Manuela Vivancos, una vecina de 50 años, comenzó a buscar una vivienda en alquiler en octubre y, tras dos meses y varios intentos, se ha quedado con «la más económica» y la «más decente». Es un piso en la calle Sagasta de apenas 60 metros cuadrado, de una habitación, un aseo y un comedor cocina. Tendrá que pagar por ello 500 euros al mes, más agua y luz. Hace tan solo un año, esta vecina tendría que haber pagado por la misma vivienda cien euros menos, aproximadamente, ya que el precio medio por arrendar una casa o un piso en el municipio se ha disparado este año hasta un 20%, según las distintas inmobiliarias consultadas por LA VERDAD.
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«Ahora es el dueño el que elige a los inquilinos, porque las inmobiliarias te preguntan por el trabajo, la nómina y la estabilidad laboral. Además, en la mayoría de los casos, ni siquiera puedes ver la vivienda, te tienes que fiar de lo que muestran por internet, porque si te esperas a concertar una visita, la alquila otro», cuenta Manuela Vivancos.
La exigencia es tan alta debido a la falta de oferta. Y esto es por diferentes circunstancias, entre otras la escasez de promoción de vivienda, la «lentitud» de la administración local a la hora de dar licencias y permisos para construir nuevos edificios y para reformar otros, la negativa de ciertos dueños de solares en darles uso y la aún baja fluidez de los créditos por parte de los bancos.
Otra de las causas que han llevado a esta situación, sobre todo en el casco antiguo, es que «muchos propietarios optan por destinar sus propiedades a viviendas vacacionales, porque entre fines de semana, días festivos y vacaciones les pueden sacar una mayor rentabilidad que si la arriendan a largo plazo», explica uno de los gerentes de la inmobiliaria Marín, ubicada en la calle del Parque, Juan Carlos Marín.
Cuando hace poco más de dos años se pagaba una media de entre 400 y 450 euros por un piso de unos 90 metros cuadrados, con tres habitaciones, una cocina y dos cuartos de baño, ahora es «casi imposible», asegura Marín, encontrarlo por menos de 650 euros en el Ensanche. En el casco histórico, los precios son muy similares, aunque hay zonas, como explica a LA VERDAD el dueño de la inmobiliaria Santa Florentina, José Liarte, que pueden llegar a alcanzar los 750 euros la mensualidad. El problema es que para alquiler de larga duración «no hay casi nada», admite.
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750 euros es el precio que hay que pagar de media si se quiere vivir de alquiler en el casco antiguo, aunque hay zonas en las que esos precios se ven incrementados hasta los 800 euros mensuales.
Una hora para arrendar La demanda es tan alta que algunas inmobiliaria pueden llegar a tardar tan solo una hora en alquilar una vivienda, desde que el propietaria la pone en el listado de ofertas.
800 euros es lo que se puede llegar a pagar en algunos barrios de Cartagena por un mes, como en La Vaguada y el residencial Polígono Santa Ana. Es debido a sus amplios servicios municipales y privados.
La demanda de pisos para alquilar es tan alta que ya cuadruplica a la oferta. Eso hace que la lista de espera para arrendar crezca cada día como los precios y obliga a los clientes a buscar viviendas en diputaciones de los alrededores de la ciudad, como Pozo Estrecho, La Aljorra, El Albujón, El Algar e, incluso, Alumbres, donde es ostensiblemente más asequible.
Pese a ello, la oferta también es exigua en barrios del entorno del centro urbano. La razón es que tampoco allí se construyen edificios, ya que apenas se reforman casas. En este caso, el coste por un inmueble de dos habitaciones sin plaza de garaje, dos cuartos de baño y una cocina, en buen estado, ronda los 350 y 400 euros, según las mismas fuentes. Pero hay otras zonas más caras, como La Vaguada y Santa Ana, donde el coste por un mes se dispara, en la mayoría de los casos, hasta los 800 euros. Es, según uno de los gerentes de la Inmobiliaria Dimensión 5, ubicada en la calle Manuel Wssel de Guimbarda, José Morales, para «inquilinos que buscan tener muchos servicios».
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El perfil de las personas que alquilan se corresponde mayoritariamente con el de parejas de jóvenes o trabajadores de empresas con movilidad entre sus centros de trabajo (como Repsol y otras empresas de Escombreras), de los hospitales, militares y profesores. El piso grande de tres y cuatro dormitorios, amplio salón y cocina está siendo transformado por los constructores en dos viviendas, porque de esta forma se consigue mayor salida y rentabilidad.
Esta falta de oferta evidenció a principios de este cursos académico en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) las dificultades de los estudiantes para encontrar pisos en alquiler. Eso obligó a algunos a marcharse a La Unión para alojarse. Esto lo sabe muy bien José Liarte, que fue quien realizó la gestión a los universitarios. «En el centro y en el Ensanche, cerca de las facultades y las escuelas, por debajo de los 600 euros no se encuentra nada decente y lo que hay está en una situación imposible», aseguró.
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La reducida oferta en el mercado del alquiler no ha hecho más que agravarse en la etapa postpandemia. La escasa rentabilidad que ofrecen a sus propietarios frente a los pisos turísticos ha provocado que muchos de los dueños de viviendas ubicadas en el casco histórico hayan optado por arrendarlas a los turistas para sacar mayor rentabilidad. Aparte de los alojamientos legales dedicados al turismo, en el centro histórico ha proliferado en los últimos años un buen número de apartamentos de estas características sin la licencia que otorga el Instituto de Turismo de la Región de Murcia para sacar tajada de la cada vez más masiva llegada de visitantes a la ciudad.
Hay pisos en la calle Mayor que para este mes de diciembre ofertan un alojamiento de 60 metros cuadrados por 153 euros tres noches, para dos adultos. Por 193 alquilan otro, con la misma duración y para el mismo número de personas, de 59 metros cuadrados. En algunos casos, la rentabilidad se puede obtener en tan solo dos fines de semana o en una semana de vacaciones.
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La rentabilidad es tan alta en la mayoría de los casos que, como aseguró uno de los gerentes de la inmobiliaria Dimensión 5, José Morales, hay propietarios que como inversión compran pisos para después arrendarlos a los turistas, «aunque también los hay que los dedican para alquiler de larga duración, aunque de esto en el casco antiguo hay poco».
El alquiler vacacional de viviendas también lo nota el gerente de la Inmobiliaria Marín, Juan Carlos Marín. «El que haya este tipo de oferta radica en la escasez. Muchos eligen esta opción porque así le sacan máxima rentabilidad económica y porque hay propietarios que no se fían, creen que se lo van a destrozar si lo arrienda a familias», concluyó.
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