Tres chicles menos por minuto
Una máquina especial asea las zonas próximas a los colegios y centros de ocio. La concesionaria de la limpieza trata cada año una superficie de 30.000 metros cuadrados con pistolas de vapor
María José Montesinos
Miércoles, 13 de mayo 2015, 13:03
Si ya resulta difícil encontrar a alguien recogiendo con una bolsita una caca de perro, que levante la mano quien haya visto a un chaval o incluso a un adulto tirando a la papelera un chicle. Aparte de lo molesto que resulta que la goma de mascar se quede pegada a la suela del zapato, lo que es innegable es que las aceras de la ciudad están permanentemente salpicadas por unas manchas oscuras, que no son otra cosa que los restos del chicle bien adheridos al pavimento.
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chicles se quitan al día durante una jornada de trabajo de 7 horas.
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chicles por metro cuadrado suele haber en la puerta de los colegios, cines y centros de ocio.
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es la temperatura del vapor de agua para limpiar a presión, combinándolo con un producto desincrustante y la acción del cepillo.
La empresa Cespa tiene entre sus servicios de limpieza uno especialmente destinado a este menester y aunque trabaja con ahínco, a razón de eliminar tres chicles por minuto, apenas pasadas unas semanas el mismo pavimento vuelve a ser presa de nuevos cercos dejados por la chuche pegajosa.
Cuando se puso en marcha este servicio -a primeros de 2008- la furgoneta que transportaba el equipo era fácilmente identificable porque llevaba un logotipo con la palabra 'atrapachicles' y unos dibujos de gomas de mascar con ojos. Con la nueva contrata, aunque la empresa sigue siendo la misma, cambió el color corporativo de la flota de vehículos y ahora la furgoneta es de color azul. Lo que sí sigue llamando la atención es el trabajo que desempeña el operario. Jose, que el jueves se dedicaba con fruición a limpiar la acera situada delante de la Biblioteca Regional, en la avenida Juan Carlos I, indicó a 'La Verdad' que «la gente se acerca y me pregunta que qué estoy haciendo». Y es que el procedimiento es bastante llamativo, ya que lleva en la mano una especie de pistola por la que sale vapor de agua a 160 grados. En realidad, se combinan tres tratamientos: el vapor de agua, un producto químico para desincrustar y un cepillo fijo que rasca y levanta la goma de mascar. Dentro de la furgoneta va un equipo generador, una caldera para calentar el agua, un depósito con 500 litros de agua, otro para el producto desincrustante y un equipo de presión de agua.
Las jornadas son de 7 horas, pero entre desplazamientos, poner el equipo en marcha y descansos, el rendimiento efectivo de la máquina es de 300 minutos, y al día se pueden eliminar en torno a 1.000 chicles. El número de manchas por metro cuadrado depende del lugar, ya que en la puerta de un colegio o de un cine se pueden llegar a concentrar 25 chicles por metro cuadrado, mientras que en otras zonas menos concurridas puede ser de 5 a 10.
Desde que llegó la máquina 'atrapachicles' ésta ha recorrido diversas zonas del municipio, tanto en el centro de la ciudad como en barrios y pedanías. La superficie media limpiada en los últimos años es de unos 30.000 metros cuadrados al año, según datos de la empresa, cuyo portavoz indica que el rendimiento del equipo por metro cuadrado se ve afectado por la concentración de chicles por metro cuadrado, la rugosidad del pavimento y el tránsito de la zona.
Colegios y centros de ocio
Las actuaciones de este equipo de limpieza se centran primordialmente en zonas donde se estima que existe una elevada presencia de chicles. Por ejemplo, cerca de los colegios e institutos, accesos a centros de ocio, áreas de gran afluencia de viandantes y zonas turísticas.
Desde el Ayuntamiento y la empresa concesionaria del servicio de limpieza inciden en la necesidad de que la población se conciencie. Para ello dan un dato muy significativo. El coste económico de limpiar un chicle es de 12 céntimos de euro, más del doble de lo que cuesta comprar uno en el quiosco. Los venden por sueltos por 5 céntimos de euro.
A la vista de los realidad, parece evidente que las campañas no son suficientes o quizá deberían ser más visibles en la calle. Raimundo García, estudiante de ADE, no es consumidor de chicles, pero cree que si se colocaran carteles en la calle, al estilo de los que se han puesto en los semáforos para no contestar al WhatsApp mientras se cruza, podría dar resultado y contribuir a que la gente colaborara más. José Robledano, estudiante de 2º de Bachiller, cree que lo más efectivo es «ponerle una multaza a quien tire el chicle al suelo. Es un poco fuerte -reconoce- pero es la única manera de que la gente aprenda». También propone que «pongan a limpiar chicles a quienes pillen tirándolos al suelo» y recuerda que en su instituto, el Ingeniero de la Cierva, «el año pasado había una profesora que nos daba una espátula para quitarlos si nos veía tirándolos debajo de las mesas».
La excepción no confirma la regla, por desgracia. Pero hay personas que «jamás» han tirado un chicle al suelo en la calle. Es el caso de Miriam Martínez, opositora. «Nunca lo he hecho. Si no hay papelera, lo envuelvo en un 'kleenex' y me lo meto al bolso». Miriam pide al Ayuntamiento que ponga más papeleras por la ciudad. «Yo tengo un perro y cuando recojo con la bolsa la caca tengo que andar un montón hasta que encuentro una papelera». Es de las personas que considera que hay que ser responsables y cuidadosos con los servicios públicos y reconoce que si ve a alguien que va por delante de ella en la calle y tira un papel o un bote de refresco al suelo, le llama la atención. Eso sí, con mucha sutileza: «¡Oye, que se te ha caído!», le espeta. Reconoce, sin embargo, que nunca le ha llamado la atención a nadie por tirar un chicle al suelo, quizá porque es más pequeño y más difícil de ver.
Colillas de cigarros
Una amiga de Miriam, Judith, coincide en la necesidad de más papeleras y propone, incluso, que lleven una sección o compartimento especial para echar las colillas de los cigarros y los chicles y evitar así que se arrojen al suelo. Añade que «hay muchas personas que dicen que la ciudad está sucia, pero luego van y tiran al suelo papeles o chicles». Por este motivo, coincide con muchos otros de los encuestados en que a veces es necesario la amenaza de una sanción en forma de multa para que la gente «aprenda y se lo tome en serio».
De momento, la ecopatrulla llama la atención a quienes tiran chicles al suelo, pero el sonrojo no es suficiente para cambiar de hábito.
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