1. Finca familiar. La Casa del Pino, una de las edificaciones cuyo interior fue restaurado por Asoarte.

Secretos de Estado en un almacén de Santo Ángel

La recuperación del histórico archivo De la Cierva evidencia que aún faltan fondos por encontrar

Antonio Botías

Murcia.

Domingo, 30 de diciembre 2018, 11:04

Estaría perdido, cuando menos escondido, pero pocos desconocían su existencia. Porque la recuperación hace unos días del archivo de Juan de la Cierva y Peñafiel, ministro de varias carteras con Alfonso XIII, devuelve a la actualidad un fondo bien conocido desde hace décadas. Así que lo importante ahora es determinar si realmente sus sucesores lo conservaron íntegro o se han perdido documentos. Y las cuentas, de entrada, no salen. Según la Policía Nacional, se han rescatado de un almacén de la pedanía murciana de Santo Ángel 938 legajos, 117 cajones, 19 archivadores, 150 carpetas y 157 libros contables. ¿Son correctas las cifras?

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Preguntemos a la historia. Uno de los primeros descendientes del ilustre político que manifestó su voluntad de que el archivo fuera público fue su nieto Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), historiador y ministro de Cultura en 1980. Durante una visita a Murcia en 1982 aseguró que la familia crearía una fundación para abordar la catalogación y difusión del fondo documental, como publicó el diario 'Línea' en enero de aquel año en una excelente crónica firmada por Diego Vera.

De la Cierva aclaró que el archivo era «el más importante e inédito de todos los que sobre la Restauración existen en España». Y por ello había recibido la familia no pocas ofertas para su adquisición, aunque «siempre nos hemos negado, porque debe seguir estando en Murcia». No faltaron ofertas de instituciones internacionales para su adquisición. También existió en su día la posibilidad, rechazada por la familia, de que los fondos quedaran a cargo de la Academia de Jurisprudencia.

La versión oficial sostiene ahora que el fondo fue trasladado a la casa familiar, la hacienda Torre Cierva -separadas ambas palabras y no juntas como mal se ha informado-, en la década de los años cincuenta del siglo pasado. Pero es cierto a medias. Buena parte del archivo ya se encontraba allí mucho antes. De hecho, incluso tuvo la suerte de 'sobrevivir' durante la Guerra Civil al paso de un destacamento soviético por la finca.

A estos documentos, se sumaron más tarde los que, ahora sí, provenían «del bufete de abogado que tuvo mi abuelo», como también reveló Ricardo de la Cierva. Así las cosas, lo que resulta evidente es que todo el conjunto no sufrió expolio alguno antes de que se constituyera la fundación. Nadie ahora podrá alegar ese extremo para justificar cualquier pérdida.

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No cuadran las cuentas

El contenido del fondo es espléndido. Allí se conservan -o debieran conservarse- documentos indispensables para el conocimiento de hechos históricos que tuvieron lugar mientras De la Cierva fue ministro de Fomento, Instrucción Pública, de Gobernación (cartera que ocupó durante la Semana Trágica de Barcelona en 1909) y de la Guerra en dos ocasiones, una de ellas cuando se produjo el Desastre de Annual en 1921.

A ellos se suman fotografías, informes reservados, telegramas y cartas tan destacadas como las que firmaron el presidente Antonio Maura, Azorín y Ramón y Cajal, entre otros. Sin olvidar la posibilidad de más papeles que hagan referencia al autogiro, el revolucionario invento de su hijo, Juan de la Cierva Codorniú. Pese a todo, no hay que olvidar que Ricardo de la Cierva era historiador y muy prolífico autor de libros que, sin duda y como heredero en parte del archivo, se nutrirían de aquél.

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Otra incógnita por resolver son las diferencias entre lo recuperado por la Policía Nacional y lo que, por boca de algunos integrantes de la familia, se conservaba. Así, se han decomisado 938 legajos, 117 cajones, 19 archivadores, 150 carpetas y 157 libros contables. Pero las cifras anunciadas también en 1982 en el diario 'Línea' eran muy diferentes. Entonces se anunció que el archivo estaba formado por «215 cajas archivadoras, 145 cajones, 145 legajos y 2.500 libros». ¿Dónde están las cajas y libros que faltan?

Al margen de controversias, Torre Cierva es otro de los ejemplos de la falta de sensibilidad pública hacia la historia de la ciudad. La finca atesora diversas edificaciones de gran interés, como la Casa del Pino, que también da nombre al entorno y que comprara la antigua Cajamurcia. Fue restaurada con evidente maestría y buen gusto por Loreto López, de Asoarte. Aunque luego le echaron el cerrojazo.

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Pasto de los dúplex

La finca, desde que el arquitecto Pedro Celdrán comenzara los trabajos a comienzos del siglo XX, ha estado presente en algunos acontecimientos que bien merecían su recuperación. Allí, por apuntar un ejemplo, disfrutó de los veranos el joven Juan de la Cierva, en cuya torre probaron distintos modelos de autogiro.

En una entrevista publicada en 'Línea' en 1945, Francisca Mompeán Ruiz, criada de la familia desde antiguo, recordaba que el inventor «se pasaba días, semanas y meses enteros haciendo aeroplanos de papel, arrojándolos desde la torre de la finca. Siempre estaban el suelo y las copas de los árboles llenos de estos aviones».

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La sirvienta recordaba que en otra de sus estancias «construyó uno [autogiro] de madera y alambre. Siempre estaba estudiando la manera de mejorarlos». Por esta mujer y otras fuentes conocemos que la familia pasaba el verano en la Región, entre Torre Cierva y Cabo de Palos, aunque también quince días en Navidad y otros tantos en Semana Santa. Tiempo suficiente para que don Juan fuera incrementando el archivo recuperado. El 4 de septiembre de 1930, coincidiendo con la llegada de la Fuensanta a Murcia, a la altura de la iglesia de El Carmen, el autogiro sobrevoló la comitiva arrojando flores, para luego dirigirse a Torre Cierva y más tarde aterrizar, por vez primera, en el campo de Sangonera la Verde. Apenas un año antes, la finca familiar, entonces propiedad de Isidoro de la Cierva, recibió con un gran banquete a los autores de la zarzuela 'La Parranda', el maestro Alonso y Ardavín.

También aquella casa acogió en 1918 a la comitiva que ofreció a María Codorniú, esposa del político, ser camarera de la Fuensanta, inaugurando una saga que llega a la actualidad. Años después, en 1954, haría lo propio el ministro de Obras Públicas durante una visita a la Región. Otros visitantes ilustres de la villa serían el conde de Romanones en 1934, los hermanos Álvarez Quintero (1930) y gran parte de los alcaldes de toda la Región, junto a muy diversas autoridades.

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La histórica finca terminó siendo subastada ante la pasividad de los políticos. Las últimas noticias preveían la construcción de una legión de dúplex. Triste, aunque muy propio de estas latitudes.

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