No solo destaca el castizo barrio de San Antolín por la célebre procesión del Lunes Santo y porque en una de sus boticas se germinó hace 172 años lo que este fin de semana se acaba de festejar, el Entierro de la Sardina. En los ... últimos años, ha ido creciendo el número de comerciantes de distintas nacionalidades que han convertido a este genuino lugar de Murcia en una mezcolanza de culturas. Desde locutorios, pasando por carnicerías y tiendas de diversos artículos, hasta peluquerías y agencias de transportes y viajes avivan la zona, pese a la enorme crisis que está azotando al pequeño comercio y que se palpa hasta en el centro de la ciudad. La escalada de los precios y los efectos de la devastadora guerra en Ucrania, que han causado un incremento de los gastos energéticos, también afectan con dureza a estos negocios, que se las ingenian como pueden para subsistir e intentar mantener una vida lo más digna posible.
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Natali Flores, de Ecuador
El punto neurálgico es la iglesia San Antolín, uno de los templos más emblemáticos de la urbe. Justo en su lateral, en la calle Vidrieras, la carnicería Andrés resalta por el verde intenso de su cartel. Natali Flores, una ecuatoriana de Quito, tomó las riendas del negocio hace tan solo dos años con su marido, de nacionalidad española. Ambos se levantan muy temprano, de lunes a domingo, en su casa de Torreagüera, desde donde se desplazan hasta su tienda.
«Nos interesa esta zona porque hay numerosos latinoamericanos, aunque vienen clientes de muchos otros países», cuenta Flores, mientras va seccionando en pequeños trozos la carne que va a exponer inmediatamente en el frío mostrador. Se trata de un barrio concurrido, tanto que debe incluso alquilar un aparcamiento por la dificultad de hallar plaza libre. Su único descanso es el lunes por la tarde, después de haber estado trabajando todo el fin de semana. «Me sorprende que se cierren los establecimientos los domingos, porque es uno de los días que más vendemos», explica Flores, de 35 años.
A tan solo unos 100 metros, por la calle del Pilar, se sitúa otra carnicería llevada también por latinoamericanos. «Nos llevamos bien con ellos, pese a que compartimos sector; nos llamamos y nos consultamos el precio para que no haya una competencia desleal», relata Flores. «La vendedora del otro establecimiento me llegó a preguntar si vendía a mitad de precio un tipo de carne; por supuesto que era mentira; hay gente que tira de la picaresca para ahorrarse un dinerillo», detalla la joven. Resulta que la subida del coste de los alimentos también está influyendo en la caída de las ventas, en especial de la ternera. «Salimos adelante sin apenas descanso», remacha Flores, que asegura que apenas tiene tiempo para la familia.
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Malick Dieng, de Senegal
Con tan solo 19 años aterrizó en Murcia Malick Dieng, un senegalés de Touba que inmediatamente se dio cuenta de la importancia que tenía aprender español, por lo que se inscribió en una escuela de Espinardo. Empezó recogiendo frutas y hortalizas en el campo de Alicante y, después, se dedicó muchos años a vender en los mercadillos e, incluso, abrió un locutorio, al mismo tiempo que criaba a cuatro hijos, que ya tienen entre 16 a 21 años. Frente a la iglesia, en la calle Juan de la Cierva, abrió la agencia de viajes Nice Travel hace seis años. Desde entonces, ha ayudado a mucha gente a comprarse un billete para ir a su país de origen, pero también a muchos españoles a conocer África occidental, una región compuesta por dieciséis países como Gambia, Ghana, Senegal y Nigeria. Precisamente, estos son los lugares más solicitados entre sus clientes.
«Llegan grupos de estudiantes que quieren vivir una experiencia única», indica Dieng, que tiene a una persona contratada. «Recientemente un grupo de 20 médicos requirió de mis servicios porque querían transmitir sus conocimientos en esa región», prosigue este senegalés, de 58 años, consciente de la importancia de conocer esos países: «Cuanto mayor confianza, más clientes», apuntala. También, acuden empresarios murcianos, sobre todo, del sector de la agricultura. «Compran allí grandes extensiones de terreno porque les sale muy rentable», revela Dieng, que aprovecha para explicar que un paquete de una semana a Senegal puede costar entre 600 y 1.300 euros, dependiendo de la temporada. En su espectro de clientes también figuran latinoamericanos, sobre todo, de Ecuador y Bolivia.
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Mohamed Farsi, de Marruecos
A poca distancia, en una esquina de la calle Muñoz de la Peña, se divisa la agencia de transporte de mercancías y, de paso, también de viajes, Turki. Hace cuatro meses la creó Mohamed Farni, que tiene la nacionalidad española-marroquí. A sus 21 años se lanzó a la aventura de crear su propio negocio, gracias a la experiencia de un amigo. Siempre ha sido del barrio y no se imaginaba marcharse a otro lugar porque conoce a todo el mundo y tiene buen trato con los vecinos. «Hay pocos negocios que realmente transporten mercancías a Marruecos, así que creemos que pronto despegaremos si sabemos cómo promocionarnos», confiesa Farsi, justo antes de que entre un potencial cliente que está interesado en enviar una bolsa grande al país norteafricano. Cerca de su negocio, hay una peluquería también llevada por otra persona de nacionalidad marroquí. Y en esa misma calle, hay otras dos tiendas de bolsos y carteras, regidas por senegaleses, pero también hay otras de telefonía y una frutería con dueños paquistaníes. Gracias a esta diversidad, San Antolín ha puesto de relieve una sociedad multiétnica; en este caso, un crisol de comercios.
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