irene gómez y marta úbeda
Domingo, 8 de noviembre 2015, 07:57
Los vecinos de Bullas, un año después del fatal accidente de Cieza, no pueden evitar que sus palabras se enturbien de dolor al recordar todo lo sucedido la noche del 8 de noviembre de 2014. «Sentimos mucho lo que ocurrió, nos conocíamos todos», explica emocionado un vecino de la localidad, que prefiere guardar su anonimato.
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Antonia Fernández, otra lugareña, formaba parte del grupo de personas que ese fin de semana había viajado a Madrid para visitar la tumba de Santa Maravillas y, en en el trayecto de vuelta, iba en el autobús que circulaba delante del vehículo que sufrió el accidente. «Los dos autobuses íbamos siempre juntos y cuando apenas quedaban treinta minutos para llegar a Bullas vimos que el otro coche se había quedado muy atrás», cuenta Antonia recordando aquella fatídica noche.
Los pasajeros de ambos vehículos habían disfrutado juntos de un viaje a Madrid que, como cada año, organizaba la parroquia de Bullas para visitar el Cerro de los Ángeles, donde se encuentra el convento de las Carmelitas Descalzas. Tras la cita religiosa y después de visitar algunos de los lugares más emblemáticos de Madird, el grupo compuesto, en su mayoría, por bullenses, se dividió en dos autobuses para regresar a la localidad murciana. A la altura de la Venta del Olivo, el conductor del segundo vehículo, Norberto Vicente G.V., se salió de la carretera precipitando el autobús por un terraplén. Informes periciales concluyeron que la causa del accidente fue «una atención inadecuada derivada de una situación de fatiga» por parte del conductor.
«Al principio no sabíamos qué había pasado. Yo tenía dos familiares viajando en el otro autobús, el que se había retrasado, pero no quise llamarles para no crear una alarma», explica Antonia.
Fue el conductor de un turismo el que avisó al chofer de lo que había sucedido con el otro autobús. «Uno de nosotros bajó del coche para hablar con el conductor, cuando subió y le vi la cara supe que algo muy grave había pasado. Estaba blanco». Al enterarse de que el otro vehículo había sufrido un accidente, Antonia se apresuró a llamar a sus familiares «pero ya no contestaban». «A partir de ahí todo fue muy angustioso. El autobús nos dejó en Bullas y nos fuimos a nuestras casas a llamar a todos los hospitales para tratar de localizar a nuestros compañeros de viaje».
Finalmente Antonia Fernández encontró a sus familiares en el Hospital de Cieza «con muchas heridas pero a salvo».
Un año después, el recuerdo de aquel trágico suceso continúa muy presente para los vecinos de Bullas que buscan la tranquilidad y el silencio para superar las pérdidas.
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