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Orilla del Azarbe es mucho más que una vía del callejero de Murcia. Esta zona del municipio donde viven unos 1.600 habitantes –según la asociación de vecinos– pertenece a cinco pedanías diferentes, lo que para los residentes es motivo para sentirse «en tierra de ... nadie».
El núcleo de población se extiende desde el cruce de La Cueva, en Monteagudo, hasta el límite con Orihuela, en los Tres Puentes, y, en los ocho kilómetros de recorrido que hay entre ambos puntos, las veredas, carriles y caminos de huerta se reparten entre El Esparragal, Cobatillas, Llano de Brujas, Santa Cruz y El Raal, además de una parte que pertenece a la vecina localidad de Santomera. «Somos de todos, pero no somos de nadie para solucionarnos las papeletas», denuncian desde la Asociación de Vecinos de Orilla del Azarbe. Están convencidos de que sus problemas se resolverían de una forma mucho más ágil si formasen su propia pedanía y no dependiesen de cinco juntas municipales. «Nos sentimos en tierra de nadie porque estamos en medio de cinco pedanías y, a la hora de pedir servicios o dar respuesta a nuestras necesidades más básicas, hay que ir de un pedáneo a otro porque cada acera, farola o macetero es de un término diferente», asegura Pedro García, que lleva más de dos décadas representando a los azarbeños.
Los residentes destacan que uno de los principales problemas de Orilla del Azarbe es el tráfico que soporta la carretera de la red autonómica RM-F10, una travesía con poca anchura que en gran parte de su recorrido no cuenta con aceras a ambos lados de la calzada porque las viviendas están en el mismo borde. «Hay vecinos que salen de su casa y, al dar un paso, ya están pisando el asfalto. Tenemos contabilizados 16 pasos estrechos en un tramo de cuatro kilómetros, en los que no pueden pasar dos coches a la vez. El tráfico de turismos, camiones y tractores ha aumentado mucho en los últimos años y, en las horas punta, se forman grandes colas». Concretamente, una media diaria de 4.500 vehículos circulan por esta vía –según datos de la Dirección General de Carreteras– para evitar otras arterias principales cercanas.
A los vecinos de Orilla del Azarbe les gustaría tener entidad de pedanía y esto viene de lejos. «Tengo unas ganas que no te puedes imaginar», destaca Fina González. Esta vecina nació en la Vereda del Catalán (Santa Cruz) pero ahora vive en El Esparragal, aunque entre la casa en la que se crió y en la que ahora reside solo haya unos pocos metros de distancia. «Aquí estamos abandonados. Si fuéramos pedanía tendríamos más servicios», recalca mientras su tocaya Fina Marín sostiene que «aquí se pasan la bola unos a otros y nadie hace nada. Necesitamos tener a un pedáneo que dé soluciones al pueblo». Lo mismo opina Paquita Vidal, quien no duda en afirmar que están «dejados de la mano de Dios».
Como ellas, son muchos los vecinos que sienten que no son nunca la prioridad de las pedanías a las que pertenecen. «Somos la orilla de las cinco pedanías. Los centros urbanos se llevan las inversiones, aquí solo hay un pequeño parque y no tenemos instalaciones deportivas. Tampoco hay terrenos para edificar y los jóvenes acaban yéndose a otras poblaciones cercanas donde pueden comprarse una casa. Cada vez somos menos y más viejos», lamenta García. Sin embargo, esta fuga generacional no se corresponde con el sentimiento de pueblo. «Somos un núcleo de población con mucha identidad. Tenemos iglesia, colegio, consultorio médico, centro de mayores y nuestras propias fiestas en honor a Santa María del Azarbe, que estamos celebrando ahora. Solo nos falta ser pedanía».
Orilla del Azarbe toma su nombre de la acequia que atraviesa su territorio, el Azarbe Mayor, que vertebra las aguas sobrantes del sistema de regadío tradicional que nace en La Contraparada y hace posible la reutilización de los recursos hídricos que discurren por esta parte de la huerta de Murcia.
La acequia, que lleva años cubierta, ha sido objeto de varios desprendimientos de cimbrado. El más reciente se produjo hace una semana y supone un obstáculo «muy peligroso», tanto para los vehículos que circulan por la zona como para los viandantes. «El viernes de la semana pasada un camión aparcó sobre el azarbe y el cimbrado cedió», según detallan los vecinos, que reclaman «soluciones urgentes».
Temen que este desperfecto pueda caer en el olvido, como dicen que ya ha pasado en otras ocasiones anteriores. «Hay agujeros que llevan casi un año sin arreglar y pueden provocar accidentes». Este periódico ha preguntado al Ayuntamiento de Murcia, de quien es competencia el mantenimiento del recubrimiento de la acequia, pero no ha obtenido respuesta por su parte.
Desde la Junta de Hacendados aseguran que ya han alertado al Consistorio en varias ocasiones del mal estado del cimbrado. «Hicimos un informe técnico que pone de manifiesto la necesidad de reforzar el hormigón y las planchas de hierro que tapan la acequia para darle solidez, pero pasan de nosotros», lamenta Juan Jesús Sánchez.
No es la primera vez que los vecinos de Orilla del Azarbe se llevan un susto por la rotura del cimbrado de la acequia. «Hace unos seis años una mujer se coló en el azarbe porque el suelo cedió de repente y tuvo que ser rescatada del agua». Por suerte, la accidentada no resultó herida, pero «aún no han arreglado el boquete».
La fisonomía de Orilla del Azarbe hace que los domicilios de la zona tenga hasta seis códigos postales diferentes, cinco de las pedanías murcianas en las que se divide el territorio y uno del municipio de Santomera, en cuya oficina de Correos acaban la mayoría de las cartas y paquetes extraviados. Los repartidores terminan depositando allí las entregas cuando no localizan las viviendas de los destinatarios por la particularidad de este núcleo de población ubicado en pleno corazón de la huerta de Murcia, como señala Marisa Sáez. «Aquí no llegan ni las cartas ni los paquetes». Esta vecina vive en el cruce de la carretera de Alquerías y su casa pertenece a Cobatillas, aunque las viviendas colindantes son de El Raal y Santomera. «Cada vecino tiene un código postal, imagínate el lío de los carteros».
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