La trabajadora social María Martínez y el policía local Nicolás Hernández hablan con Fernando en la plaza Circular de Murcia. Ros Caval/ AGM

Vidas sin techo a 40 grados en Murcia

LA VERDAD acompaña a un equipo del Semas en una de las salidas que realizan para atender a las personas que viven en las calles

Lunes, 15 de julio 2024, 01:29

Detrás de cada botellín de agua fría y de cada una de las gorras que ofrecen a las personas sin hogar repartidas por el centro ... de la ciudad de Murcia para que puedan soportar las altas temperaturas de estos días hay un claro objetivo: «Revertir su situación a medio o largo plazo». Es una de las principales misiones que persiguen cada día desde el Servicio de Emergencia Móvil y Atención Social del Ayuntamiento (Semas), que coordina desde hace 27 años el trabajador social jumillano Pepe Morales.

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«La ayuda siempre va más allá del gesto de darles agua fresca en verano o un café con leche caliente en invierno; lo que nos importa es conocer la causa que les ha llevado a vivir en esa situación de desarraigo –ya sea porque han caído en adicciones o por rupturas familiares– para poder ayudarles a darle la vuelta», explica Morales antes de comenzar el recorrido en el que LA VERDAD acompañó a un equipo del Semas en una salida de las que hacen habitualmente para prestar atención a los 'sintecho' de la capital.

Una condición que no tiene por qué estar motivada por la falta de recursos económicos, según destaca María Martínez, trabajadora social del Semas, que conoce muy bien el trasfondo de estos casos, entre los que cada vez hay más mujeres y gente joven, según advierte. «Vemos muchos inmigrantes que estaban tutelados en centros de menores y han salido al cumplir la mayoría de edad y últimamente también hemos notado un aumento de la presencia femenina en la calle».

«Muchos se han ido a la playa porque la ciudad se queda desierta en verano y allí tienen más posibilidades de conseguir donativos»

Crudas realidades que se hacen aún más cuesta arriba cuando los termómetros alcanzan los 40 grados y el asfalto en la ciudad arde. «Hemos notado que muchos se han ido a la playa porque Murcia se queda desierta en verano y en la costa, además de pasar menos calor, tienen más posibilidades de conseguir donativos», comenta la trabajadora social ante la atenta mirada de su compañero del Semas, el policía local Nicolás Hernández. Ambos demuestran en el trato con las personas sin hogar una gran destreza para ganarse su confianza y recordarles que tienen a su disposición recursos municipales para salir de la calle.

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«La procesión va por dentro»

Sin embargo, no todos quieren dar un giro a su situación. Es el caso de Miguel Ángel, un vecino de La Ñora de 60 años que lleva la mitad de su existencia sin techo. «A mí no me cambia la vida nadie», afirma sentado a la sombra en un banco de la céntrica plaza de Santa Isabel. «Cobro 517 euros de pensión y me administro para comer y no pedir dinero a nadie», resalta.

Rocky, un argelino que llegó en patera hace ocho años, es atendido por Pepe Morales en el centro de Murcia. Ros Caval/ AGM

No es el caso de Vicente, un extremeño de 73 años que está al otro lado de la Gran Vía, sentado en un escaparate junto al Banco de España, esperando que caiga alguna moneda más. «Tengo dos hijos, pero no quieren saber nada de mí», manifiesta sobre sus lazos familiares. «Cuando tocamos fondo, nos convertimos en invisibles», reza el cartel que ha preparado para pedir dinero. Y, aunque reconoce que «la procesión va por dentro», no pierde la sonrisa.

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Un polo de manga corta

Mientras Miguel Ángel y Vicente cuentan con ingresos mínimos, Rocky no tiene ni papeles y dice que trabaja esporádicamente en el campo para conseguir algo de efectivo. Su caso es el de uno de tantos argelinos llegados en patera en busca de una vida mejor. Tiene 43 años y se mostró muy agradecido cuando el equipo del Semas, además de proporcionarle una gorra, un zumo y agua fría, le dio un polo de manga corta al comprobar que iba vestido con una sudadera de abrigo porque no tenía ropa veraniega. «Te traeremos más», le prometieron.

La historia de Fernando también está ligada a la supervivencia en la calle con los termómetros al rojo vivo. «Voy aguantando como puedo; ayer me bebí ocho litros de agua», detalla en la plaza Circular este madrileño de 38 años. «Llevo una mala racha; soy adicto a la base y estoy intentando salir de la droga», confiesa con un rosario colgado del cuello, ya que, según indicó, es «creyente de vez en cuando». Una fe a medias que espera que le dé fuerzas para ganar su ardua batalla.

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