Imagen de la proa y amura de estribor del buque 'Castillo Olite'.
Fotohistorias de Cartagena

Mar y olvido: el 'Castillo Olite' y su tragedia silenciosa

Sábado, 8 de marzo 2025, 07:45

En las aguas de Cartagena, a 24 metros de profundidad, yace una historia olvidada, un relato de guerra, muerte y desmemoria. El 'Castillo Olite', un ... barco que se convirtió en tumba para miles de soldados durante la Guerra Civil española ha permanecido sumergido durante décadas como un mudo testigo de uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de España. Sin embargo, su destino no fue el de un monumento submarino que honrara a los caídos, sino el de un pecio dinamitado, desguazado y finalmente sepultado bajo toneladas de hormigón en nombre del progreso. Esta es la historia de un sarcófago bajo el mar, una tumba de guerra que fue ignorada, saqueada y olvidada.

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El 'Castillo Olite' no era un barco cualquiera. Construido en los astilleros de Glasgow en 1921, este buque de transporte fue adquirido por la Compañía Trasmediterránea y posteriormente requisado por el bando sublevado durante la Guerra Civil. Su trágico final llegó el 7 de marzo de 1939, cuando, en un intento de desembarco en Cartagena, fue alcanzado por un cañonazo de la batería costera de La Parajola. El impacto fue devastador: el barco se hundió rápidamente, llevándose consigo la vida de más de 1.400 soldados. Solo unos pocos lograron sobrevivir. El 'Castillo Olite' se convirtió así en una de las mayores tragedias navales de la Guerra Civil y en un símbolo de la crueldad del conflicto.

Durante años, los restos del barco permanecieron en el fondo del mar, a la vista de quienes se atrevían a bucear en sus aguas. Aunque el casco estaba gravemente dañado, aún conservaba parte de su estructura. En su interior yacían los restos de los soldados fallecidos, junto con sus pertenencias y equipamiento militar. Sin embargo, el paso del tiempo y la mano del hombre acabarían por borrar cualquier rastro de este trágico episodio.

1. El buzo Tomás Rodríguez y su equipo, en 1952. 2. Primitiva cruz, con la isla al fondo. 3. Actual cruz en Escombreras, que no especifica a quién va dedicada.

Negocio con una tumba

En la década de 1950, el 'Castillo Olite' fue víctima de un destino aún más cruel que su hundimiento. En plena posguerra, la escasez de materiales y el alto precio de la chatarra impulsaron un lucrativo negocio: el desguace de barcos hundidos. El Estado español, en una decisión que hoy resulta difícil de comprender, vendió los restos de este barco a un empresario bilbaíno, Luis Lavin, por un precio irrisorio. Ni las autoridades de Marina ni el gobierno pusieron objeciones a esta venta, a pesar de que el barco albergaba los restos de miles de soldados. Lo que en cualquier otro país hubiera sido considerado una tumba de guerra intocable, en España fue tratado como un simple montón de chatarra.

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El desguace del 'Castillo Olite' comenzó en abril de 1952 y fue llevado a cabo por el buzo de la Armada Tomás Rodríguez Cuevas, quien describió el proceso como un trabajo lento, pesado y meticuloso. Utilizando explosivos, el equipo de desguace dinamitó el barco pieza por pieza, extrayendo la chatarra y dejando atrás un escenario dantesco. Según relató Rodríguez, una vez que se retiró la estructura del casco, quedó al descubierto el plan del barco, donde yacían cientos de esqueletos esparcidos entre cascos, armas y objetos militares. «Era algo espantoso que yo nunca había visto», confesó el buzo.

Las detonaciones no solo destrozaron el barco, sino que también provocaron que cientos de huesos salieran a la superficie, flotando en el agua. Ante este macabro espectáculo, los trabajos se suspendieron brevemente mientras un juez recogía los restos humanos y los depositaba en el cementerio de Cartagena. Sin embargo, una vez archivadas las diligencias, el desguace continuó sin más miramientos.

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A pesar de los esfuerzos por extraer toda la chatarra, algunos restos del 'Olite' permanecieron en el fondo del mar durante décadas. Trozos de chapa, mamparos y objetos militares se mezclaron con el fango y la arena, creando un paisaje submarino que, a simple vista, parecía vacío. Sin embargo, para quienes bucearon en la zona en años posteriores, el fondo marino aún guardaba secretos. Bajo la capa de sedimentos, emergían cantimploras, cascos, armas y hasta la vajilla del barco, testigos mudos de la tragedia.

Pero incluso estos restos corrieron la misma suerte que el resto del barco. En 2003, la ampliación del puerto de Escombreras supuso el golpe de gracia para el 'Castillo Olite'. Los informes de impacto ambiental no consideraron los restos del barco como dignos de conservación, al no superar los cien años de antigüedad. Así, bajo miles de toneladas de hormigón, desapareció para siempre cualquier rastro de este pecio y de los soldados que yacían en su interior, algo impensable en cualquier otro país de nuestro entorno.

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Víctimas del bando vencedor

Deberíamos reflexionar al respecto. Es, en muchos sentidos, una metáfora de cómo España ha tratado su memoria histórica. A pesar de que las víctimas del hundimiento pertenecían al bando vencedor de la Guerra Civil, su memoria fue olvidada por sus propios compañeros y enterrada por la indiferencia de las autoridades. Mientras en otros países los pecios históricos son protegidos como patrimonio cultural y memoriales submarinos, en España el 'Castillo Olite' fue dinamitado, saqueado y finalmente sepultado.

La pregunta que queda en el aire es, ¿qué hubiera pasado si el 'Castillo Olite' hubiera sido tratado como lo que era, una tumba de guerra? Quizás, en lugar de ser dinamitado, hormigonado y olvidado, habría servido como un recordatorio de los horrores de la guerra y de la necesidad de preservar la memoria de quienes la sufrieron. En un país que aún lucha por reconciliarse con su pasado, el destino de ese barco es un recordatorio de que, a veces, el progreso tiene un precio demasiado alto: el olvido de quienes dieron su vida por una causa que, al final, los abandonó.

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El 'Castillo Olite' ya no existe, pero su historia sigue viva, como un sarcófago bajo el mar de Cartagena que clama por ser recordado.

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