A lo largo de la historia, Cartagena ha mantenido su identidad castellana desde su incorporación a la Corona de Castilla en 1245. Su presencia activa en los grandes acontecimientos de la historia castellana subraya esta pertenencia y compromiso. Entre estos sucesos destaca su participación en ... la Rebelión de las Comunidades de Castilla (1520-1521), un movimiento que marcó el pulso político y social de la época frente a las políticas centralizadoras del emperador Carlos I.
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En aquellos años, Cartagena apenas contaba con mil vecinos dentro de sus murallas, tras la espantosa epidemia de peste de 1519, el bombardeo de los genoveses de 1516 y la intromisión de los vecinos de la ciudad de Murcia en su término concejil tras no respetar la hermandad de pastos en 1520. Todo ello habían debilitado enormemente el potencial urbano de Cartagena, pero a pesar de ello su puerto, una vez más, la hacía sobrevivir ante tanta adversidad. Es por ello que como ciudad castellana no se quedó al margen de las protestas que se extendieron por el reino.
En los primeros años del siglo XVI, el reinado de Carlos I se enfrentó a la oposición de sectores de Castilla que rechazaban la creciente influencia extranjera en la Corte y las medidas fiscales impuestas para financiar las aspiraciones imperiales del monarca. La revuelta comunera se extendió rápidamente, y Cartagena no fue la excepción. A pesar de su tamaño reducido, la ciudad vivió intensos episodios de alzamiento.
Sus habitantes se unieron a las Comunidades que luchaban contra los desmanes del corregidor y los abusos del sistema imperial impuesto por el rey Carlos I. El levantamiento derivó en violentos enfrentamientos en esta ciudad, entre ellos la muerte del corregidor y varios alguaciles, así como la expulsión del Licenciado Leguizamo, enviado por el real consejo para reprimir las revueltas.
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Muchos cartageneros tomaron parte activa en el movimiento, uniéndose a las huestes comuneras que operaban en Castilla. Sin embargo, la derrota en Villalar el 23 de abril de 1521 supuso un duro golpe para los rebeldes. Aquellos que habían participado en las acciones regresaron a Cartagena, conscientes de que debían enfrentar las consecuencias de sus actos. La sombra de la ejecución de los líderes comuneros -Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado- flotaba sobre ellos, recordándoles el costo de la resistencia.
Con Carlos I regresando a España tras ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, los cartageneros optaron por una vía de reconciliación. Enviaron emisarios al monarca para solicitar su perdón. La respuesta del rey fue contenida en un documento emitido el 13 de febrero de 1522, que concedía clemencia a los vecinos de Cartagena que participaron en los alborotos, con ciertas excepciones.
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El documento del perdón es un ejemplo de la mezcla de justicia y pragmatismo político que caracterizó a Carlos I. Aunque la mayor parte de los involucrados en los disturbios fueron eximidos de responsabilidad civil y criminal, aquellos que habían cometido los actos más graves, como la detención de funcionarios reales o la participación directa en la batalla de Villalar, quedaron fuera del perdón.
Este quedó plasmado en un documento histórico, como hemos señalado anteriormente, que exoneraba a los vecinos de Cartagena por su participación, salvo a unos pocos casos excepcionales, como el del cartagenero Martín Alonso (pescador) y otros siete más; Carlos de Salas y Francisco de Salas (escribanos), Juan Rodríguez (alférez), Juan Ginés (comerciante), Alonso de Osuna (sindico), Francisco Gómez (herrero) y Alonso de Lorca (teniente de capitán).
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En el marco de esta rebelión, Cartagena cuenta con su propio héroe comunero, Martín Alonso, vecino de esta ciudad y el único ejecutado por ello. Su valentía y determinación frente al poder imperial lo colocan al lado de los célebres líderes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, cuyos nombres simbolizan la lucha por las libertades castellanas. La memoria de Martín Alonso refuerza el vínculo de Cartagena con las Comunidades y su defensa del ideal comunero, un aspecto menos conocido pero crucial en la historia de este municipio.
Este episodio es solo un ejemplo más del profundo arraigo castellano de Cartagena. Desde su integración en la Corona de Castilla, el municipio ha participado activamente en los eventos más relevantes del reino, lo que ha modelado su identidad y legado. Este pasado común es un fundamento clave para la reivindicación de la castellanidad de Cartagena, un aspecto esencial para entender su origen y evolución y nuestra herencia actual como concejo.
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Hoy, la historia de los comuneros en Cartagena sirve como un recordatorio del papel de la ciudad en uno de los momentos más críticos de la historia de España. Los documentos conservados, como el perdón real, son testimonio de un pasado de lucha, esperanza y reconciliación. En las calles de Cartagena, cuyos nombres y monumentos evocan la rica historia de la ciudad, persiste el eco de aquellos cartageneros que, hace siglos, se atrevieron a soñar con un futuro mejor, aunque el costo fuera alto.
En el contexto actual, el episodio de los comuneros puede inspirar reflexiones sobre los valores de libertad, justicia y el impacto de las acciones colectivas en la construcción de una sociedad más equitativa. Cartagena, con su legado de resistencia y compromiso, sigue siendo un punto clave en la comprensión de los grandes procesos históricos que definieron la Península Ibérica.
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