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Berta Singerman mira a la cámara en su película 'Nada más que una mujer', de 1934.

Berta Singerman, mucho más que una recitadora

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN. HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA

Sábado, 5 de mayo 2018, 01:31

En 1932 se celebró en Cartagena un importante acto. Era finales del mes de marzo, cuando nuestra ciudad fue elegida por el Gobierno para conmemorar el primer aniversario de la instauración de la II República.

La importancia de Cartagena unida a su tradición republicana y el simbolismo que representaba su titánica resistencia durante la Sublevación Cantonal de 1873 hicieron que el presidente Niceto Alcalá Zamora y parte de su gobierno se trasladasen hasta esta tierra para asistir a una serie de actos del cual hoy nos referiremos solamente a uno.

Concretamente al celebrado el 30 de marzo a las diez y media de la noche, en el Teatro Principal, y que bajo la denominación de 'Fiesta de la Poesía' contó con la actuación de la que entonces era consideraba la mejor recitadora del país: Berta Singerman.

No fue la primera ni última vez que en Cartagena se escuchó la voz de esta eminente artista. Singerman considerada como la mejor recitadora de todos los tiempos, estuvo varias veces por nuestros escenarios cosechando importantes éxitos.

Pero quizás fue en este aniversario donde más estuvo unido el nombre de esta mujer y el de Cartagena, recalcando que nos encontramos ante uno de los integrantes de la denominada generación de «monstruos sagrados» en el orden artístico. Ser mujer y ser admirada era mucho más importante que pasar por la mente del público como una buena actriz, una excepcional recitadora, una recreadora de la poesía. Ella llegó a las masas sin la ayuda de la radio ni de la televisión. Su nombre, su figura, su perfil, su voz, sus ademanes, su capacidad histriónica fueron facultades que conocieron y aplaudieron multitudes en teatros, cinematógrafos, estadios de fútbol y plazas de toros. Fue un fenómeno de características absolutamente personales, sin antecesores ni herederos.

Berta Singerman nació en una familia judía de Minsk (Bielorrusia), en 1903. Sus padres emigraron a Argentina cuando era niña. Nacionalizada argentina, estudió en el Liceo Nacional y en la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres. Comenzó su vida artística en el teatro, pero la riqueza cromática de su voz, su sentido del sonido, el ritmo y el gesto la impulsaron a la declamación profesional. Fue la primera y única recitadora profesional de América y llegó a ser la más ilustre de las intérpretes de la poesía castellana.

Contrajo matrimonio a los 18 años con el empresario Rubén Stolek. En 1920 debutó en el film mudo 'La vendedora de Harrods', de Francisco Defilippis Novoa. Más tarde iniciaría sus grabaciones de poemas con la filial argentina de la compañía discográfica Victor Talking Machine.

Su arte no sólo triunfó en América, sino también en España y Portugal, donde cosechó importantes éxitos en su viaje realizado a principios de 1926 y que supuso su reconocimiento internacional. En esta gira interpretó a Lope de Vega, al Arcipreste de Hita, Rubén Darío y otros clásicos de la literatura castellana. También hizo algunas incursiones en el cine.

En 1932 fundó y dirigió la compañía del Teatro de Cámara y en la década de 1940 tuvo su propia compañía, con la que puso en escena obras clásicas como 'La dama del mar', de Henrik Ibsen.

En 1942 participó en 'Ceniza al viento', un film de Luis Saslavsky. Se destacó entonces como rapsoda, y fue imitada por Jorge Luz. En la década de 1960 protagonizó el unipersonal 'Sarah Bernhard' en el Teatro Odeón. Su composición más destacada fue 'La voz humana', de Jean Cocteau, que es considerada la mejor del mundo. Viajó por América y Europa y filmó una película en español en Hollywood, 'Nada más que una mujer'. Continuó con sus recitales hasta mediados de 1980. En sus últimos años residió en un geriátrico del barrio porteño de Palermo, donde falleció el 10 de diciembre de 1998 a los 97 años de un paro cardiorrespiratorio.

Pero volvamos a la Cartagena de 1932, a la Fiesta de la Poesía: el Teatro Principal lleno hasta la bandera, público y autoridades disfrutaron de una velada recitadora espectacular por parte de la Singerman, que tardó mucho tiempo en olvidarse. Ya contaba esta artista con grandes amigos cartageneros como Antonio Ros, Ginés de Arlés pero sobre todo con una gran amiga, Carmen Conde. Con ella mantuvo una estrecha relación hasta el final de sus vidas. Eran mujeres de vanguardia. Por ello no es extraño encontrar en el fondo fotográfico del Patronato Carmen Conde algunas instantáneas de ellas dos juntas, incluso en la década de los 70 del pasado siglo.

Importante personaje que, para nuestra suerte, nos obsequió en numerosas ocasiones con su arte, una mujer que grabó estas palabras en la parte interior del sello de su anillo:

«Haz un voto, entiérralo profundamente, siembra belleza y cosecharás fama».

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Berta Singerman, mucho más que una recitadora