El sitio. La puerta de Brandeburgo y el Muro de Berlín, lugar elegido para celebrar la paella entre Reagan y Chernenko.

Para Reagan y Chernenko... ¡Un arroz huertano!

El presidente murciano propuso convidar en Berlín a los dos líderes para superar la Guerra Fría en 1984

Domingo, 13 de marzo 2022, 09:45

Imaginen a Biden y Putin dando cuenta, cual compadres, de un arroz y caracoles huertano. Con su ajo y su perejil. E imaginen, si es que pueden, que eso ocurre en la frontera entre Ucrania y Rusia, en plena y terrible guerra contra la primera. ... Parece increíble. Aunque hace cuatro décadas fue, precisamente, lo que el Gobierno regional propuso a Reagan y Chernenko.

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La noticia, de la que muchos no daban crédito, se publicó en LA VERDAD el primero de marzo de 1984 con un titular de impacto: «Un arroz huertano (por la paz) para Reagan y Chernenko». Esa era la propuesta, ya no de los hosteleros de la tierra o de los productores de arroz de Calasparra. Era del mismísimo Gobierno regional, presidido por el socialista Andrés Hernández Ros.

El periódico destacaba también que el Ejecutivo proyectaba formular esa «propuesta de paz mundial a los líderes soviético y norteamericano» con ocasión de la celebración de la Feria Internacional de Turismo de Berlín. Al menos, no parecía mal traída la iniciativa.

La idea se mantuvo en secreto para evitar que Valencia se adelantara a la Región

La idea, en realidad, era de Enrique Escudero, entonces consejero de Turismo, Industria y Comercio. Escudero había transmitido su peregrina vía diplomático-huertana a varios colaboradores, a quienes había pedido discreción «por miedo a que la Comunidad Valenciana se anticipara a sus planes». Al parecer, como se supo después, que el menú fuera arroz desató el miedo a que Valencia se adelantara.

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No estaba, en cambio, el horno para arroz ni para bollos. El reciente nombramiento de Konstantín Chernenko como máximo dirigente ruso no logró enfriar la Guerra Fría, que cada vez estaba más caliente frente a Estados Unidos. Por ejemplo, Rusia boicoteó los Juegos Olímpicos de Los Ángeles junto a otros 14 países. Ese mismo año impidió la entrada en Alemania Occidental del líder de la Oriental.

Entretanto, el presidente americano había anunciado la llamada Strategic Defense Initiative (SDI): impulsar más de mil satélites equipados con terribles armas. Eso sí, tan fantasioso plan pronto se llamó la «Guerra de las Galaxias». Y en esas apareció Hernández Ros que, por cierto, había ganado las elecciones autonómicas de 1983 con un 53,3% de los votos.

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Bajo la histórica puerta

El plan era convocar a los dos líderes mundiales, o a quienes ellos delegaran la invitación, frente a un sabroso arroz huertano. Estaba todo pensado. Las diplomacias de ambas superpotencias no tenían que preocuparse en elegir el lugar del encuentro. El Gobierno murciano lo tenía claro: sería en el Muro de Berlín, bajo la histórica puerta de Brandeburgo.

Que la cosa no iba en broma, pese a que muchos lectores así lo creyeran, estaba fuera de toda duda. De hecho, se anunció que para su ejecución se disponía de un presupuesto de ocho millones de las antiguas pesetas, unos 48.000 euros. Y no es que el arroz estuviera caro, ojo.

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Tan desorbitada cantidad sería necesaria porque, tras dar cuenta de la paella huertana, (acaso bien regada con vino de Jumilla, Yecla o Bullas), Reagan y Chernenko viajarían a Madrid de inmediato. La razón: protagonizar una cumbre internacional que proclamara al mundo entero la iniciativa de paz impulsada por la Comunidad Autónoma de Murcia.

Lo sorprendente de la noticia animó a su redactor, el recordado García Cruz, a concluir la información advirtiendo de que «un portavoz oficial de PSRM-PSOE [...] confirmó ayer a LA VERDAD todos y cada uno de los extremos que aquí se apuntan».

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Una década después, en 1994, el expresidente aclaraba que la idea de proponer una paella «era una cuestión de marketing [...] porque Murcia habría salido en todos los periódicos del mundo». Hernández Ros recordaba entonces que aquello no era «una idea rigurosa y seria», aunque hubiera tenido, de llevarse a cabo, «una repercusión importante como imagen». Además, atribuyó la propuesta a Enrique Escudero, su consejero desde junio de 1983.

Más tarde, en 2008, durante una de aquellas exquisitas 'Entrevistas Impertinentes' del maestro García Martínez, Hernández Ros incidió en la cuestión: «Eso fue idea de Enrique Escudero, que a mí me pareció buena, porque Enrique lo veía como una cuestión publicitaria para la Región». García le preguntó si acaso darían cuenta del arroz en la casa de la pedanía natal del expresidente, Guadalupe. Pero él respondió. «¡No hombre! En Berlín, debajo de la Puerta de Brandeburgo». El periodista exclamó entonces: «¡Con dos cojones!». Y Hernández Ros concluyó: «Y con caracoles».

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Langostinos de Filipinas

No fue la única propuesta que llamó la atención de los diarios, aunque sí la más curiosa. Otra de las iniciativas era impulsar la cría de langostinos traídos desde Filipinas al Mar Menor, que también fracasó entonces cuando apenas se conocía qué era una piscifactoría. O construir un tren monorraíl y elevado entre Murcia y Molina.

La ocurrencia de la paella huertana terminó por aburrir al entonces presidente del Gobierno, Felipe González. González pronto encontró a no pocos socialistas murcianos que deseaban segarle los pies a su líder regional. El supuesto intento de soborno por parte de un colaborador suyo a dos periodistas de LA VERDAD hizo el resto.

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Cierto es que Hernández-Ros y el PSOE de la época superaban con mucho la anécdota. Fue un tiempo en que la primera mujer, María Antonia Martínez, presidía una Comunidad. Y también resultó acertada la elección de dos grandes alcaldes: José María Aroca y José Méndez.

A Hernández Ros lo rehabilitó el tiempo. La Comunidad Autónoma le entregó su Medalla de Oro en 2016 y el Ayuntamiento capitalino lo hizo Hijo Predilecto. Por algo había sido el presidente que estampó su firma en el Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia. De eso hará, en junio, cuarenta años justos.

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De aquella Guerra Fría quedará para la historia murciana ese sabroso episodio y una moraleja. En fin, que no hay controversia en el mundo que un arroz huertano no permita superar. Y si le añadimos un buen Jumilla, ni les cuento. Esto, que bien lo conocemos los murcianos, es una vía diplomática tristemente desconocida en el mundo. De momento.

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