Parada gastronómica y cultural en Segorbe
LAS COSAS POR SU NOMBRE ·
LAS COSAS POR SU NOMBRE ·
TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN
Domingo, 18 de octubre 2020, 10:47
En todos los viajes se hace un alto en el camino y en ruta hacia Aragón, casi a mitad de trayecto, queda Segorbe, capital del ... Alto Palancia, en la provincia de Castellón, con una situación estratégica en la comarca que la hizo crecer y con un legado histórico que la convirtió en residencia de gobernadores almohades y de reyes cristianos durante largo tiempo, lo que ha dejado un importante patrimonio arquitectónico repartido por su casco antiguo, que está declarado BIC. Y si a esto le unimos su gastronomía y el delicioso entorno natural del Valle del Palancia, no es de extrañar que Segorbe se haya convertido en un centro importante de turismo de interior en aquella provincia.
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Lo cierto es que esta población castellonense tiene mucha similitud con nuestra Trimilenaria ciudad, empezando por su bandera, que también es rojo carmesí, su bien conservado casco antiguo, con diócesis y catedral, la existencia de algunos museos muy singulares y unas fiestas de Interés Turístico Internacional; y a pesar de tener solo cerca de nueve mil habitantes, es una ciudad con grandes atractivos y mayoritariamente castellano-parlante.
La catedral basílica de Segorbe fue la única de la provincia, aunque desde 1960 comparte la diócesis con la concatedral de Castellón. Construida en el siglo XIII, su claustro alberga el Museo Catedralicio. El Ayuntamiento está en el que fue palacio de los duques de Segorbe y Medinaceli y su centro de interpretación está dedicado a sus fiestas de Entrada de Toros y Caballos. Al ser tierra de olivos, cuenta con un museo del aceite, aparte de un interesante museo de arqueología.
Paseando por el casco antiguo, muy bien conservado, con unas calles estrechas y con suelos perfectos y limpios y con una estupenda señalización, llegamos hasta el restaurante que nos habían recomendado ¡y qué buenísima recomendación para comer!
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Gastroadictos, que así se llama, se encuentra en una estrecha calle en la zona elevada del casco antiguo, en un antiguo edificio con amplia terraza y con un bien conjuntado mestizaje de mobiliario, detalles, antigüedades y obras pictóricas y con unos jardines que te envuelven en la terraza con cómodas mesas y amplios espacios y que cuentan con sistema de nebulización para crear un ambiente fresco. Su salón principal está en la misma línea de combinar lo moderno con lo clásico y con detalles singulares de los propietarios y su cocina abierta permite ver el 'showcooking' de los cocineros en directo.
Con todos estos buenos principios, la ilusión va de la mano de la esperanza y entre ambas embastan y dan pábulo a los sueños, una parte fundamental de la vida. En las circunstancias que le hicieron llegar a la cocina a David Marqués, la ilusión es una parte fundamental, al igual que lo es la perseverancia. Y gracias a ambas, al final David pudo abrir su restaurante y hacer de su cocina esa pasión que lleva en su interior y desarrollarla. Esto a David le viene de cuna ya que aprendió la profesión al lado de su madre, que ha sido una gran cocinera, y en el bar de sus padres, donde aprendió las bases de una cocina tradicional. Estudió Magisterio y ejerció en Barcelona pero sentía que lo suyo era la cocina, por lo que volvió al redil familiar donde siempre se había respirado un ambiente de felicidad y convirtió los fogones en su entorno profesional.
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Su concepto gastronómico se basa en una cocina muy personal con base tradicional con guiños vanguardistas, mediante la utilización de técnicas y un vasto conocimiento, que le permite crear una oferta gastronómica única y singular en su zona con platos sabrosísimos y equilibrados, con altísima calidad y de índole casual, puestos sobre una vajilla muy especial y algunos elementos exclusivamente diseñados para él, consiguiendo que su local sea algo más que un restaurante, en el que el comensal, además de comer, disfrute de sus tapas, sus platos y se emocione con ellos.
Otra fortaleza de David es saber comprar, porque comprar bien es poder vender mejor, y él lo consigue comprando directamente al productor, pequeños agricultores, carniceros, panaderos en la lonja y los mercados locales y, en ocasiones, aprovechando el huerto ecológico de su padre del que también se surte. Por eso está en un proyecto de recuperación del recetario tradicional de la comarca, con elaboraciones ancestrales como la Olla Segorbiana que él reinterpreta dándole un toque de modernidad.
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Pero al margen de que David aplique los máximos estándares de calidad, sostenibilidad, promoción, marketing y formación continua, el complemento perfecto para el éxito de Gastroadictos no es otro que Silvia Almer, su pareja, una mujer responsable, trabajadora, eficaz, inteligente, sutil, intuitiva y con don de gentes que empatiza a la perfección con los clientes haciéndoles sentir una experiencia muy agradable y que se ha convertido en un pilar fundamental, yo diría el 50 %, de este singular local. Entre los dos conquistan el paladar de los comensales con cada plato como alimento en sí pero también visto como experiencia. Ilusión y diversión en cocina y en sala, como nosotros pudimos comprobar a través del menú degustación que nos ofrecieron.
Empezamos con unos entrantes al centro a base de pomada de anchoas, piedras del Río Palancia (unos bombones de queso), cóctel de gambas, brioche de pulpo con su crema y milhojas de manitas con trufa de Sarrión, uno de esos platos tradicionales reinterpretados de los que ya les he hablado. Compartimos varios de los platos principales que tienen para elegir, de manera que pudiésemos probar varios de ellos: un arroz meloso de conejo de Gaibiel con caracoles y calabaza eco de altura, unos canelones 'la mamma mia' y un cabrito de Viver con aires del sur, todos ellos exquisitos, tanto que no sabría decidirme por uno solo. Y todo ello regado con un rioja Fos reserva de las bodegas del empresario valenciano Vicente Boluda Fos.
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Con el postre hicimos lo mismo y así probamos un limón cocinado con miel de la comarca a baja temperatura acompañado de nueces de Viver, un 'Cremaet', café típico de la provincia de Castellón que se elabora con el caramelo que se forma al quemar el alcohol del ron con azúcar y aromatizado con piel de limón, granos de café y canela en rama; y por último, una Lleteta de Manolo, una especie de leche merengada con limón y canela e infusionada con vainilla y piel de naranja, todo también delicioso.
Una experiencia inolvidable que les invito a probar si pasan por Segorbe, y con un precio asequible a todos los bolsillos. Y sin más dilación, termino hoy con esta reflexión: «Hay algo que no da la clase social, ni el dinero, ni el poder, ni la inteligencia, es algo que se lleva dentro, se nace con ello; es la lealtad». Buen domingo en Cartagena y en Segorbe.
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