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El rey Alfonso XIII, ya en en exilio, en el centro de la imagen.

«Conservo y sigo mis tradiciones»

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 27 de octubre 2018, 02:12

Con la frase que titula este artículo se despedía el rey Alfonso XIII de Cartagena cuando, en abril de 1931, partió al exilio. Renunció al trono tras las elecciones municipales que provocaron en España no solo un cambio político, sino también institucional y de modelo de Estado.

La contienda política se presentó como un referéndum, como un examen final para una dinastía que había agotado su crédito y sus capitales políticos. La Monarquía Alfonsina había llegado a su fin, producto de la coyuntura socioeconómica, el contexto internacional y sus propios errores; la Segunda República Española se había instaurado.

Según el relato de José Rivera y Álvarez de Canedo, ministro de Marina en abril del 31 y encargado de sacar al Rey de España hacia su exilio, una vez que se publica el decreto de su renuncia a la Jefatura del Estado, es introducido por una puerta secreta del Palacio Real que daba a los jardines del Campo del Moro. El Rey no sabía a dónde le llevaban. Cuándo le dijeron que a Cartagena, preguntó: «¿Quién me ha empaquetado a mí para Cartagena?»

La relación de este monarca y Cartagena fue muy intensa, en su largo reinado las visitas oficiales se sucedieron con bastante frecuencia entre el periodo de 1903 y 1931. Incluso la ciudad fue elegida como lugar de importantes encuentros diplomáticos al máximo nivel, como las visitas de los Reyes de Inglaterra y del presidente de la República Francesa.

A las cuatro de la tarde del 14 de abril se recibe en Cartagena la orden de alistar un crucero con la misión de trasladar a Alfonso XIII al puerto francés de Marsella. El buque designado fue el 'Príncipe Alfonso', el preferido del Rey. A su regreso a Cartagena se le cambió su nombre por el de 'Libertad'.

Cuenta el ministro Rivera que fue el propio Rey el que insistió en conducir su propio coche, un modelo Duesemberg de importación que obtuvo meses antes a través del Marqués de Pescara, e incluso les hizo saber que conocía perfectamente la ruta hacia Cartagena. Eran las 20.00 horas.

Abandonan Madrid sin novedad y sin ser reconocidos, los coches circulan a gran velocidad y sobre las doce de la noche, cerca de Albacete, la comitiva para a cenar, tras repostar gasolina. Ya de madrugada atraviesan Murcia.

Lo que se encuentra Alfonso XIII en Cartagena aquella madrugada, según relata el cronista oficial de Cartagena Francisco J. Franco en su tesis doctoral 'Cartagena en la Segunda República', es mucha gente que, contenida por los guardias, prorrumpe en vivas a la República. Ya en el interior de la base, llegan al muelle de la 'Machina', donde la marinería y los oficiales le rinden homenaje. Allí también se hallan los mandos militares de la ciudad: el capitán general de la Zona Marítima del Mediterráneo, Magaz; y el gobernador militar, Francisco Zuvillaga. No se permitió la entrada al Arsenal a nadie, ni siquiera a los periodistas.

Cuando el Rey sube al bote 'Almirante' que, le conducirá hasta el crucero 'Príncipe Alfonso', el jefe del Arsenal, vicealmirante Juan Cervera Valderrama, da siete vivas al Rey, y el monarca contesta: «¡Viva España!» Eran ya las 4.30 de la madrugada.

El Marqués de Magaz le dijo que sentía lo sucedido y el Rey, nervioso y emocionado, le respondió con una frase hecha: «Conservo y sigo mis tradiciones».

Siempre se ha comentado en los círculos sociales de la ciudad que algunos sectores radicales habían organizado un atentado contra el Rey. Es un extremo difícil de confirmar de forma documental, aunque sí parece cierto que algunos republicanos moderados como Severino y Casimiro Bonmatí o el naviero Julio Casciaro hicieron grandes esfuerzos para garantizar que la despedida de Alfonso XIII tuviese lugar sin ningún tipo de incidentes.

Rivera cuenta que, cuando el buque navegaba ya fuera del malecón, Alfonso XIII le pidió subir al puente de mando, pues «quería ver España por última vez». Desde allí pudo contemplar toda la bahía cartagenera con la ciudad al fondo. Al pasar cerca del islote de Escombreras, no pudo contener las lágrimas abandonado la cubierta e introduciéndose en su camarote.

En 1966 se rodó una película que bajo el título 'Las últimas Horas' describe de manera fidedigna todo este viaje a Cartagena y su partida. Curiosamente el papel del Rey lo interpretó el actor murciano Ángel Picazo, de extraordinario parecido físico con Alfonso XIII. No en vano algunas fuentes señalan la posibilidad de una relación filial entre actor y monarca.

Cuarenta y nueve años después, regresaría Alfonso XIII a Cartagena. En 1980 sus restos mortales serian repatriados desde Roma y su entrada a España se haría por Cartagena, el mismo lugar de donde partió a su exilio en 1931.

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