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De norte a sur y de este a oeste, nuestra querida Trimilenaria está que se sale de actividades de todo tipo. Se acumulan actos de toda índole en cada rincón de la ciudad y, también, en sus diputaciones. Al terminar la pasada semana, mi buen ... amigo José Sebastián Díaz, director de Prevemur –una de las mayores empresas en Servicios de Prevención de Riesgos Laborales de la Región y, también, de las mejores a nivel nacional– inauguró su nueva sede de Cartagena, concretamente en el Polígono Industrial de Cabezo Beaza. El grupo empresarial presidido por el letrado Francisco García ha conseguido consolidarse como una de las compañías más destacadas de su sector. Tiene nada más y nada menos que cerca de 100 empleados, 10 delegaciones propias, 7 unidades móviles y 5 clínicas concertadas que dan servicio a las más de 6.000 empresas que tiene como clientes. «Marcamos la diferencia» es su slogan y puedo dar fe que es totalmente cierto.
A la inauguración asistimos cerca de cien invitados del mundo de la empresa y de todos los ámbitos de la sociedad cartagenera. Disfrutamos de un especial cóctel dirigido por un grande de la hostelería, Juan Antonio Pellicer, para los amigos 'Pelli', que sabe combinar profesión y afición y recoge lo mejor de la huerta, de nuestro mar y de nuestras tradiciones. Con el genio de artista que le caracteriza nos brindó unos platos muy especiales que fueron 'oro molío' y, con los singulares toques que les proporciona, hace que su brillo sea deslumbrante en los manjares que nos sirvió.
Empezamos con unas aceitunas gordales camperas aliñadas con pimientos y terminadas a su estilo. Seguimos con unos boquerones aliñados de una gran frescura y textura jugosa tan bien marinados que, con su carne firme pero tierna y con el toque ácido del vinagre, fueron una experiencia gustativa inigualable. Continuamos con unos corazones de alcachofa con salsa fría murciana que estaban soberbios. Las tostas de tartar de bonito con tomate, exquisitas. Proseguimos con unos rollitos de pollo campero con mayonesa al pimentón. Terminamos con una presa ibérica aliñada con trufa y un surtido de quesos acompañados con vinos de Bullas, por supuesto para hacer Región. Finalizamos brindando por una inauguración extraordinaria en acogida, instalaciones y medios de máximo nivel para las empresas de nuestra comarca.
Y si en la Trimilenaria estuvimos de inauguración, en La Manga del Mar Menor también lo están. El motivo es que su Instituto de Educación Secundaria (IES) cumple un cuarto de siglo: sus bodas de plata. Algo que ha de festejarse por todo lo alto no solo por lo que significó su fundación sino, también, por los actuales años y por lo que se está construyendo para el futuro.
Su situación junto a la playa de Los Alemanes es una ubicación privilegiada que hace de sus aulas y ventanas miren directamente a las salinas de Marchamalo, donde los flamencos disfrutan de la naturaleza en estado puro, al igual que de unas singulares vistas al Mar Menor. Ambos símbolos identifican tan singular emplazamiento. La afortunada y peculiar ubicación del IES Las Salinas del Mar Menor tiene como valor añadido que la ingente masa de turismo que se acumula en los meses estivales desaparece el resto del año, quedando en el invierno demográfico los verdaderos protagonistas de esta historia: las familias que pueblan este espacio, los amantes del mar, los profesionales de la hostelería, la restauración, la pesca, la construcción y otros servicios.
En amena tertulia con mi amigo Sergio García, el director del instituto y hombre comprometido con la enseñanza, la gestión y el crecimiento de su centro, me comentaba que, en el año 2000, los padres y madres que habitaban La Manga se unieron para poner en marcha un proyecto que dura ya 25 años. Todas sus energías se fundamentaron en mantener reuniones y realizar manifestaciones, incluso cortando la carretera de acceso y demostrando que, aunque la imagen que tiene La Manga del Mar Menor es la de ser un destino vacacional (tanto nacional como internacional), en realidad existía y existe un núcleo poblacional que necesitaba de uno de los servicios y derechos primordiales del ser humano: la educación.
A estos protagonistas debemos infinita gratitud por tan increíble hazaña. Consiguieron que, el 22 de febrero del año 2000, se produjera un hito para la Región de Murcia porque, no solo se inauguró ese día el centro educativo sino que se dotó de vida, futuro socioeconómico y progreso cultural al singular enclave de La Manga del Mar Menor, un paraíso «entre dos mares». Y es una suerte que esta efeméride haya coincidido con la construcción de su nuevo edificio que albergará las cocinas en las que el alumnado de Formación Profesional (FP) dará sus primeros pasos en el mundo culinario. Cocinas que no tendrán nada que envidiar a las de los mejores restaurantes de esta Región, con unas instalaciones modernas y completas.
La importancia de una FP que instruya en cocina y gastronomía radica en que cubrirá parte de las necesidades de desarrollo del entorno en el que se encuentra, siendo el sector servicios el principal motor económico de La Manga. De esta manera, a los alumnos, formados y cualificados en sus aulas y cocinas, se les abrirán las puertas en el mercado laboral con numerosas ofertas de trabajo, pues recordemos que esa tierra bañada por dos mares no solo disfruta de una gran gastronomía en la época estival sino que también, gracias al buen tiempo que nos acompaña durante todo el año, brinda la oportunidad de acabar con la estacionalidad.
Sergio, como extraordinario anfitrión, propuso una visita al restaurante Marea de mi buen amigo José Hernández (de la dinastía Chupa), gran empresario y mejor persona que, al vernos llegar, ya estaba descorchando un Mar de Frades y sirviendo una quisquilla fresca, recién hervida y enfriada, que estuvo de auténtico lujo. Continuamos con un ceviche de langostinos y pulpo, delicioso. Pasamos a unas zamburiñas a la plancha de buen tamaño y sabrosísimas. Después vinieron unos caballitos de gamba fresca que repetimos.
Abel, espetero de gran nivel en Marea, nos preparó una dorada mediana para compartir que en nada envidiaba a las de Málaga. Terminamos con un arroz marinero que Jairo, jefe de cocina, los borda de auténtico 'chapó'. Una tarta de queso pasiego con una torrija especial de la casa Jojara puso fin a una extraordinaria comida.
Mientras, en el mundo del hielo, mirando al Mediterráneo y con unos buenos gin tonics en compañía de José, valoramos el gran trabajo de Sergio para, desde el centro de FP, ayudar a la hostelería de la zona con promociones de alumnos muy bien preparados para trabajar en la hostelería local. Y terminó con esta reflexión muy cierta: «Cuando un mediocre obtiene un gramo de poder, cree que tiene una tonelada de autoridad». Tan real como la vida misma.
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