La desaparición de un conocido asesor fiscal de Murcia, J. L. G., de unos 50 años de edad, cuyo coche fue hallado en la noche del jueves en el fondo de un acantilado de Punta Prima, en la costa oriolana, ha provocado una profunda conmoción en ámbitos judiciales y de la economía regional, en los que era muy conocido por su desempeño profesional. Su rastro se perdió hacia las diez de esa noche, coincidiendo prácticamente con el momento en que su Audi A-1 de color rojo fue localizado por unos viandantes volcado sobre unas rocas y con el motor encendido, pero sin nadie en su interior.
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Aunque en las primeras horas la principal hipótesis apuntaba a un posible accidente de circulación, en el que el conductor podría haber caído al agua, esta posibilidad parece ya descartada por la Guardia Civil. Para empezar, porque resulta complicado imaginar que un ocupante de elevada estatura, como lo es J. L. G., pudiera salir despedido de un coche de pequeñas dimensiones como el Audi A-1. Y aun en el caso de que pudiera haber ocurrido, el estado del mar, totalmente en calma estos días pasados, hace descartar que el cuerpo hubiera sido arrastrado lejos de allí.
Además, a lo largo de toda la jornada del viernes, submarinistas de la Benemérita rastrearon los fondos de esa zona sin hallar rastro alguno, como tampoco lo hizo el helicóptero que apoyó esas tareas desde el aire.
De igual modo, dentro del vehículo no se encontraron signos de que alguien hubiera resultado herido en el siniestro. De haber sido así, ello quizás podría haber explicado que la víctima se encontrara conmocionada y se hubiera podido alejar del lugar.
La Policía Judicial de la Benemérita en la provincia de Alicante, que se ha hecho cargo de la investigación, ha realizado intensas gestiones en los dos últimos días para tratar de buscar una explicación a su desaparición y está tratando de indagar en el estado actual de sus finanzas, en algunos negocios que explotaba al margen de su asesoría -como cafeterías- y en las relaciones que mantenía con personas con quienes podría estar asociado.
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J. L. G. está casado y tiene dos hijos adolescentes, y fuentes próximas a la familia señalan que esta se encuentra tremendamente afectada por una desaparición a la que no hallan explicación.
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