quien da gusto tener cerca».
El cocinero es una de las cinco personas de distintos ámbitos en la Región de Murcia, que hoy, en el Día de la Madre, celebran con LA VERDAD el papel de las mujeres que les trajeron al mundo y que han marcado sus vidas.
Lo que no todo el mundo sabe es que, en su caso, esa mujer es uno de los rostros más emblemáticos de la historia de la televisión en la Región de Murcia en las décadas de los 80 y los 90: la periodista barcelonesa Ana Radigales, que recaló en Murcia para convertirse en la primera presentadora de la implantación territorial de Televisión Española en la Comunidad, conocida entonces como Telemurcia. Samuel creció viéndola cubrir todo tipo de noticias, aguardando dentro de la unidad móvil «a que ella terminara de retransmitir la quema de la Sardina o tantas otras fiestas y eventos». Fuera de los focos, la periodista se multiplicaba. «Nos recogía a mis tres hermanas y a mí y nos llevaba a las actividades. Vivíamos en La Alberca, y todavía subía, hacía la cena y se bajaba a hacer aeróbic a Santo Ángel. No paraba. Tenía una energía increíble». «Ella es mi referente, mi mejor amiga, mi cómplice», señala el chef, que hoy probablemente estaría dedicándose a otra cosa de no ser por ella, que le indicó el Norte magnético. «Yo no sabía qué hacer. Quería tirar por los medios siguiendo su ejemplo, pero no era buen estudiante. Ella me ayudó a buscar un oficio donde poder desarrollar mi creatividad. Ha sido clave».
También es imposible explicar el recorrido vital y profesional de la psicóloga Carmen Pérez Saussol sin la figura de su madre, la también psicóloga Francisca Saussol, con quien comparte clínica en Murcia. Una mujer «aventurera e independiente», que estudió Turismo, se enamoró del diseño textil y dio muchas vueltas antes de empezar a trabajar con la conducta humana. Una de ellas la llevó a integrarse en una comuna 'hippie' cuando Carmen era muy pequeña: la finca de La Longuera, ubicada en la localidad albaceteña de Elche de la Sierra, «una comunidad no violenta fundada por un discípulo de Gandhi», explica su hija.
La experiencia terminó abruptamente cuando Carmen empezó a tener «problemas digestivos» y el instinto de protección llevó a sus padres de vuelta a Murcia para contar con los recursos médicos necesarios.
Como la séptima de siete hijos, Francisca creció «acostumbrada a resolver muchas batallas», cuenta su hija. De niña tuvo un accidente que le causó un daño irreversible en un ojo, aunque esa complicación física jamás frenó su inquietud ni su actitud positiva. Es «acogedora, cariñosa, y más moderna que yo -señala Carmen-. Siempre ha llevado unas gafas fantásticas. Me vestía para ir al cole con algo que yo me negaba a ponerme, y me decía: 'Carmen, que esto se va a llevar».
La relación entre ambas ha atravesado, como en tantas familias, distintas fases. «¡Es que no nos parecemos en nada! -cuenta Carmen-. Ella dice que me parezco más a mi abuela. Y, claro, teníamos nuestras confrontaciones. Yo era muy responsable y mi madre me decía que no estudiara tanto. Una vez, incluso me cortó la luz para que dejara los libros. Y cuando me ponía mala, yo me empeñaba en que tenía que ir a clase y ella me decía que me quedara en casa. Ella, siempre al revés que todas las madres del mundo», dice riéndose.
Ahora, sin embargo, Carmen considera que forman «un gran equipo». «Somos muy complementarias -afirma-. Ella me completa». El punto de inflexión llegó cuando la hija se convirtió en madre. «Creo que es un momento en que muchas mujeres nos reconciliamos con nuestras madres».
Y si Carmen creció rodeada de pacientes y terapias para acabar dedicándose profesionalmente a ello, el murciano Yayo Delgado, periodista y responsable de comunicación de Estrella de Levante, lo hizo de libros y amor por la cultura. Hijo de dos escritores y profesores de Literatura, él acabó por acercarse también a las letras.
Si se le pide que piense en una imagen de su madre, Aurora Gil Bohórquez, la describe inmediatamente «leyendo en la mesa camilla o escribiendo en su despacho». «Recuerdo que mis padres salían a tomar el aperitivo con escritores como Pedro Cobos, Eloy Sánchez Rosillo o Pedro García Montalvo, y ahí estaba yo con mi Mirinda», señala. Luego le vienen otras muchas estampas de una infancia feliz: el día en que su madre le enseñó a pescar en La Manga o aquel otro en que, vestida «con un bikini lila», le ayudó a dar sus primeras pedaladas en bicicleta en Ibiza, en uno de sus viajes por España con la tienda de campaña.
Lo de moverse Aurora lo llevaba en la sangre. Nació en Ceuta y vivió en Melilla, Sevilla, Málaga y Oviedo antes de asentarse en Murcia, aunque «siente que sus raíces son andaluzas», ya que su madre era de Jerez y su padre, de Ubrique. El peso de ese vínculo y el cuidado que merece es una de las enseñanzas que su hijo considera que ha sabido transmitirle, «la importancia de la familia, de perdonarse y de quererse, de estar siempre ahí para los tuyos».
