Borrar
Inmaculada Iniesta, fotografiada este viernes cerca de su casa, en la pedanía murciana de El Palmar. Martínez Bueso
La carrera vital de Inmaculada

La carrera vital de Inmaculada

Día contra el cáncer de mama ·

A esta paciente se le cayó «el mundo encima» con 44 años cuando recibió su diagnóstico de cáncer de mama en plena pandemia

Domingo, 17 de octubre 2021, 09:28

Llega caminando a la cafetería en la que se ha citado con LA VERDAD, aunque en realidad está pedaleando desde hace casi un año. Porque Inmaculada, diagnosticada con un cáncer de mama, está «corriendo el Tour de Francia» contra la enfermedad, según le gusta comparar a su marido, Juan Antonio. Es la persona que va con ella «a todas partes» desde que a esta mujer de ojos verdes, «coqueta» y de amplia sonrisa a pesar de la mascarilla, se le cayó «el mundo encima» el pasado 24 de noviembre de 2020. Fue el día que a Inmaculada Iniesta Cánovas (Murcia, 1976) le dijeron que en su mamografía se veía «algo extraño». Y fue el mismo día que Inmaculada, sin ser muy consciente de los puertos de montaña que vendrían por delante, empezó su particular carrera de fondo por su vida.

La salida tuvo lugar en una charla con una amiga. Fue ella, cercana a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), quien le recomendó que se hiciera una mamografía a través de la propia asociación. Inmaculada tenía entonces 44 años, por lo que aún quedaba lejos de entrar en el programa de cribado de la Consejería de Salud, que incluye a las mujeres a partir de 50 años. Esta madre de un chaval de 13 años y administrativa de profesión ya se había hecho una prueba 'motu proprio' con anterioridad, y no tuvo dudas a la hora de hacerse otra más. La sorpresa llegó a los quince días, cuando recibió la llamada que nadie quiere recibir. Había que hacer más pruebas en La Arrixaca. «Me derivaron a la Unidad de Mama y ahí empezó todo el lío. Analíticas, resonancias, biopsias...», enumera. Después llegó el diagnóstico, que no fue «del todo malo», según la información que trasladaron en su día los médicos. Mucho peor habrían salido los resultados, seguro, si Inmaculada hubiera esperado seis años al cribado. «Yo no estaría aquí», zanja.

La siguiente etapa de su particular carrera llegó en el quirófano, en Navidad. La paciente tuvo que ser operada de dos bultos en el pecho unos pocos días antes de Nochebuena. Aquella fiesta eminentemente hogareña y familiar la pasó en el hospital, junto a su marido. No recibió el alta hasta Nochevieja. Esa primera intervención fue larguísima, porque también se analizó el llamado 'ganglio centinela', «la barrera hacia el resto de los órganos», según su propia definición. La prueba también dio positivo, por lo que hubo que extirpar once ganglios en total en una sola intervención en la que los médicos también intentaron reconstruir el pecho de la paciente con tejido del abdomen. En total, trece horas de quirófano. Y fue solo la primera de las cuatro operaciones por las que ha tenido que pasar en menos de un año. La última, en febrero, para «extirparme todo lo que me habían reconstruido», lamenta.

I. OLLO

«Mi vida no es mi teta»

A diferencia de lo que ha podido pasar con otras pacientes oncológicas en la primera embestida de la pandemia, Inmaculada no ha sufrido retrasos en diagnósticos o tratamientos. «Todo ha sido muy rápido», reconoce. «La mamografía me la hice en octubre y en noviembre ya tenía mi diagnóstico, con todas las pruebas que conlleva». Algo más lento y proceloso está siendo el proceso de recuperación. Tanto físico como emocional. La voz se quiebra y las lágrimas saltan por encima de la mascarilla cuando toca el plano personal. Cuando vuelve a sentir las fuertes réplicas del terremoto vital que supone un cáncer para toda una familia. «Es un palo, porque tú tienes tu vida. Tu marido, tu hijo, tu casa, tu trabajo... Y esto te parte. Y te preguntas: ¿ahora qué hago yo?».

Pues lo que hizo Inmaculada, con el apoyo incondicional de su gente, fue no achantarse ante la enfermedad. Pensar en positivo. Afrontar la siguiente etapa de la carrera con una convicción firme: «Mi vida no es una teta. Mi vida soy yo». A partir de ese momento, esta mujer que nunca ha fumado ni ha bebido tuvo claro que había que «seguir hacia adelante». Que «lo importante es que estoy aquí, que no puedo parar. Y no voy a parar». Como el ciclista que tira del pelotón en el Tour. «No queda otra». Entre esos días peores están los que tuvo que 'chutarse' la obligada quimioterapia, ese «veneno abrasivo» que ha combinado con radioterapia e inmunoterapia. Cuando compruebas que «se te cae el pelo» y «ya no puedes tener hijos» porque el tratamiento cercena la menstruación. Pero todo esto acaba siendo «otra fase». Otra etapa en la que también «hay que verse» e intentar transmitir «la mayor normalidad en casa». Por eso decidió raparse toda la cabeza, anticipándose a los efectos de una medicación que pretendía cruzar la meta con su cabello. Esta pedalada fue incluso llevadera en comparación con aquella 'pájara' que sufrió Inmaculada en una de esas interminables sesiones de quimioterapia en el hospital. «Me dio un jamacuco horrible», define. Aquel día, además, su marido no pudo estar a su lado para ayudarla. Inmaculada estaba completamente sola en virtud del estricto protocolo sanitario impuesto por la pandemia. Esta soledad, precisamente, ha sido una de las cosas que peor ha llevado esta paciente oncológica -y otras muchas personas- durante los últimos meses.

