La celebración de bodas y comuniones han aumentado entre un 50% y un 70% en la demarcación de la vícaría de Cartagena en lo que ... va de 2022, respecto al año pasado. «El año de la pandemia fue de restricción total, en el siguiente se recuperó la cosa en cierto modo, pero ha sido ahora cuando se han animado los contrayentes que querían celebrar su enlace con todas las de la ley», explicó a LA VERDAD el vicario de Cartagena, José Abellán. El mismo impulso han recibido las comuniones y eso ha devuelto la actividad a los salones de celebraciones, a las floristerías y a los negocios de corte y confección.
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Las bodas civiles no han experimentado el mismo aumento. Tanto en los juzgados como en el Ayuntamiento fue el año pasado cuando hubo una subida acusada, que se ha moderado en este 2022. «Es normal, porque en la mayoría de los casos, quienes se casan por lo civil no llevan con ellos a un número elevado de asistentes; así que el año pasado fue posible celebrar las bodas aplazadas del anterior sin más problemas, pese a las restricciones de aforo», indicó un portavoz municipal.
Iglesias En todas ha crecido el número de enlaces previstos, ahora que no hay restricciones de aforo.
Banquetes Vuelven a la normalidad, pero con un menor número de comensales por la crisis y otros factores.
Complementos Sastrerías, floristerías y tiendas de regalos se benefician de la recuperación, pero con algo menos de gasto.
«Los banquetes sí que han aumentado considerablemente en número, en parte por las bodas celebradas este año y también en gran medida por las que tuvieron lugar el año pasado. En muchos casos, los novios han preferido esperar a tener todas las garantías de que se podían reunir con todos sus amigos y seres queridos, sin generar un foco de contagios, en lugar de hacer una cosa más pequeña», explicó Clemente Acosta, que gestiona dos salones de celebraciones en El Albujón y en Molinos Marfagones.
La salida de la pandemia ha coincidido con el cierre de la Basílica de la Caridad, que es una de las iglesias que más bodas concita. Esto ha supuesto una concentración mayor todavía para los templos de su entorno, en especial la iglesia de Santa María de Gracia y la del Carmen. En la segunda hay ya lista de espera este año y se están dando fechas para 2023, según las fuentes consultadas.
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En el templo de Santa María, hay reservas para ceremonias nupciales tanto los sábados como los domingos, por la mañana y por la tarde, durante todo lo que resta de primavera. Una prueba palpable de que el ritmo previo a la pandemia se ha recuperado es que la parroquia pidió encarecidamente a la Cofradía California que el fin de semana de las Cruces de Mayo no montara la suya en la calle del Aire. Entonces, era necesario mantener despejada la zona frontal de la iglesia, por la cantidad de bodas programadas.
«Ese incremento se refleja también en otras parroquias en las que habitualmente hay menos peticiones. En San Diego, tenemos una decena de bodas programadas, cuando lo habitual es la mitad o menos», comentó el sacristán, Julio Ortiz. Algo parecido sucede en la del Sagrado Corazón de Jesús, en Barrio Peral, y en la de Los Dolores.
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En Santa Lucía también se ha regresado a la rutina previa a la Covid, con al menos una boda cada fin de semana. «Además, la gente vuelve a pedir que celebremos la ceremonia en la ermita del Calvario. De la decena que tenemos previstas, hay cuatro que tendrán lugar allí», explicó el párroco, Ángel Obradors. «Como se puede ver, en todas ha subido el número de peticiones y de bodas programadas en más de un 50%», explicó José Abellán.
«Lo que ha variado es el volumen de invitados. En las reservas que llevamos vistas hay pocos banquetes de más de 200 personas», explicó Clemente Acosta. «Quizás sea por la crisis que viene y que hace que la gente haga menos gasto o, a lo mejor, es derivado de que muchas bodas, sobre todo civiles, han sido hace tiempo y la cosa se ha enfriado. Lo mismo pasa con las comuniones. Con todo, para nosotros es una alegría que vuelvan los convites de celebración», añadió.
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Carolina Palazón, de Pronovias, ha vuelto a vivir los viernes de infarto de arreglos y últimos detalles de antes de la pandemia. «El año 2020 fue la muerte para nosotros. En 2021 empezamos a ver la luz, pero es ahora cuando no paramos, aunque la capacidad de gasto en los vestidos de novia tardará en recuperarse. Quien más se gasta no pasa de los 1.500 euros y me consta que antes había clientes que tiraban mucho más para arriba», explicó. Ella tuvo la desgracia de entrar en el sector pocos meses antes del comienzo de la pandemia, pero ha aguantado y ahora es cuando empieza a ver los réditos de haber resistido.
Desde la floristería San Francisco explican que también en su caso se ha notado un aumento de los encargos y del gasto, aunque indicaron, asimismo, que la capacidad de gasto por ceremonia se ha resentido. «No sabemos cuando volveremos a lo que nos suponía cada enlace en 2018 y 2019», indicaron.
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El rito de las bodas ha vuelto a la normalidad. «Tenemos libertad de aforos, no hay obligación de llevar mascarilla y el contacto entre los asistentes puede ser el normal», explica José Abellán. Sin embargo, tanto él como otros párrocos de Cartagena indicaron que mantienen puesta la mascarilla cuando se acercan a los contrayentes. También acuerdan con ellos las condiciones que quieran respecto a otros aspectos que les hagan sentirse más a gusto en el aspecto sanitario. «Pero, con todo, se nota una mayor relajación que en los dos años en los que había tantas limitaciones por la Covid», subraya el vicario.
Dos años después de fijar fecha para casarse, en 2020, y tras aplazar el enlace por la pandemia, Marta Hernández y Carlos Raúl Tejada siguen empeñados en plasmar su amor en una boda por la Iglesia. «Ha sido un infierno muy duro del que estamos saliendo ahora, pero vale la pena», explicó ella. Recuperar el dinero invertido en el vestido y en la reserva de la fecha en el templo que habían escogido no ha sido fácil, pero lo han conseguido y eso no ha roto su compromiso.
«Para tener asegurada la iglesia que queríamos, pusimos cien euros para celebrar la boda de una manera determinada y, con la pandemia, nos cambiaron las condiciones. Cuando pedimos la devolución, nos la negaron. En el vestido, pusimos 500 euros», comentó Carlos Raúl. «Gracias a Dios lo hemos recuperado todo y ahora podemos volver a planificar el enlace como queríamos desde el principio», apuntó Marta, junto a su novio.
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