José Sánchez Conesa
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 01:07
El libro 'La Torre de Nicolás Pérez en la historia de Cartagena' se presentó en el transcurso de una comida de hermandad que reunió a ... unas trescientas personas precisamente el día de San Nicolás, patrón de la localidad. Un obispo del siglo III que con el tiempo transmuta en Papá Noel, festividad que será celebrada como fiesta del obispillo durante el medievo en todas las catedrales europeas. Un monaguillo o un niño cantor del coro ejercería las veces de obispo por un día, presidiendo la liturgia, pronunciando la homilía y ordenando lo que fuese menester. Una manera de exaltar a los niños, grandes marginados en aquella sociedad. Pues de eso se trata, con la mediación de una publicación contribuimos a poner el foco en un pequeño pueblo de nuestra comarca.
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Recuerdo cuando vinieron a verme hace siete años Alfonso Agüera, presidente de la asociación de vecinos, y los directivos Juan Agüera y Pedro Gallego con el propósito de recabar mi colaboración en esta aventura. Empresa que ha hecho posible el Ayuntamiento de Cartagena. Atrás quedaron muchas tardes de sábado entrevistando a todos aquellos que tenían algo que relatar, única manera de captar el discurrir lento de la cotidianidad, que es el tiempo de la intrahistoria, algo así como la respuesta a preguntas elementales: de qué vivían, qué comían, cómo se divertían, cómo se organizaban. Los documentos están custodiados en el archivo pero cuando hablamos de tradición el mayor archivo es la persona y sus recuerdos, este hecho significa que estamos ante un material sensible que en cualquier momento puede desaparecer y con ese individuo muere todo un mundo. En este caso nos hemos limitado a recoger las voces nativas para fijarlas para siempre en la negra flor de la tinta. Luego se incorporaron al equipo el cronista Francisco Franco, que aborda la historia de esta comunidad local, y Francisco Javier Pérez de la Cruz, profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena, que trata el gran tema del agua. Este doctor ingeniero de Caminos, Puertos y Canales y profesor de la UPCT nos expone cómo los pobladores de antaño recurrían a las fuentes, los manantiales y los cucones, que eran pequeñas oquedades en el terreno empleadas por los pastores para beber agua. No quedaba más opción que el aprovechamiento del agua de lluvia y de las aguas subterráneas mediante aljibes, pozos y norias. No será hasta el año 2007 cuando por fin el vecindario obtendrá el suministro de agua corriente mediante una toma al canal de Cartagena.
Aborda el autor el papel jugado por la empresa The Carthagena Mining & Water Co, más conocida como la Compañía Inglesa, una de las más importantes en el abastecimiento de agua a la ciudad a finales del siglo XX y principios del XX, estableciendo su sede en el edificio singular del Huerto del Inglés. Mediante una compleja red de galerías, canales y tuberías llevaban el esencial elemento hasta el monte Sacro.
Irrumpe en la obra la leyenda del caballero Nicolás Pérez, su hija y su enamorado, la tía Cloca y los esclavos negros del noble. Aparecen en la publicación formas de vida desaparecidas, los oficios de farero en Cabo Tiñoso, carreteros y mineros en unas explotaciones situadas en la zona oeste o secano cartagenero, hasta que cerraron en 1963 las célebres minas de Morales. En este tiempo navideño acudían hasta la Torre a cantar su aguilando la cuadrilla de Perín. Construían las zambombas con pieles de conejo, haciendo sonar las botellas estriadas de anís con la cubertería. La centenaria Fulgencia, abuela de este grupo humano, rememora cómo antes de la guerra civil las gentes del contorno marchaban por lo montes al Cañar el día de Año Nuevo para bailar al son de las cuadrillas los bailes pujados que organizaban los Inocentes.
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Cada fecha era una llamada a la convivencia, esa es la bondad del calendario festivo tradicional, mecanismo facilitador de felices encuentros. La tarde de San Antón merendaban en el monte y cogían palmito. Las máscaras suponían otro concepto de carnaval. El día de San José de postre, arroz con leche. Viernes Santo, entre otros platos, potaje con castañas pilongas. El Sábado de Gloria arrojaban contra el suelo en la puerta de la casa tiestos viejos: macetas, botijos y ollas de barro guardadas durante todo el año en un rito que interpreto como exorcismo de expulsión del demonio.
Joaquín, al que reconozco como catedrático de tradiciones, nos entonó cantes de siega, labranza, minería y trilla. Trovos y trovetes, por aquí pasaron Cantares padre y el hijo, el gran Pedro Cantares. Ahora tenemos a Diego Ortega 'el Molinero' y Juan Ortega 'el Vorico', troveros también de cuadrilla. En este paseo por un mundo desaparecido, un país extraño y a veces exótico, no podían faltar las candangas, como se conoce en estos pueblos a la reunión vecinal de carácter doméstico y nocturno en la que cada cual trabajaba el esparto mientras narraban historias o incluso echaban alguna copla.
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La fiesta se sigue buscando, así desde 2004 celebran en agosto las fiestas en honor a San Nicolás. Como afirmaba el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, en la España rural sin fiestas patronales no hay comunidad, es decir, un colectivo con sentido de pertenencia. La procesión con la imagen del patrón expresa la existencia del grupo que avanza, quiere ser y quiere estar juntos.
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