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Samuel, con un pequeño en brazos, posa junto a su madre, Silvia Rodríguez, otros voluntarios, los alumnos y parte de la comunidad de Black Stone. CEDIDA
Un colegio masái en Tanzania con alma y pilares ciezanos

Un colegio masái en Tanzania con alma y pilares ciezanos

Silvia Rodríguez y su hijo Samuel comenzaron en 2019 la construcción de una escuela para los niños de la aldea Black Stone que luego frenó la llegada de la pandemia

Lunes, 16 de septiembre 2024, 01:15

La lejana Tanzania, país africano en el que el hambre y la carencia más absoluta de servicios públicos tan esenciales como la educación o la sanidad constituyen el día a día, está sin embargo cada vez más cerca de Cieza. Al menos de los corazones de unos cuantos vecinos de la capital de la Vega Alta del Segura encabezados por Silvia Rodríguez y su hijo Samuel que, por sexto año consecutivo, han pasado allí sus vacaciones. El objetivo era seguir con su labor de construir un colegio al que puedan asistir los niños de la aldea masái Black Stone, situada en las inmediaciones de Mto Wa Mbu (Arusha).

Durante estos años, los cooperantes han construido este centro educativo de apenas 50 metros cuadrados cuya puesta en funcionamiento a pleno rendimiento tuvo que retrasarse ante la aparición de la pandemia. Sin embargo, poco a poco, el ímpetu y constancia de Silvia y Samuel están dotándolo de los servicios esenciales. Este año se han centrado en construir la cocina para completar la atención que merecen los más pequeños de esta tribu, que se asienta en unas tierras de grandes posibilidades de progreso, pero que, a lo largo de la historia, se ha visto truncado por los continuos expolios protagonizados por el 'mundo desarrollado'.

Aunque todavía queda mucho por hacer, como un tanque de agua potable o una valla que proteja a los más pequeños de los animales, lo que sí luce ya es el nombre de la nueva escuela: Black Stone School Cieza, inmortalizando para siempre en Tanzania la procedencia de quienes la hicieron posible.

La tarea de Silvia y Samuel se inició hace ya años en un primer viaje a Perú también para labores humanitarias. Sin embargo, en 2017 decidieron recaudar fondos para viajar a Tanzania y, al año siguiente, en contacto con el profesor masái Mathew Lekoole, comenzaron con el proyecto. En 2019, empezaba la construcción de esta escuela, cuyas paredes acabaron de levantarse el 24 de agosto de ese mismo año, casualmente el día de San Bartolomé, Patrón de Cieza.

El parón de la pandemia ralentizó todo el proceso, pero en 2021 se reinició con más fuerza, por lo que, al menos este grupo de 40 niños africanos, de entre 3 y 7 años, no tendrán que recibir sus enseñanzas en chozas elaboradas con cañas y estiércol animal, ofreciéndoles la posibilidad de recibir todos los días clases de infantil en suajili e inglés, una taza de porrisch (papilla) y unas nociones básicas de higiene. «Esto permitirá prevenir muchos de los problemas asociados a la situación de pobreza extrema en la que viven las familias de la aldea», cuenta Samuel Rodríguez desde Tanzania a LA VERDAD.

«La satisfacción es enorme, porque, a una muy pequeña escala, contribuyes a que este pueblo, sometido a las exigencias del hombre blanco, avance a través de la principal herramienta que les podemos ofrecer: la educación», explica Silvia Rodríguez, una mujer de garra y coraje, trabajadora social en Cieza y que dedica anualmente sus vacaciones a ayudar a los demás.

Rodríguez aboga por «proporcionar la caña a estos pueblos para que puedan pescar y para que no arriesguen sus vidas lanzándose al mar en una patera». Asegura que estas tierras africanas «tienen y pueden vivir de sus propios recursos, pero el llamado mundo occidental o desarrollado debe de dejar de expoliarlos y, de esa forma, África despertará».

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