En el obrador. Juan Pedro, Caridad y Carmen. ROS CAVAL / AGM

La Tienda de Cari y de Monteagudo

El comercio, con más de 50 años de historia, mantiene cada semana la tradición huertana de la matanza del cerdo

Sábado, 7 de mayo 2022, 08:27

Se llama La Tienda de Cari, pero su nombre podría ser 'La Tienda de Monteagudo'. Al entrar en este establecimiento con más de 50 años de historia la sensación es la de hacer un viaje en el tiempo. La estética del local es exactamente la misma que tenía cuando abrió sus puertas en el barrio del Collado de esta pedanía murciana. No hay caja registradora –la recaudación se guarda en un cajón–, aún se fía a algunos clientes y junto al mostrador de toda la vida se extiende una barra porque esta tienda también es bar.

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Los viernes la tienda-bar se convierte en carnicería porque se mantiene viva la tradición de la matanza del cerdo, que antiguamente llenaba las despensas de los huertanos. «A las 6 de la mañana llega el cerdo del matadero y nos ponemos a hacer el embutido», explica la única hija de Cari, Carmen Espín, que tomó el relevo en el negocio cuando su madre se jubiló y ahora es quien lleva las riendas junto a su marido, Juan Pedro Caravaca.

Las morcillas son el producto estrella de la matanza. «Si no las tienes encomendadas, no hace falta que vengas un viernes», aconseja Norberto González mientras acaba de tomarse un 'golpe' de coñac en la barra de este establecimiento tradicional que define como «la tienda de la abuela» y que le trae muy buenos recuerdos de cuando era crío y le hacía los 'mandaos' a su madre. «Ir a hacer la compra a una gran superficie es algo mecánico; aquí el trato es muy humano y uno se siente como en su casa. Nos quitarían un trozo de Monteagudo si cerraran».

Caridad tiene 81 años y destaca que ha trabajado mucho durante toda su vida, de cría en la tierra y después en la tienda-bar

Lo mismo piensa María Martínez, que llega en zapatillas de estar por casa a comprar unos fideos que le faltan para la sopa porque esta tienda es «una extensión» de su casa. Vive pared con pared y asegura que podría hacer un agujero porque su marido siempre está allí (en el bar).

Mientras María se va corriendo a terminar la comida, Juan Molina se pide un chato de vino y unas avellanas en la barra. «Como aquí no se está en ningún sitio, el ambiente es muy amigable y la taberna es única». Alfredo Castillo ha preferido ocupar una de las cuatro mesas del bar, con vistas al Castillejo. «Esta tienda es especial. Cari se ha ganado a pulso el cariño de todo el pueblo y yo vengo aquí todos los días que sale el sol y los que no, también», bromea entre risas.

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«Viene gente de todos sitios»

La Tienda de Cari traspasa las fronteras de Monteagudo. «Viene gente de todos sitios a llevarse embutido y hay quien hasta lo congela. Churra, El Esparragal, Cabezo de Torres, el centro de Murcia, Santomera, Casillas, Cobatillas, Puente Tocinos, Zarandona y hasta de Alicante», destaca Carmen. Suelen ser clientas fijas que demuestran que la publicidad del boca a boca sigue funcionando en este pequeño establecimiento escondido entre callejones próximos al jardín de la Cruz. Como las morcillas son el bocado más demandado de la matanza del marrano, Carmen suele hacer unos 50 kilos cada semana, pero también tienen otros manjares muy apreciados por sus clientes, entre los que destacan salchicha, longaniza, butifarra, chorizos y blancos.

Caridad Fernández es la protagonista de este negocio de toda la vida, una mujer de 81 años que nació en la Orilla del Azarbe y que se trasladó a Monteagudo cuando se casó con su marido, que falleció a los cinco meses de abrir la tienda. «He trabajado mucho. Cuando era pequeña lo hacía en la tierra porque mis padres plantaban de todo: algodón, pimientos, berenjenas, ciruelas, panizo, peras y hierba para alimentar a los animales que teníamos en casa. Y en la tienda hasta piqué piedra cuando estábamos haciendo la obra».

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«Este local es especial», asegura Alfredo mientras disfruta de las vistas que hay del Castillejo desde el establecimiento

Recuerda el día que se puso por primera vez detrás de un mostrador. «Mi cuñada Maruja tenía tienda y cuando emigró con su familia a Alemania me pidió que me ocupase yo del negocio. Nunca había cogido un lápiz y no sabía ni sumar, pero al final acabé haciendo cuentas muy largas». Este fue el primer contacto que tuvo con el que se convertiría en su oficio. «Después montamos nuestra propia tienda. Le pusimos La Tienda de Cari, pero es de todo Monteagudo».

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