Encuentran en un carril de Alquerías a una anciana perdida en el Reina Sofía

Eulalia, de 81 años, acudió el pasado día 20 al hospital Reina Sofía para realizarse una gastroscopia. Le acompañaba una de sus hijas, que aguardó en la sala de espera a que terminase la prueba. «Al rato, salió el médico para informar del resultado. Le explicó que se estaba reanimando tras la sedación y que enseguida saldría», relata Mercedes, otra de las hijas de Eulalia. Pero pasaron «tres cuartos de hora» y la anciana no salía, así que la acompañante se acercó a preguntar al personal del mostrador. Para su sorpresa, le informaron de que su madre se había marchado hacía «media hora». Su ropa de abrigo permanecía abandonada en la silla.

La hija llamó a su hermana Mercedes, que acudió rápidamente. «Me la encontré muy nerviosa, llorando y acompañada únicamente por unos pacientes que tuvieron la generosidad de no dejarla sola», explica. Desde la unidad, se dio aviso a seguridad, pero Eulalia no aparecía por ninguna parte. «Me dirigí al personal que quedaba, que era poco porque eran ya pasadas las dos de la tarde –relata Mercedes–; encuentro a tres trabajadoras charlando de sus cosas, les comento que soy hija de la desaparecida, les pregunto por qué dejaron a mi madre que saliera sola, cuando deberían haberla llevado en una silla de ruedas donde estaba la acompañante. Me contestan que la están buscando y que es culpa del familiar no comunicar al personal que debían acompañarla tras realizar la prueba. Es alucinante, porque ellos mismos en la hoja de cita te dicen que se recomienda que el paciente venga acompañado porque requiere sedación y luego van y la dejan salir sola en una zona del hospital donde hay un millón de puertas y es un laberinto».

Cada vez más preocupada, la familia avisó a la Policía Local, «donde no tenían constancia de nada pese a que en el hospital me dijeron que les habían llamado». La angustia fue creciendo a lo largo de la tarde, hasta que, «sobre las 19 horas», Eulalia apareció en un carril de la huerta, en Alquerías, «a unos 10 kilómetros del hospital». Habían pasado «unas siete horas desde su desaparición, pues calculamos que debió salir del Reina Sofía sobre las doce de la mañana».

A Eulalia la encontró un hombre que pasaba con el coche y que se dio cuenta de que aquella anciana estaba sola y desorientada. «Ella vive en Cañadas de San Pedro. Creemos que cuando salió del hospital, desorientada tras la sedación y seguramente sin acordarse de que había ido con su hija, trató de orientarse para volver a casa», cuenta Mercedes. Afortunadamente, solo tenía unos rasguños en la rodilla, fruto de una caída.

El susto se había pasado, pero no la indignación por lo sucedido. «Desde el hospital no nos llamaron hasta el día siguiente para preguntar si había aparecido». La familia se puso en contacto con la Asociación Defensor del Paciente, que ha interpuesto una denuncia ante el Fiscal del Mayor y Discapacidades, Fernando Florit de Carranza. «Es imperdonable que una anciana no tenga en un hospital público la seguridad que se supone para los ingresados, máxime cuando son personas mayores», advierte la asociación en su escrito, en el que se adjunta el relato de Mercedes. «Desgraciadamente, no es el primer caso en un hospital público; recordamos otros muy similares de personas con patología de salud mental o discapacidad», lamenta el Defensor del Paciente.