![La odisea grecomurciana de Daniel Gimeno: de Volos a Murcia en bicicleta](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202106/03/media/cortadas/IMG-20210526-WA0003-kOp-U140576601883NUG-1968x1400@La%20Verdad.jpg)
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Murcia y Volos no tienen muchas cosas en común. La ciudad griega, un pequeño pueblo hace cien años, creció rápidamente en el siglo XX en torno a la actividad de su puerto y la llegada de refugiados de Turquía. Poco que ver con la capital del Segura. Hasta que Daniel Gimeno, vallisoletano y murciano de adopción de 34 años, se ha propuesto unir estos dos extremos del Mediterráneo: va a recorrer en bicicleta los casi 4.000 kilómetros que separan la urbe helena de la Región. Una odisea de unos 40 días que Daniel explica con naturalidad: «¿Por qué no vas a hacer algo diferente a lo que se sale de la norma?». En realidad, la reacción más normal es otra: «Al principio me llamaron loco», contó al teléfono a LA VERDAD desde Sofiada, en Grecia.
Esa aldea helena fue la primera parada de su larga travesía por la Europa meridional. «Aquí hay una plaza con ocho casas alrededor, y allá al fondo se ve una iglesia. No hay más», describió Daniel tras recorrer sus primeros 100 kilómetros. Por la mañana había abandonado el punto de partida, Volos. «Una ciudad agradable y con mucho ambiente» donde encontró trabajo cuando «estaba la cosa un poco complicada» en Murcia por la Covid. Se marchó como fisioterapeuta de Tekio, defensa molinense ex del UCAM, que fichó por el Volos F.C., un club de la primera división griega. Tras acabar la temporada, Daniel empezó a masticar una idea: «¿Te imaginas volver en bici? ¿Y por qué no?».
Así se embarcó en una aventura colosal en tiempos de pandemia. De hecho, Daniel tuvo que modificar su idea inicial de atravesar los Balcanes. Acabó optando por cruzar Grecia y tomar un ferri hasta Bríndisi, en el tacón de la bota italiana. Actualmente está recorriendo el país desde el mar Adriático hacia el Tirreno, pasando por Roma y Florencia, y aprovechando «vías antiguas, como la Vía Apia y el Camino de Santiago». Al cierre de este reportaje, el fisioterapeuta sube pendientes por los Montes Apeninos camino de Génova. Por ahora, «sin contratiempos».
La inusual determinación de Daniel no se entiende sin conocer su pasión por la bicicleta, que se consolidó cuando se unió al Club Ciclista Caracol Protour y empezó a probarse en carreras de larga distancia. Hay dos viajes que resumen su mentalidad. El primero, por toda la península ibérica, aunque fue en moto. En el segundo sí se animó a pedalear: recorrió la Sierra de Cazorla junto a un viejo amigo del colegio. La afición le descubrió un turismo más auténtico sobre el que invita a reflexionar.
«Estamos en un mundo en que nos queremos mover muy rápido para estar en un sitio solamente. Y se trata de disfrutar el viaje, de ir de un lugar a otro y conocerlos», razona Daniel. Es esa esencia que percibió desde el primer día en Sofiada: «He llegado aquí, a un pueblecito, y me han dicho si quería una cerveza, me he sentado a charlar con ellos en inglés y un poquito de griego, les he preguntado si me podían ceder un trozo de suelo para dormir, me han dejado que me duchase con una manguera. Son esas pequeñas cosas».
Con esa perspectiva se lanzó Daniel Gimeno a la carretera. Sin más objetivos que unas seis horas diarias de bici y con la inesperada ayuda de varios patrocinadores murcianos, como una pescadería, para financiar sus gastos. En unos días prevé reunirse con su novia en Montpellier, al sur de Francia. Ella se sumará allí a este 'tour' mediterráneo que seguirá hacia Barcelona y hasta Íscar, la localidad natal de Daniel. Su plan era acabar allí para visitar a su familia. «Pero la gente de Murcia me está apoyando mucho y habrá que terminar bien el viaje», admite. Aunque está centrado en el recorrido, ya siente nostalgia por la línea de meta, la ciudad que le acogió antes de cumplir los tres años: «Volos es muy bonita, pero no tiene las marineras, el pulpo al horno y la Estrella de Levante de Murcia. Eso se echa de menos».
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Fernando López Hernández y Rubén García Bastida
Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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