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Descarga de tanques soviéticos en el puerto.

Oro español en La Algameca

Las reservas del Banco de España estuvieron durante la Guerra Civil en los polvorines de la base naval antes de llevarlas a Rusia y de que Stalin se quedara con ellas

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA

Sábado, 13 de diciembre 2014, 00:45

Cartagena, ciudad de tesoros. Ese eslogan tan de moda hoy día en nuestra localidad, debido fundamentalmente a la presencia del llamado 'Tesoro de la Mercedes', depositado en el Arqua, tuvo en otra época diferente connotación. Me refiero a la presencia de la reserva de oro del Banco de España, que fue trasladada a Cartagena durante la Guerra Civil española.

El 12 de septiembre de 1936, mientras las fuerzas del general Franco amenazaban con tomar la capital de España, el socialista Juan Negrín, ministro de Hacienda del gobierno republicano de Largo Caballero, presentó un decreto reservado que debía firmar Manuel Azaña autorizando el traslado de las reservas de oro del Banco de España a un lugar más seguro. Y no había lugar más seguro entonces que la Base Naval de Cartagena.

Pero éste no sería un traslado definitivo; el destino final de la reserva no era otro que la capital soviética, Moscú.

El 14 de octubre, Negrín visitó la embajada soviética para encontrarse con su embajador, Rosenberg, que se encontraba acompañado en su despacho por Alexander Orlov, jefe del servicio secreto soviético en España. Negrín dijo ante Rosenberg y Orlov que el oro del Banco de España debería ser transportado a la URSS, donde estaría a salvo de Franco. Pero no exigió garantía alguna de su devolución a España, se fio, sin más, de los soviéticos, porque ni Francia, ni Gran Bretaña, ni mucho menos EE.UU. podían asegurarle la custodia en secreto de las reservas de oro, y seguramente lo entregarían a Franco si éste resultaba vencedor de la guerra.

Orlov preguntó a Negrín dónde se encontraba el oro, se le respondió que estaba ya almacenado en un lugar seguro de Cartagena, llamado La Algameca.

La alegría de los soviéticos fue grande, pues Cartagena era el puerto principal en el que sus barcos descargaban armas y suministros para la República.

Orlov se trasladó a Cartagena, donde fue recibido por Kunznetzov, agregado naval soviético en esta base. Orlov le dijo que necesitaba transportar material de enorme importancia estratégica, y le autorizó a confiscar todos los barcos rusos que atracasen en Cartagena. Deberían ser descargados con rapidez y permanecer a la espera de órdenes. Un día después, Orlov y Kunznetzov se entrevistaron con Antonio Ruiz, comandante de la base naval de Cartagena. Ruiz se mostró dispuesto a colaborar en la operación y se comprometió a conseguir sesenta marineros para llevarla a cabo.

A finales de octubre, la fase final de la operación se puso en marcha: se emplearon para el transporte veinte camiones rusos Ziss que habían sido desembarcados en el puerto unos días antes formando parte de la llamada ayuda soviética, todos conducidos por tanquistas rusos llegados de la cercana estación de Archena al mando del coronel S. Krivoshein. Subidos en ellos se trasladaron los sesenta marineros facilitados por Antonio Ruiz.

Los marineros, todos jóvenes y de buena complexión, empezaron a cargar las cajas en los camiones. El contenido de cada camión era verificado por hombres de la NKVD (agentes rusos) y subordinados a ellos funcionarios del Banco de España y por el jefe del Tesoro, Méndez Aspe. Cuando un camión estaba suficientemente cargado, era conducido hasta una zona cercana. Los marineros seguían cargando cajas, y cuando había diez camiones cargados, eran llevados hasta el puerto, donde se introducían en cuatro barcos soviéticos. Mientras diez camiones entregaban su valiosa carga en el puerto, los otros diez se cargaban en ese momento en los polvorines, y así sucesivamente. En total, trasladaron en cuatro días 7.800 cajas, según las cuentas de Orlov; para Méndez Aspe el número de cajas era de 7.900, un error de 100 cajas que nunca se supo dónde quedaron, un misterio que hoy día sigue sin conocerse.

El 25 de octubre de 1936, los buques soviéticos 'Kim', 'Jruso', 'Neva' y 'Volgoles', con las 510 toneladas de oro en sus bodegas, zarparon del puerto de Cartagena en dirección a la Unión Soviética, escoltados por la Flota Republicana. El oro llegó al puerto ucraniano de Odessa el 2 de noviembre de 1936. La Unión Soviética se apoderó de una cantidad que aproximadamente se podría calcular en su valor actual sobre los 20.000 millones de euros, en cobro por la ayuda militar prestada al bando republicano en la Guerra Civil. Esta asistencia consistió en el envío de asesores, técnicos, aviones y tanques, a precio de oro, nunca mejor dicho.

Stalin celebró la llegada del tesoro desde Cartagena con un banquete en el Kremlin al que asistieron los miembros del Politburó, y en el cual dijo las siguientes palabras: «Los españoles no verán más el oro, del mismo modo que nadie puede ver sus propias orejas», expresión basada en un proverbio ruso.

Y así ha sido.

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