Antonio Maestre, capitán y presidente del Club Náutico de Los Nietos, en la goleta 'Buenaventura', en el Mar Menor. PABLO SÁNCHEZ / AGM
Las cosas por su nombre

Navegando en la goleta 'Buenaventura'

Domingo, 25 de agosto 2024, 08:27

El pasado jueves, miles de devotos acompañaron a nuestra Virgen de la Asunción en los municipios costeros. La fe y la tradición se dan la mano con motivo de esta solemnidad, para honrar a la Virgen conmemorando su asunción, en cuerpo y alma, a la gloria celestial. Se celebraron multitud de actos litúrgicos y eventos culturales, además de la procesión en honor a la madre de Jesús. Como cada año, en Los Nietos se vivió una gran jornada y la Virgen salió a la mar, acompañada por alrededor de cien barcos, en su ya típica procesión marítima. Su emblemático Club Náutico –capital de la vela– aportó gran cantidad de barcos a esta singular procesión que cuenta con una extraordinaria tradición, tanto por tierra como por mar.

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El Club Náutico de Los Nietos se empezó a crear en el verano de 1952 cuando un grupo de unos ochenta pioneros tuvieron la idea de potenciar, no solo la vela latina, sino todo tipo de actividades náuticas. Se creó la primera directiva que encargó al arquitecto el proyecto definitivo del club, que fue diseñado por Gallego, García Herrera y García-Carreño. Consistía en una plataforma de 300 metros cuadrados unidos a la playa con una pasarela de 65 metros. El presupuesto ascendió a 350.000 pesetas de la época. La obra se financió con subvenciones y cuotas de socios. El 20 de julio de 1953 se inauguró el flamante club.

Construido íntegramente de madera, se convirtió en el núcleo de las actividades sociales y deportivas de esta zona del Mar Menor. En 1963, la flota de vela ligera consiguió para este club el Campeonato de España en la clase cadete. En 1975, la directiva del momento planteó la necesidad de construir un nuevo club, cuya obra terminó el verano de 1982. Hoy en día, es una referencia en el Mar Menor no solo por su historia, sino por su destacado palmarés en las competiciones de vela.

Y desde tan emblemático club, con motivo de una salida en barco por invitación de mi amigo Andrés, nos dispusimos a disfrutar de un día de navegación por el Mar Menor, en compañía de tres ingenieros de una multinacional, todos amigos comunes. Embarcamos en el 'Buenaventura', una goleta clásica que combina la comodidad y la amplitud con la modernidad. Rememoramos las aventuras de la película 'La carta esférica' basada en la novela de Arturo Pérez-Reverte, utilizada para su rodaje. Fue como viajar al pasado con sus aparejos, cabos, cubierta y cuidadas maderas.

La experiencia

Nada más partir a las órdenes del capitán Antonio Maestre que, a su vez, es presidente del Club Náutico de Los Nietos, el amigo Jero, experto en organizar ágapes, desplegó toda su experiencia y nos sorprendió con unos quintos fríos en cubitera de hielo picado y unas copas de un buen godello fresquísimo. Dichas bebidas fueron acompañadas de unas anchoas 'triple 0' sobre pan bien empapado en aceite, unos mejillones en escabeche de buen tamaño junto con unas ricas patatas fritas, unos berberechos con limón y un golpe de pimienta, una hueva de pellizco y unos tomates 'tumako' partidos con migas de capellanes a la brasa. La verdad es que se navegaba mucho mejor con la estrategia gastronómica de Jero.

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El capitán Maestre, que también es presidente de la Fundación Argonauta, de la Asociación Murciana de Escuelas de Náutica (Amen) y vicepresidente de la Asociación de Amigos de la Vela Latina, se puso al mando de la goleta, gobernando el timón y navegando como una seda a vela. Cómo se nota su dilatada experiencia profesional, pues ha cruzado hasta en cuatro ocasiones el Océano Atlántico en buques a vela y, si a eso le sumamos sus 30 años de marino mercante, queda claro su alto nivel en el mundo profesional de la mar.

Su vida deportiva la desarrolló en la navegación a vela ligera hasta llegar a la clase cruceros, pasando por monitor de perfeccionamiento en el Centro de Alto Rendimiento 'Infanta Cristina' de Los Narejos. Continuó en la Armada Española como parte de la tripulación en la réplica de la Carabela 'La Niña', como timonel de maniobras en el V Centenario del Descubrimiento de América, navegando durante dos años por mares del mundo. Acumuló más de 25.000 millas navegadas.

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Nos propuso a los ocho miembros que íbamos a bordo realizar un recorrido para ver las cinco islas de nuestro Mar Menor: Perdiguera, Del Barón, Ronda, Del Ciervo y la Del Sujeto. Sintiendo la brisa marina en la cara y con unas aguas tranquilas y cálidas con 170 kilómetros cuadrados de extensión y poco profundas. Es un paraíso con sabor a sal. Su alto grado de salinidad –el más elevado de Europa– convierte sus aguas en beneficiosas para la salud.

Cada una de las islas

Nuestro capitán nos iba informando de las islas que íbamos viendo. La del Barón es la más grande de todas y tiene un palacete neomudéjar que se asemeja a un castillo con una entrada al mar. En La Perdiguera se encuentra un yacimiento arqueológico romano, en el que se han hallado cerámicas y ánforas, y nos recordó aquellos chiringuitos para comer sardinas y arroces en un pasado glorioso. Ambas islas, al igual que las otras tres, tienen zonas de nidificación de gaviotas, garcetas y patiamarillas, además de contar con vegetación como lavanda, cortical, zamarrilla y tomillo.

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Y después de cinco horas de disfrute atracamos en el Club Náutico 'Dos Mares', donde Andrés tenía encargada una comida que compartimos con nuestro capitán, el cual nos continuó contando historias sobre la laguna salada. Se ofreció, como director que es de la Escuela Náutica Buenaventura, que cuenta con más de 1.000 permisos de navegación, a enseñarnos el arte de navegar con las distintas titulaciones que imparte.

Nada más situarnos en nuestros aposentos, unas cañas en copa y fresquísimas con espuma desbordante saciaron nuestra sed. Vinieron acompañadas de unas marineras de pulpo y unos caballitos muy bien rebozados en gabardina y de buen tamaño. Jero solicitó dos botellas de Martín Códax bien frías, unos calamares a la andaluza que estaban de diez y unos mejillones Bouchot al vino blanco. Después, una degustación de nuestro típico caldero para que los ingenieros lo probaran, con un Gallopedro bien troceado y frito. Y para terminar, unas Milhojas de crema de pistacho con tatín de fruta de temporada, regadas con un vino dulce Monastrell de Silvano García.

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De nuevo, todos a bordo de la goleta para darnos un baño relajante junto a la Isla Perdiguera, mientras Jero preparaba el mundo del hielo con una exquisita música de fondo para hacer más agradable el fondeo. Y termino con esta reflexión: «Hay gente que regaló su vida para darnos una gran Patria. Otros regalan la Patria para darse una gran vida».

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