Cuentan los libros de Historia que fue el soldado griego Filípides, allá por el año 490 antes de Cristo, quien se puso a correr los 42 kilómetros que separaban Maratón de Atenas para anunciar a su pueblo la victoria sobre el ejército Persa. Justo después ... de cumplir con su misión, cayó muerto de manera fulminante. Así nació la leyenda de la que quizá sea la prueba olímpica por excelencia, y a la que muchos asemejan con esa otra «carrera de larga distancia» llamada oposición. Un reto mayúsculo al que se enfrentan este próximo sábado alrededor de 10.000 personas en la Región de Murcia para conseguir alguna de las 905 plazas de maestro en juego.
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«Estudiar para sacarse una de estas plazas es como una maratón. Empiezan muchos y acaban pocos», describe Andrés López Herrero, doctor en Bellas Artes y profesor de Dibujo en el IES Infanta Elena de Jumilla. También forma a futuros profesores de Primaria, y aconseja a los aspirantes «que se armen de valor y se organicen el tiempo, porque pueden desanimarse por el camino».
La alcaldesa de Yecla, Remedios Lajara, recuerda que aprobó la oposición de maestra de Audición y Lenguaje mientras compaginaba su papel de madre de familia, su trabajo como profesora en un colegio concertado y su responsabilidad como concejal del Ayuntamiento. Casi nada. «Tenía un horario marcado todos los días para estudiar, un par de horas por la noche de lunes a viernes, además de sábados y domingos». Y sacó notaza. ¿El secreto? «Solo puedes estar pendiente de la oposición. Tienes que abstraerte de todo. Supongo que le pasa lo mismo a los alpinistas, o a todos aquellos que tienen por delante un desafío similar».
Un reto como el que afrontó hace casi 30 años quien acabó convirtiéndose en 2019 en el mejor maestro de Primaria de España. Antonio García Arias es gallego, pero vive y da clases en San Javier. Y tiene clavada en la memoria la imagen del termómetro de la Gran Vía de Murcia que marcaba «51 grados» unas horas antes de que tuviera que enfrentarse a los exámenes por una plaza de maestro de Educación Física. «La temperatura aquí supone un 'plus de peligrosidad'», advierte. Esperanza Meseguer también fue elegida mejor maestra de España, en su caso de Infantil, y también reconoce que el camino hasta obtener la plaza «fue duro».
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Meseguer y sus compañeros de páginas representan el éxito tras la maratón de las oposiciones. Héroes y heroínas que no perecieron por el camino ni al cruzar la meta. Ellos son la viva imagen de la recompensa de la competición y la lucha contra uno mismo. Un buen puñado de modernos Filípides.
Mejor profesor de Primaria de España (Educa Abanca 2019)
La suspensión de las oposiciones en Galicia, el mismo año que Antonio García Arias terminó la carrera, provocó que este coruñés de Laraxe buscase otros puertos en los que «trabajar de maestro, que es para lo que había estudiado». Buscando diferentes opciones, reparó en que las comunidades donde se ofertaban un mayor número de plazas de su especialidad, la de Educación Física, eran Extremadura y la Región de Murcia. «Me decanté por la Región porque tiene mar, y para mí la presencia del mar es muy importante».
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Para muestra, el botón del acto de adjudicación de plaza, allá por septiembre del año 1994. «Comenzó a las ocho de la mañana y a mí me tocó el turno a las diez de la noche. No conocía nada de la Región». Cuando le preguntaron por el destino elegido, García Arias respondió muy al estilo gallego, con otra pregunta: «¿Hay algún colegio que esté cerca del mar?». Desde entonces vive y trabaja en San Javier, y su labor en el colegio Joaquín Vicente Carrión le valió hace tres años el premio Educa Abanca al mejor profesor de Primaria de España.
Y eso que nunca pensó convertirse en maestro. «Yo, con 18 años, quería serlo todo. Policía, piloto, futbolista... Y empecé estudiando Empresariales. Pero no era lo que yo quería, no me veía haciendo la contabilidad de una tienda». Fue el primer día de clase en Magisterio, «descubriendo la importancia de la sociología en la educación, y el impacto que tienen la educación en un menor y en la sociedad, cuando me enamoré de esta profesión». Una ocupación que después le mantuvo 13 años como interino antes de obtener la plaza definitiva en 2007, y tras superar exámenes infernales: «Una de las cosas más complicadas para mí fueron las pruebas de Educación Física con temperaturas de 40 y 45 grados. Recuerdo que el primer año que me examiné, en 1994, el termómetro de la Gran Vía llegó a marcar 51 grados. Fue brutal. Yo solo salía para buscar algún sitio con aire acondicionado. Es verdad que aquí las oposiciones tienen el 'plus de peligrosidad' de la temperatura, porque te puede perjudicar mucho físicamente».
