
Ver 14 fotos
Los Jerónimos recupera el claustro que los monjes concibieron hace tres siglos
La UCAM ultima una reforma que realza la monumentalidad del complejo: «Deberían incluirnos en las visitas de Murcia Barroca»
«Yo no quería que José Luis cogiera este edificio, dado su estado de conservación; pero el tiempo le ha dado la razón y años ... después se ha convertido en un símbolo y un legado». Recordaba la presidenta de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), María Dolores García Mascarell, bajo la protectora sombra de las galerías del claustro de Los Jerónimos, que fue un empeño de su difunto marido devolver el esplendor a este rincón del monasterio guadalupano.
Tuvo que afrontar José Luis Mendoza una importante reforma en 1997 para acondicionar el inmueble y permitir que diera cabida a la institución docente, tarea a la que se sumó una restauración de las fachadas. Sin embargo, era esta actuación una tarea pendiente y, a su juicio, necesaria dentro del conjunto, que el fundador de la UCAM decidió encargar al arquitecto de cabecera de la Diócesis de Cartagena y responsable de las obras de rehabilitación del imafronte de la Catedral, Juan de Dios de la Hoz, un defensor convencido de la importancia de la obra.
Con esos mimbres, los trabajos arrancaron finalmente en el claustro el verano pasado, con un gran equipo de albañiles, canteros, carpinteros y restauradores, que se completaba con historiadores y arqueólogos. Un año después, tras casi un millón de euros de inversión y con el grueso de la tarea prácticamente finalizada, María Dolores se prepara para inaugurar, coincidiendo prácticamente con la apertura del curso, un espacio renovado que incrementa la monumentalidad del conocido como 'el Escorial murciano'. Las premisas de la propuesta de De la Hoz eran claras: devolver el claustro a la configuración original que construyeron los monjes jerónimos.
Las galerías de esta zona fueron cerradas cuando los jesuitas precisaron de más espacio para ubicar sus aulas
«No es esto un capricho del arquitecto; una intervención de este tipo exige una memoria histórico-artística fundamentada para su autorización, dado que se trata de un Bien de Interés Cultural (BIC)», explica De la Hoz. De hecho, el actual edificio barroco, que comenzó a construirse en la segunda década del siglo XVIII, inició su andadura con un claustro abierto, como el que se ha recuperado ahora.
Cambios con los jesuitas
«Los Jerónimos precisaban de un espacio abierto o procesional, en el que meditar, pero esto cambió con la cesión del edificio a los jesuitas tras la desamortización», explica De la Hoz. Los hermanos de la Compañía de Jesús plantearon así nuevas necesidades y optaron por cerrar las galerías del claustro, que, convertidas en anchos pasillos, pudieron ser utilizadas como aulas. «De hecho, nosotros también vamos a perder estos espacios en pos de una mejora patrimonial del inmueble», reconoce García Mascarell.
Los trabajos han implicado el desvío de los servicios y la restauración artística: «Se han vuelto a tallar algunas figuras»
De esta manera, los trabajos se iniciaron con el derribo de los muros que separaban la galería del patio central. «Ahora la luz te entra por los ojos en cuanto accedes al espacio», destaca el arquitecto. A partir de ahí, la intervención ha discurrido en dos sentidos: el primero, el de reconfigurar los servicios y suministros que precisa una construcción contemporánea dentro de un edificio histórico; y la segunda, toda la intervención artística y arquitectónica y de recuperación de la apariencia y detalles del claustro.
Respecto a la primera, De la Hoz reconoce que ha sido «la parte más complicada del proyecto». Así, se han ubicado bajo el nuevo pavimento del claustro, de piedras calizas y granito, todas las canalizaciones de saneamiento como de suministro de energía, «sin que nada se note», apostilla De la Hoz. De esta manera, se ha eliminado la doble cornisa junto a las paredes de las galerías que ocultaban los cables, lo que ha permitido instalar en esta punta una nueva iluminación que busca realzar el espacio entre los huecos y el muro, sin olvidar las pilastras. También se ha colocado un nuevo sistema de recogida de pluviales, con más capacidad, que junto a los elementos impermeabilizantes evitará la aparición de humedades.
En relación al apartado estético y artístico, ha sido necesario reparar cornisas melladas o basas con grietas, entre otros elementos. Por lo que respecta a los paños o muros del patio del claustro, no solo ha habido que retocar el ladrillo pintado existente, sino que buena parte de este ha tenido que ser repintado por los restauradores. «Solo hay piedra en las basas y en las pilastras, el resto es ladrillo visto, mortero y yeso y sobre el que ha habido que trabajar», comentaba De la Hoz, destacando que, en muchos casos, los técnicos han tenido que volver a tallar a mano elementos y figuras de la fachada. De hecho, esto se ve especialmente en algún mascarón de las esquinas, afectado por el paso de los canalones.
También se han limpiado y reparado los cuatro escudos que lucen sobre este patio interior: el del Papa, el de la Virgen, el de San Jerónimo con el león y el de Alonso Vozmediano de Arróniz, cuya generosa donación permitió la posterior construcción del conjunto. Asimismo, se ha restaurado la carpintería, que no es la original, pero cuenta con más de un siglo de antigüedad, completándola con un sistema de doble hoja que permitirá completar el aislamiento de interior.
Curiosidades al descubierto
Estas obras han permitido, además, descubrir, algunas curiosidades de esta parte del inmueble. Por ejemplo, que los detalles del claustro fueron tallados a cuatro manos, dos de las cuales eran más hábiles que las de su compañero. También han permitido la recuperación de los dos relojes de sol, el de la mañana y el de la tarde, que lucen en sus paredes. «Eran imprescindibles para organizar los rezos: maitines, vísperas, laudas...», explica De la Hoz, destacando que uno de ellos presenta tres numeraciones distintas y superpuestas perimetralmente, debido a que los monjes fueron corrigiendo antes los fallos de cálculo iniciales.
«Nos asesoramos con un maestro relojero que no entendía que quisiéramos dejar los trazos erróneos, pero es que estos detalles cuentan una historia», destaca el arquitecto. De hecho, son esas curiosidades las que pueden enriquecer las visitas guiadas por el monasterio de los Jerónimos. Porque García Mascarell es partidaria de que la sede universitaria –una de las más bellas del mundo, según alguna publicación internacional– sea incluida en las rutas de la iniciativa municipal Murcia Barroca. «La sede de la UCAM constituye un patrimonio de primer nivel que merece una visita. ¡Y por facilidades para llegar no va a ser! Que tenemos tranvía y fácil aparcamiento», señala la presidenta de la Universidad Católica. El tiempo le ha dado la razón a José Luis.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.