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La pedanía ha crecido a lo largo de una calle principal que aglutina la vida del lugar. Vicente Vicénds / AGM
El Raal, una población anclada en el olvido

El Raal, una población anclada en el olvido

Estado de las pedanías de Murcia ·

«Estamos a la cola». Los vecinos de El Raal se quejan de que aportan más al PIB municipal de lo que reciben a cambio y de que la localidad no avanza

Pilar Benito

Murcia

Sábado, 29 de febrero 2020, 16:53

Se consideran una pedanía 'rica', con paro casi cero, que atrae a trabajadores de otros pueblos, generando empleo, y que aporta más dinero al municipio de Murcia de lo que reciben a cambio. Los vecinos, con el pedáneo a la cabeza, reclaman más y mejores infraestructuras; un pabellón deportivo en condiciones, más parques infantiles y espacios para los jóvenes; limpieza y acondicionamiento de solares y mayor presencia de la Policía en sus calles.

El Raal está situada en el sector norte de la huerta de Murcia en la depresión prelitoral, en la margen izquierda del río Segura, a una altura de 31 metros sobre el nivel del mar. Dista unos 10,8 kilómetros de la capital y tiene una extensión aproximada de 8,178 kilómetros cuadrados.

«El Ayuntamiento nos ha castigado porque el otro pedáneo era del PSOE»

Antonio Gómez, vecino de El Raal

Limita al norte con el municipio de Santomera, al este con los de Orihuela (Alicante) y Beniel, al sur con la pedanía de Alquerías y al oeste con las también pedanías de Cobatillas y Santa Cruz. Tiene unos 6.500 habitantes y una actividad económica a caballo entre las explotaciones agrícolas y los almacenes de frutas, limones y verdura y una fábrica de conservas.

Denuncian que hay calles sin aceras, farolas que no alumbran y una falta de espacios para que los más jóvenes hagan actividades

Juan Céspedes es un vecino, ya jubilado, que llegó a El Raal en el año 1981. Aquí ha criado a sus hijos, que siguen viviendo en la pedanía. Funcionario de profesión, no duda en subrayar que esta localidad, que fue conocida en los años 90 por su cruce de marcha nocturna, no ha evolucionado como debería en estos últimos años y como lo han hecho localidades de alrededor.

«Ha habido mucha dejadez; nos tienen olvidados», indica, y destaca cómo solo tienen una línea de autobús que pasa por el pueblo que les conecta con Murcia cada hora a diario, mientras que los fines de semana hay que esperar entre dos y tres horas. Eso sí, reconoce que si se acercan al cruce pueden coger el que viene de Alquerías.

Céspedes hace memoria de los asuntos pendientes que pasan de un año a otro, promesas de ida y vuelta, y recuerda los ocho años que llevan prometiendo la apertura de un aula de estudios. «Hay muchos proyectos pero pocas realidades», comenta, como el polideportivo que se iba a construir al lado del colegio nuevo.

«Llevamos años con promesas y proyectos pero con pocas realidades»

Juan Céspedes, vecino de El Raal

Juan Guirado es el presidente de la Asociación de Mayores de El Raal, o de los pensionistas como a él le gusta denominarlos. «Estamos cansados de sufrir robos en el centro; cada dos por tres nos rompen las verjas, entran, y se llevan todo lo que pillan, desde un jamón al poco dinero que haya; aunque ya queda tan poco que es más el destrozo que hacen que lo que roban», denuncia y, con otros mayores a su alrededor asintiendo, piden mayor presencia policial. «No se les ve».

El centro de mayores está situado en el mismo edificio de la Junta Vecinal, pero en la parte trasera. Aunque no se quejan del trato que reciben de los pedáneos, porque «nos dan todo lo que pedimos», sí les gustaría que les visitaran más los concejales «de La Glorieta», porque «no estamos tan lejos». Otra de las reclamaciones tiene que ver con las actividades para los socios: «No entendemos por qué han recortado la gerontogimnasia que es muy demandada», lamenta.

El alcantarillado no llega a 600 viviendas ubicadas en las veredas de la huerta, por lo que se impone su conexión a la red

A su alrededor se arremolinan otros jubilados que no dudan en incluir en la conversación las necesidades de la pedanía, aunque a la hora de dar nombres, prefieren seguir en el anonimato. «Nos faltan luces, esto está muy oscuro en cuanto se va el sol, pero no solo aquí, también en el centro del pueblo, que parece que las bombillas iluminan sin ganas»; «no sabemos a qué esperan para poner en marcha el polígono industrial, que estamos perdiendo las industrias porque no pueden asentarse aquí»..., insisten. A estas demandas se suman las del presidente de la Asociación de Vecinos, Antonio Gómez, quien subraya que el antiguo colegio, cerrado desde hace años, tiene aluminosis y debería estar derrumbado. «El problema de El Raal es que el anterior pedáneo era del PSOE y el Ayuntamiento nos ha castigado a los vecinos al no hacer caso a sus peticiones».