Martínez Bueso

«No podía ni abrir una botella»

«Hay momentos en los que me he sentido muy sola», lamenta. La cruda soledad tan característica de la Covid. «A la última operación entré sola», recuerda. «Llegamos al hospital y en la puerta nos dijo la enfermera que solo podía entrar el paciente. Que no podían entrar acompañantes. Yo me quedé... Y mi marido también se llevó un palo, el pobre». Qué no debió de pasar por la cabeza del matrimonio aquel día, cuando Inmaculada estaba tan débil que «no podía ni abrir una botella de agua» por ella misma. Cuando, después de esa última operación, también tuvo que recibir «completamente sola» la información médica. Cuando le comunicaron que la reconstrucción practicada en la primera intervención había fracasado, que la zona se había «necrosado». Que los médicos tuvieron que quitar esa parte del cuerpo cuya rehabilitación había generado tanto esfuerzo y sufrimiento en los últimos meses. «Y todo eso para ti, sin nadie contigo». En total, esta mujer se pasó «tres o cuatro días sola en el hospital». Por supuesto, a su lado estaba el personal sanitario de La Arrixaca, del que Inmaculada no tiene «queja alguna». Pero claro, no es lo mismo que la mano y la caricia del hombre de tu vida, del padre de tu hijo. También se ponía Inmaculada en la piel de su familia. «Yo tengo a mi hijo en el hospital, y no puedo entrar a verlo... ¡Uf! Eso tiene que ser insoportable». Y luego, además, «la incertidumbre de la propia Covid y no saber si te vas a infectar y cómo te puede afectar». Menos mal que se echó una buena amiga en la habitación del hospital. Una mujer que estaba en su misma situación, aunque «mucho más débil». Y, por supuesto, «también sola». Entre ellas se ayudaban para abrir las dichosas botellas de agua.

De eso hace ya ocho meses. Este viernes, solo un día después de su última revisión con el oncólogo, el día tenía todas las papeletas para ser un buen día. El pelo ha vuelto a crecer y las sonrisas ganan terreno a las lágrimas. Y no hay visos de cansancio. Sigue de baja laboral desde aquel 24 de noviembre, pero el cáncer, ese «pedrusco que se planta en mitad del camino y que hay que rodear», va quedando atrás. «Vamos sumando días. Unos mejores y otros peores», reitera. «Como los ciclistas». Aunque ella es más de clases de pilates. La disciplina deportiva es lo de menos porque, como bien recuerdan su marido y su hijo, Inmaculada es «una campeona».

José Luis Alonso y Francisco Ayala.

«Hemos tenido una pandemia de Covid pero continúa la pandemia de cáncer»

El jeje de Servicio de Oncología de La Arrixaca, José Luis Alonso, pone «datos objetivos» sobre la mesa para confirmar que «durante la primera ola de la pandemia hubo un retraso muy evidente en diagnósticos y en tratamientos» contra el cáncer. Después de esa primera y funesta embestida del coronavirus «no se han hecho estudios al respecto y no tenemos datos». Pero, según su percepción personal, «progresivamente nos hemos ido adaptando y ya estamos en una situación normal, prácticamente sin diferencias con la situación que teníamos previa a la pandemia».

Esos retrasos diagnósticos detectados a partir de marzo del año pasado implican en oncología, según recuerda Alonso, «estadios más avanzados de la enfermedad y disminución de la supervivencia del paciente». Aunque tampoco es «fácil» achacar todo ello a la propia pandemia. Tal y como explica José Luis Alonso, «los pacientes también han retrasado el diagnóstico por el miedo a acercarse al médico de familia y contagiarse en el centro sanitario».

Alonso considera además que esta situación «deja dos lecciones clarísimas». Por un lado, «que lo importante es lo importante, independientemente de las cuestiones urgentes que puedan surgir. El coronavirus ha supuesto un reto urgente e importante, pero el cáncer sigue estando ahí y sigue siendo importante. Es una de las enfermedades que más mortalidad producen», recuerda. La segunda lección está en «toda la inversión que se ha hecho para entender rápidamente una enfermedad que no conocíamos como es la infección por Covid, y que ha sido especialmente rápida y rentable». Alonso deja claro que «hemos tenido una pandemia de coronavirus, pero seguimos teniendo una pandemia de cáncer». Por ello, pide «trasladar todo ese esfuerzo de investigación al cáncer, lo que también daría muy buenos resultados».

Así también lo cree el jefe de Sección de Oncología del Hospital Morales Meseguer, Francisco Ayala. «Me parece admirable el esfuerzo que ha hecho la comunidad científica por terminar con un problema que ha afectado tanto no solo a los sistemas sanitarios, sino también a los económicos y sociales de los países. De este esfuerzo también se puede aprender, porque sería deseable que se aplicara a otras enfermedades».

Ayala, sin embargo, no cree que la pandemia haya afectado «en general» a los tiempos de las pacientes con cáncer de mama en la Región, a las que «se ha podido prestar una atención adecuada después de los retrasos, no muy relevantes, de aquellas primeras semanas muy complicadas». En otros tumores, según Ayala, «se ha notado más el impacto en diagnósticos y tratamientos como pueden ser cirugías». Pero el cáncer de mama, que tiene una organización muy asentada y muy establecida, ha tenido un «impacto menor» por el «esfuerzo de todos los profesionales». En cambio, sí admite Ayala que las pacientes que sufren esta enfermedad también han visto comprometida su «calidad de vida» estos últimos meses. Además de sufrir una evidente «incomodidad».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad La carrera vital de Inmaculada