La Guerra Civil Española (1936-1939) trajo consigo una serie de alianzas internacionales que marcaron un antes y un después en el conflicto. Una de las colaboraciones más significativas fue la de la Unión Soviética, que apoyó al bando republicano a través de la provisión ... de armamento y el envío de asesores y militares. La base naval de Cartagena fue uno de los principales puntos estratégicos para esta cooperación, ya que a través de este puerto llegaron buques con armamento, municiones y pertrechos enviados por la URSS, además de oficiales soviéticos que cumplieron funciones tanto de asesoría como de liderazgo en unidades clave de la Flota Republicana.
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Desde 1936, la Unión Soviética, preocupada por la expansión del fascismo en Europa, decidió brindar apoyo a la República Española. Este apoyo no fue inmediato, pero una vez que el liderazgo soviético valoró el riesgo geopolítico, se concretó una operación logística masiva que incluyó la llegada de armamento, tanques, aviones, municiones y combustible. Cartagena, con su posición en el Mar Mediterráneo y su base naval bien equipada, se convirtió en el epicentro de la recepción y distribución de estos recursos.
Los convoyes de suministros llegaban frecuentemente de manera clandestina, esquivando los bloqueos impuestos por las potencias extranjeras que apoyaban al bando franquista, como Alemania e Italia. El material que llegaba incluía tanto vehículos blindados, carros de combate T-26, como los famosos aviones Polikarpov I-15 e I-16, esenciales para el dominio aéreo, así como una cantidad significativa de municiones y provisiones militares. Sin este flujo de armas, la República hubiera sido incapaz de mantener la resistencia durante los tres años de guerra.
Especial relevancia fue la llegada de los T-26 a Cartagena. El 15 de octubre de 1936 llegó al puerto el primer envío de cincuenta de estos tanques soviéticos para apoyar a las fuerzas republicanas en la Guerra Civil Española. Bajo el mando del general soviético Semión Krivoshéin, estos vehículos blindados debutaron en combate el 26 de octubre en Seseña, al sur de Madrid, donde resistieron el avance de los sublevados.
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Inicialmente, los tanques fueron manejados por soviéticos, pero pronto Krivoshéin creó una escuela en Archena, cerca de Cartagena, para entrenar a españoles en su uso. Este esfuerzo formativo permitió organizar el primer batallón de tanques del Ejército Popular de la República.
Durante la Guerra Civil Española, el tanque T-26 se convirtió en uno de los vehículos blindados más importantes del conflicto. De los 347 tanques comprados a los soviéticos, 281 llegaron a España, y de estos, 123 fueron capturados o recuperados por las fuerzas sublevadas a través de su Servicio de Recuperación.
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Con la derrota republicana en abril de 1939, el ejército franquista incorporó 178 tanques T-26 a su arsenal, manteniéndolos en servicio hasta la década de 1950, cuando fueron sustituidos por modelos estadounidenses como el M-26, M-41 y M-47. Hoy en día, se conservan algunos de estos tanques históricos en acuartelamientos militares y museos.
En el Museo Histórico Militar de Cartagena tenemos uno de ellos que tras muchos meses de restauración la Asociación Cultural de Amigos de este Museo (Aammilcar) ha conseguido ponerlo en funcionamiento. Han sido más de 12.000 horas de trabajo con la intervención de un total de 34 personas de esta Asociación las que han conseguido este logro.
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El esfuerzo de la asociación no solo se ha centrado en restaurar la estructura y aspecto externo del T-26, sino también en poner en funcionamiento sus sistemas internos, una tarea que ha requerido conocimientos técnicos detallados, horas de dedicación y un profundo respeto por la historia. Gracias a su trabajo meticuloso, este vehículo blindado no solo es una pieza de exhibición, sino también un testimonio vivo de la maquinaria de guerra utilizada durante uno de los períodos más complejos de la historia española.
Los miembros de la asociación han destacado el desafío que supone mantener en óptimo estado una pieza con casi un siglo de antigüedad, pero insisten en que cada esfuerzo ha valido la pena para contribuir a la preservación del patrimonio militar de Cartagena y de España. Este T-26, restaurado con pasión y rigor, simboliza un puente entre el pasado y el presente, permitiendo que las generaciones actuales comprendan de manera tangible la historia que definió al país y que, en breve tiempo, podrá ser presentado en una demostración en donde Cartagena podrá observar y reconocer todo este inmenso trabajo.
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Además del envío de material, la presencia de asesores soviéticos fue crucial. La base de Cartagena recibió a numerosos oficiales soviéticos experimentados que colaboraron en el entrenamiento de las tripulaciones y la organización táctica de las operaciones marítimas. Entre ellos destacó Nikolái Kuznetsov, quien más tarde sería considerado un héroe de la Unión Soviética. Kuznetsov desempeñó un papel fundamental al aportar sus conocimientos sobre estrategias navales en una flota que carecía de la experiencia y modernización necesarias para enfrentar el conflicto.
Otro de los asesores soviéticos más enigmáticos que pulularon por Cartagena fue Aleksandre Orlov, agente de la NKVD, la agencia de inteligencia soviética. Orlov no se limitó a su papel de espionaje y contrainteligencia; además, supervisó la seguridad de los envíos y colaboró en el diseño de estrategias para resguardar los transportes desde Cartagena a Madrid. Orlov también jugó un papel relevante en otro episodio clave: el traslado del oro del Banco de España desde Cartagena a Odesa.
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En retrospectiva, la intervención soviética en la base naval de Cartagena subraya la dimensión internacional de la Guerra Civil Española y cómo este conflicto se transformó en un laboratorio de tácticas militares y de alianzas que anticiparon la Segunda Guerra Mundial. La ciudad de Cartagena, con su puerto y base naval, permanece en la memoria histórica como un punto de resistencia y de colaboración en un conflicto que sacudió los cimientos de España y del mundo.
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