Yayo define a su madre como «alegre y cabezota», y asegura haber heredado de ella «el entusiasmo por las cosas nuevas, el respeto por la creatividad y el interés por la creación». «Nuestra relación ha evolucionado con los años hacia una confianza plena».
La unión que el concejal de Hacienda, Educación, Cultura y Portavocía del Ayuntamiento de Cartagena, Nacho Jáudenes, tiene con su madre, Paloma Jáudenes, está «fuera de lo común». Así lo avisa el edil en cuanto comienza a hablar. Y de ello da una pista el hecho de que haya empezado a identificarse, en los últimos años, únicamente con el apellido materno. La explicación está en las circunstancias en que vino al mundo.
Paloma se quedó embarazada de él a los 19 años y fue madre soltera. «Creo que eso ha marcado todo, tanto para ella como para mí», asegura su hijo. Fue en el año 1997. «La noticia cayó como una bomba en la familia y en el ambiente en que ella se movía en Cartagena».
Aquel vuelco vital exigió grandes dosis de sacrificio. Paloma abandonó los estudios, se fue de casa de sus padres y se puso a trabajar para sacar adelante a su hijo. «Tenía dos trabajos, uno por la mañana y otro por la noche, limpiando una clínica. Ella lo tenía todo en contra, pero decidió continuar y tenerme, y eso ha hecho que nuestra relación sea diferente a la de otros. Hay que tener en cuenta que, hasta que tuve ocho años -cuando llegó el primero de sus tres hermanos-, éramos solo ella y yo». Como madre soltera, Paloma llevaba a Nacho consigo a todas partes. «Incluso me sé su DNI de memoria, de cuando tenía que ir al banco o a hacer cualquier trámite. Eso no es muy normal», reconoce.
La unión entre ambos ha crecido en la adversidad y ha salido siempre fortalecida de la tormenta, como cuando Paloma, después de hacer crecer la firma de ropa y complementos Pequeña Moma, con la que llegó a tener 15 tiendas, tuvo que iniciar un concurso de acreedores por los efectos de la pandemia, y terminar traspasándola. «Que después de tanta lucha, estés consiguiendo realizar un sueño y que de repente se vaya todo al garete es muy duro», admite su hijo. Por eso, aunque pensaba en independizarse tras aprobar su oposición a Técnico de Administración General, Nacho decidió posponerlo para «apoyarla». Ahora vuelve a barajar la idea. «Ella ha salido adelante. Tiene su trabajo haciendo lo que le gusta. Es algo que me encanta de ella -dice-, que en los peores momentos siempre ha sido cuando ha sacado más fuerza».
Hay veces en que una madre no solo señala el camino. También lo pavimenta. La molinense Virginia Martínez, actual directora honorífica de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (OSRM), de la que fue titular entre 2012 y 2023, subraya siempre que puede que no fuese quien es si no fuera por su madre, Ana María Fernández, su principal pilar de apoyo en las dos etapas más importantes de su vida: su formación en la música y sus inicios como madre. «Sé que he podido dedicarme a la música gracias a ella, a que tenía un coche y un carnet, que era algo bastante raro en la época, y me sacaba del colegio y del instituto para llevarme corriendo al conservatorio comiéndome la merienda por el camino».
Ana María trabajó cuando era «muy jovencita», pero lo dejó muy pronto para centrarse en la crianza y brindar a sus hijos toda la ayuda que pudieran necesitar en su desarrollo, algo que Virginia no sabe cómo agradecer. Aún tiene clavada en la memoria una escena que se repitió muchas veces en un momento clave para su exitosa carrera profesional en la música, cuando recibió la titularidad de la Orquesta Sinfónica estando embarazada de ocho meses. «La única condición que puse fue que me dieran un camerino grande para colocar una cuna. Allí se mezclaban las partituras con los pañales. Me incorporé a los dos meses de dar a luz, y ahí estaba mi madre, en el camerino, con mi bebé en brazos esperando a que yo saliera del escenario para darle el pecho». «Ha estado siempre y sigue estando», dice emocionada. Cuando no ha podido estarlo, como en la estancia de Virginia en Viena, que inició con solo 20 años, o en sus distintos viajes, a Ana María le sale el instinto protector. «No hay desplazamiento en que no me diga que la llame cuando llegue», señala Virginia.
Se trata una de esas «frases de madre» que se repiten una y otra vez, y que no son otra cosa que un intento de seguir cuidando de los pequeños, aunque estos hayan dejado de serlo hace ya muchos años. «La mía todavía me dice que cruce en verde -reconoce Yayo Delgado-. Se ha quedado como una manera de decirnos que nos preocupamos por el otro. Ahora, cuando me voy, le digo muchas veces: 'Cruzaré en verde'».
La más repetida por Ana Radigales a su hijo Samuel, con quien habla a diario, tiene que ver con el humo: «No terminamos una sola conversación telefónica sin que me pida que deje de fumar. Hasta me pregunta cuántos me he fumado hoy», cuenta el chef. Otra forma de decir eso que a veces no se dice lo suficiente, lo que verbaliza Virginia Martínez y los demás demuestran con el cariño que destilan al hablar de sus madres: «Que la quiero muchísimo, que es una de las personas más importantes de mi vida. Y que lo será siempre».
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