Seguir adelante. Ana Belén, que viajaba en el autobús que se accidentó hace hoy un año en la Venta del Olivo, con el resultado de 14 pasajeros muertos, posa sonriente en la puerta de su casa de Bullas con su perro 'Pancho'.

«No hay un solo día que no lo recuerde»

Ana Abellán, una superviviente del accidente de la Venta del Olivo, afronta el aniversario de la tragedia. «Algunas de las mujeres que íbamos en el autobús hemos creado un grupo de WhatsApp y quedamos para llorar y reírnos juntas»

Alicia Negre

Domingo, 8 de noviembre 2015, 00:31

Los hematomas y arañazos se han borrado del rostro de Ana María Abellán. La mujer que abre la puerta sonríe efusivamente e irradia vitalidad, pero aún arrastra fuertes dolores de espalda y largas noches en vela. Unas secuelas físicas, y sobre todo emocionales, que la devuelven una y otra vez a aquella fatídica madrugada. Ana es una de las supervivientes del accidente de autobús de la Venta del Olivo que se cobró la vida de 14 personas -la mayoría vecinos de Bullas- y del que hoy se cumple el primer aniversario. Una efeméride que, reconoce, no hace sino remover de nuevo un dolor no olvidado. «No hay un solo día que no lo recuerde», explica serena. «Cada noche, al acostarme, le doy un repaso».

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Ana María se embarcó en el viaje a Madrid que cada año se organizaba en su barrio, El Paraíso, para honrar la memoria de la madre Maravillas de Jesús, una santa muy ligada a la localidad. Era el séptimo año que se apuntaba a esta cita religiosa e iba acompañada de una prima que también sobrevivió al siniestro. Todo transcurría con normalidad hasta que, sobre las 23.30 horas, el autocar tomó la salida de la autovía A-30, muy cerca de la ciezana Venta del Olivo, para incorporarse a la RM-714, una carretera que debía llevarles hasta Bullas.

Fue en ese punto donde el Irizar BP de la compañía calasparreña J.Ruiz perdió el control y se precipitó por un terraplén de más de veinte metros de profundidad. Un terrible accidente que los informes de la Guardia Civil achacan a la fatiga y la falta de atención del conductor. «Oí gritos que decían 'ay, ay, que nos la pegamos' y luego noté cómo el autobús se iba de un lado para otro», recuerda esta pasajera. Fueron apenas unos segundos, pero Ana María, que no perdió el conocimiento en ningún momento, los recuerda a cámara lenta. Después del golpe, todo quedó en silencio», recuerda con gran tristeza. «Un silencio aterrador». Tras esos tensos segundos, comenzaron a escucharse los primeros sonidos. «Se oían gritos, alaridos de dolor y gente pidiendo auxilio», explica. «Fue terrible».

«Cierro los ojos y oigo gritos»

Ana perdió a muchas amigas y vecinas en ese viaje. «Nos conocíamos de toda la vida», explica. «Tengo sus fotos, las miro y las tengo muy presentes». La mayoría de las supervivientes del accidente de Cieza han seguido muy ligadas en este año y se han tendido una mano para afrontar la terrible vivencia. «Hemos creado un grupo de WhatsApp y ya hemos quedado un par de veces», explica. «A veces nos juntamos y lloramos. Otras nos reímos».

A lo largo de este año, esta bullense se ha sometido a terapia psicológica para asumir lo ocurrido y sacar fuerza para seguir adelante. «El psicólogo me dice que esto es como el fuego. No debes huir de él, sino saltarlo. Aprender a vivir con ello». Siguiendo su consejo, esta superviviente asegura que habla a menudo del accidente y lo tiene muy presente. En otras ocasiones, confiesa, es inevitable. «Hay noches que cierro los ojos y oigo los gritos. No puedo dormir y me pego una panzada de 'teletienda'», explica. «Esto va por días. A veces estoy muy llorona».

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En esta batalla, Ana asegura que ha contado con la ayuda de sus vecinos, de sus amigos y de sus hijos, uno de sus principales apoyos. «Por ellos se hace lo que sea». Sus allegados le están ayudando, por ejemplo, a perder el miedo a subir en autobús. «Subí por primera vez hace un mes para ir a una boda en Cehegín e iba con mucho miedo», explica. Ana también confiesa sentirse muy mal cuando tiene que atravesar la zona de la Venta del Olivo, donde ocurrió la tragedia. «Pasé para ir a Madrid y me sentí fatal».

Una fe inamovible

La vida, sin embargo, sigue y son muchos los que plantan cara al miedo y la tristeza. Algunos bullenses se esfuerzan incluso por mantener el fervor por la Santa Maravillas. La parroquia ya está organizando un nuevo viaje de autobús que saldrá el sábado 14 para ir a visitar el convento de la religiosa en Madrid. «Algunas de las que iban en el autobús cuando ocurrió el accidente repetirán este año», explica Ana, «pero yo no me veo con fuerzas». Asegura, sin embargo, que no ha perdido la fe por una santa que ya le ayudó hace años con un grave problema de salud. Esta superviviente explica que la cercanía del primer aniversario del accidente se ha dejado sentir con fuerza en las calles de la localidad. «El pueblo está trastocado». En Bullas casi todo el mundo perdió un familiar, un amigo o un vecino aquella terrible noche y el dolor aún sigue muy presente. «Esto -remarca una vecina- no se va a olvidar nunca».

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