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«El recuerdo de aquellos que se fueron, y que no tendrían que haberse ido, nos debe hacer conscientes a todos, y sobre todo a las administraciones, de que aquello no debe volver a ocurrir en ningún lugar de Cartagena». Estas palabras del presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Cartagena y Comarca, Leandro Sánchez, vinieron a resumir ayer en Barrio Peral el espíritu de homenaje y reivindicación que marcó la conmemoración del 40 aniversario del accidente ferroviario en el paso a nivel de esta zona, donde murieron siete personas al arrollar un tren a un taxi y un Seat 127.
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Porque, en el breve pero emotivo acto de tributo a los fallecidos del 19 de noviembre de 1979, que congregó a unas doscientas personas en el lugar del siniestro, estuvo presente la petición de suprimir los pasos a nivel que aún perduran en el municipio. Son el de La Palma-Pozo Estrecho, en la línea convencional Cartagena-Chinchilla-Madrid, y tres en la línea de Ferrocarril de Vía Estrecha (Feve) Cartagena-Los Nietos: Los Mateos, El Abrevadero y Collado de Los Pinos (Alumbres).
En su discurso ante vecinos y familiares de las víctimas de Barrio Peral, a los que trasladó su «aliento», la alcaldesa, Ana Belén Castejón, recordó que Adif licitó en octubre el contrato de redacción del proyecto de Pozo Estrecho. «Desgraciadamente, cuarenta años después nos quedan cosas por hacer. Por eso, tenemos que seguir luchando», dijo Castejón, quien descubrió una placa conmemorativa.
Dieciocho años de concentraciones ininterrumpidas costó a los vecinos que Renfe desviara para siempre el tráfico de trenes, rememoró el presidente de la Asociación de Vecinos de Barrio Peral, colectivo que organizó el acto. Y destacó que el barrio «intentó ayudar a que los familiares superaran lo insuperable», y pese al tiempo pasado «no quiere perder sus raíces, su alma».
Las lágrimas asomaron cuando cantó Lola Cayuela, acompañada por músicos del Conservatorio de Cartagena, y cuando el presentador, el periodista Miguel Meroño, nombró a las víctimas: el taxista Tomás Ortiz Legaz y sus clientes Enrique López Belmonte y José Rocamora Martínez; y José Acosta Mendoza y su mujer, Pilar Blanco Pérez, y los hijos de ambos: David y un bebé no nacido, pues ella estaba embarazada.
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«Fueron momentos muy duros. Y el recuerdo y el dolor perduran», relató Carmen Acosta, hermana de José, «agradecida» a los organizadores del recuerdo, al que asistió junto a su madre. No faltaron dos hijos y la viuda de Tomás, Antonia, y un compañero del gremio, Joaquín Alarcón. «Nos llevábamos como hermanos», lamentó. Y dio gracias por no haber ido en aquel taxi: «La parada estaba al lado del paso a nivel. Nos jugábamos la vida todos los días y nos podía haber pasado a cualquiera».
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