Zona de aparcamiento libre en la calle Juan Ramón Jiménez del barrio del Infante, donde tienen lugar las reyertas. Vicente Vicéns/ AGM

Vecinos del barrio murciano del Infante denuncian reyertas y robos de un grupo de gorrillas

Reclaman más presencia policial ante una creciente inseguridad que creían superada tras el cambio de perfil de la vida de esta zona

Jueves, 14 de noviembre 2024, 00:26

El fin de las restricciones tras la pandemia dio un impulso a la calle Juan Ramón Jiménez del murciano barrio del Infante, una vía que durante años estuvo marcada por la «mala fama» por las continuas reyertas y discusiones que se producían entre clientes de ... los locales de ocio nocturno y que habían llevado a los vecinos a una situación «límite». El cierre de varios de estos establecimientos y su sustitución por otro tipo de negocios redujo los incidentes violentos. Sin embargo, la reciente instalación de un grupo de gorrillas, según denuncian los residentes, ha devuelto la inseguridad a la zona.

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«Antes, las peleas con navajas en las puertas de los clubes y las patrullas de coches de Policía llegando tras el aviso de algún vecino eran la tónica de cada fin de semana», explica Aurelio, que vive en la zona desde hace más de cuarenta años y ya daba por superado ese capítulo. Ahora, son los altercados producidos por los aparcacoches los que mantienen en alerta a los vecinos, afirma.

Desde el Ayuntamiento de Murcia confirman que en los años previos a 2020 tuvieron que actuar reiteradamente en la zona ante denuncias por los ruidos de los locales, comprobando si los niveles estaban dentro de los valores permitidos. El Consistorio asegura que «con el cambio de tipología de estos establecimientos, las protestas vecinales se redujeron de forma drástica sin que hasta la fecha se tenga conocimiento de que alguno de estos locales quiera volver a ser discoteca».

«Vivir aquí era un infierno por los locales de ocio; tras su cierre, lo creíamos superado y tememos volver a esa situación»

Añaden que la intervención de la Policía Local se ha reducido en los últimos cuatro años al haber menos requerimientos vecinales.

Tras la Covid, el cierre de los clubes iniciado años antes por un cambio del ocio nocturno hacia Atalayas y el ZigZag, dio paso al resurgimiento de la calle como centro de la gastronomía latinoamericana. En apenas 300 metros hay cuatro locales.

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Tania, vecina y propietaria de La Madrina, uno de estos restaurantes, explica que «el ambiente en la zona era muy bueno, pero el tema de los aparcacoches ilegales está complicando de nuevo la situación y cada vez es más preocupante». Denuncia que hace unos días «dos se acuchillaron mutuamente» y que a ella han intentado robarle por la ventana de la cocina, como también a camareros en la hora del cierre y a viandantes: «No hay que olvidar que aquí hay mucha población mayor y que un tirón a un anciano puede tener consecuencias muy graves».

«Quienes han abierto su negocio aquí son latinos muy emprendedores que han devuelto la vida a la zona, y que atraen a un público familiar. Con el cambio hemos ganado en calidad de vida», insiste Aurelio. Pero alerta de que la presencia del grupo de gorrillas que opera en la avenida está provocando inseguridad.

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Él y otros vecinos coinciden en que la falta de aparcamiento generada tras las obras de movilidad en un barrio que «históricamente ha hecho las veces de aparcamiento de funcionarios y gente que venía al hospital Reina Sofía», ha provocado que estos aparcacoches se desplacen hasta aquí por ser zona blanca. «Echamos en falta más vigilancia policial, ha habido ya varios robos», apunta.

Desde el Consistorio aseguran que los agentes controlan de forma habitual a los gorrillas de esta calle y que el Grupo Especial de Seguridad Ciudadana tiene programadas vigilancias para evitar estas actuaciones.

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El temor al pasado

«Hace unos años si decías que vivías en la calle Juan Ramón Jiménez la gente se echaba las manos a la cabeza. Esto era un infierno: la gente salía de las discotecas de madrugada y había peleas, gritos. Era imposible descansar. Ahora tememos volver a una situación parecida», recuerda Leandro, vecino de la zona desde hace cuatro décadas y con quien coinciden quienes pasean por esa avenida y residen en bloques cercanos.

Ramón añade que «hasta hace muy poco las viviendas estaban devaluadas y era difícil vender». Reconoce que la atmósfera ha cambiado a mejor, pero cree que los problemas de ahora se deben a la «falta de control» policial y pide que no se olviden del barrio.

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Raquel se mudó hace cuatro años a la zona por la tranquilidad del barrio y es madre de un bebé de seis meses. Como el resto, reclama más presencia policial disuasoria: «Los gorrillas suelen quedarse hasta altas horas de la noche discutiendo, bebiendo y peleándose en la calle Pitágoras, anexa a Juan Ramón Jiménez, un tramo peatonal con mala iluminación en el que cruzar por la noche puede ser peligroso».

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