Parques, los justos

Los niños no tienen mejor suerte porque hay pocos parques infantiles (dos en el centro) y tienen pocos juegos «apenas dos columpios». Los adolescentes deben contentarse con deambular por las calles o irse a Murcia, por lo que Yolanda Ayllón, vecina desde hace 26 años de esta pedanía, reclama un centro en condiciones para estos jóvenes.

«Yo tengo un niño de 3 años y una chica adolescente y la verdad es que hay pocos sitios y actividades para que estén entretenidos, sobre todo para los jóvenes», apunta mientras columpia a Hugo en el parque cercano al centro de mayores.

En su contexto

  • 9 kilómetros cuadrados de superficie.

  • 6.500 personas residen en la localidad.

  • 3 colegios, dos públicos y un concertado.

  • 0 institutos; los alumnos van a Alquerías o a Santomera.

Una de las ocupaciones 'preferidas' de algunos de los adolescentes, según denuncian otros vecinos, es ir al antiguo colegio público y «destrozar lo que encuentran». Muchos tienen claro que las instalaciones del antiguo colegio son el lugar ideal para un edificio multiusos en el que se podrían organizar y celebrar actividades dirigidas especialmente a niños y adolescentes. Y la pregunta surge de nuevo, «¿a qué esperan?».

El párroco que ocupa desde hace casi siete años la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores, es Jesús Gonzalo Conesa, quien 'comparte' alojamiento con una lechuza que habita en el campanario y que apenas se deja ver.

«La gente es muy trabajadora y amable, pero al no tener un núcleo cerrado urbano, porque ha crecido a lo largo de una recta, no tienen entidad de pueblo como tal», opina y coincide con muchas de las peticiones vecinales. «Pero como estamos a la cola del municipio, también lo estamos a la hora de que nos hagan caso».

«Ante todo, soy un vecino»

Al presidente de la Junta Vecinal, José Ramón Manzanera, del Partido Popular y nuevo en el cargo, le toca lidiar con la labor más dura, y es lograr hacer realidad todas las demandas que han expuesto los vecinos, peleándose en el Ayuntamiento. Aun así, lo tiene claro: «Yo no soy político; ante todo soy un vecino y eso seguiré siendo cuando acabe mi mandato».

Por eso no tiene empacho en reconocer que «queda mucho por hacer de otros años», y que «aunque las comparaciones son odiosas, si voy a Alquerías o a otras pedanías noto que lo tienen todo 'colocado'». Habla de «accesos tercermundistas», de aceras inexistentes y de una Orilla del Azarbe «calamitosa» en cuanto a su recubrimiento. «Te hundes al andar». Siente que la solidaridad que recibieron tras la DANA de septiembre se ha diluido (fue la única pedanía de la Región donde no solo se desbordó sino que se 'rompió' el río Segura) y no han recibido aún «ni un solo euro».

Hijo de huertano, el pedáneo lamenta que siga habiendo veredas «impracticables» tras las inundaciones, por lo que reclama que se arreglen «con carácter inmediato». Y no se olvida de apuntar que el 85% de las veredas de la huerta carecen de red de saneamiento. Son 600 viviendas que echan sus residuos directamente a las acequias.

Carmen María Alegría. Vicente Vicéns / AGM

Carmen María Alegría, 'Pichona', campeona de Europa de fútbol playa

Nacida, criada y con El Raal en la sangre, Carmen María Alegría Ros, más conocida como 'Pichona', tiene 30 años y ha llevado el nombre de su pueblo por todos los rincones donde le ha encaminado su pasión, y durante un tiempo, también su profesión: el fútbol.

Empezó a jugar con 9 años, aunque «desde que tengo uso de razón», le daba patadas al balón; no en vano es la octava de ocho hermanos y con tres varones mayores que ella. «Con ellos jugaba al fútbol porque en mi casa hay mucha afición, salvo por parte de mi padre, que lo odia», comenta. Un 'ojeador' le vio jugar en el patio del colegio de El Raal, y la ficharon para un equipo femenino de Beniel. Ahí empezó su aventura, y tras crearse la liga femenina profesional en la Región, pudo jugar en Segunda División. Por esa época Carmen María ya tenía 18 años. «Me mantuve en esta división hasta que en la temporada 2016-2017 me fichó el Rayo Vallecano», recuerda. Se fijaron en ella cuando, formando parte de la selección española de fútbol playa, fue campeona de Europa en 2016. Solo jugó durante cinco meses: «Hubiera seguido si hubiera tenido un sueldo decente del que vivir, pero necesitaba una estabilidad laboral», lamenta. Ahora trabaja en una oficina.

'Pichona' ha sido entrenadora de fútbol de los pequeños y los alevines, y echa en falta un buen pabellón de deportes donde se pueda hacer actividades, «llueva o truene», además de fútbol o tenis. Actualmente, ayuda al entrenador del equipo de fútbol de chicas de la pedanía de Alquerías, que tienen de 16 años en adelante, lo que le permite «sacarme la espinita».

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