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Fue aquel año en que García Arias se encerró en una pensión del Barrio del Carmen para preparar el examen. «Me pasé allí un mes entero. Fue un tiempo casi sin vida, porque la totalidad del tiempo lo dedicas al estudio. Y además, te reprochas el tiempo que no se lo dedicas». Por eso desayunaba, comía y cenaba en la habitación. «Intentaba no perder ni un minuto porque me daba la sensación de que cualquier momento podía ser determinante. Esos últimos meses son de una concentración y una exigencia muy elevada». Define la oposición como «una carrera de fondo» y cree que la clave está en «la constancia en el trabajo» y en la «gestión emocional». ¿Un último consejo antes del examen? «Confianza en uno mismo».
Maestra de Audición y Lenguaje; alcaldesa de Yecla
Ya había terminado la carrera de Empresariales y hasta se había casado Remedios Lajara cuando le picó el gusanillo del Magisterio. «Mi familia me decía que estaba loca, que a dónde iba», recuerda la actual alcaldesa de Yecla, que se marchó a estudiar la carrera nada más y nada menos que a Valladolid. Tampoco es que perdiera el tiempo allí. Se sacó el título en tres años y con una nota media de 9,2.
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Después llegaron las oposiciones. Ese momento en el que Lajara, como aquellos que han superado este trance, tuvo que echar «toda la carne en el asador». La sala de estudio del edificio bioclimático de Yecla fue inaugurada en 2013 y una de las primeras estudiantes en hacer uso de ella fue precisamente… la actual alcaldesa, que también ejerció como directora general de Centros de la Consejería de la Educación. «Tenía lavadoras sin poner, sabía que tenía que hacer la compra. Pero esas tareas las hacía mi marido o pedíamos la compra por internet». Una de las técnicas que utilizaba Lajara para no desanimarse era ponerse «metas a corto plazo». Por ejemplo, «dos temas a la semana».
Lo importante, recuerda, es «ser muy constante y muy metódico». E insiste en la capacidad de «abstracción» de los aspirantes para que «otros estímulos no te distraigan del objetivo principal». Estímulos como la familia, que la alcaldesa 'utilizaba' aquellos días frenéticos como hipotético tribunal. «Os voy a contar una historia de la que no vais a entender ni 'papa', pero decidme si os convence. Aunque os suene a chino». A su suegra y a su padre, al menos, sí les resultaba «convincente».
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Luego están los hijos. Ya había tenido a su segundo retoño Remedios Lajara cuando se presentó al examen del año 2016, que acabó aprobando con un «ocho y pico» y que le acabó dando la plaza. «Yo siempre digo que es cuestión de organización. Y la ayuda de tu gente, que crean en ti, también es fundamental». Aún brota en la memoria con fuerza aquel miércoles preveraniego en la sala de estudio, junto a su hijo mayor, que entonces tenía ocho años. «Le pedí que dibujara lo que hacía él cuando yo no estaba. Y se dibujó a él, a su hermano pequeño en el carrito y a la chica que les cuidaba por las tardes». Otras veces, no había más opciones que «estudiar directamente con mi hijo pequeño en mi regazo».
Metidos ya en faena, con los folios en blanco esperando a ser rellenados con el objetivo de obtener la mejor calificación posible, la alcaldesa de Yecla recomienda «saber gestionar el tiempo en el examen». Ella, por ejemplo, era muy consciente de que «no podía escribir más de ocho folios en dos horas», y por eso «no me preparaba los temas muy largos». A veces «empezabas a escribir, se habían ido ya 45 minutos y no habías acabado ni la introducción».
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Lajara también experimentó esa sensación de «bajón» y de «vacío» tras las pruebas que es denominador común en los opositores. «Lo único de lo que tienes ganas de irte a echar una siesta», recuerda. Quizá tuviera algo que ver el poso del masaje que se regaló Lajara poco antes del examen. Porque tan importante es «el esfuerzo y la constancia» en el largo camino de unas oposiciones, como llegar al último tramo de ese camino de la mejor manera posible: «Un par de días antes ya hay que relajarse», advierte.
Mejor maestra de Infantil de España (Educa Abanca 2021)
Elegida mejor docente de Educación Infantil de España en los Premios Educa Abanca del año pasado por su labor en el colegio Nuestra Señora de Loreto (San Javier), Esperanza Meseguer trabaja este curso en Holanda en comisión de servicio en el exterior, enseñando a hijos de españoles. Aún recuerda con nitidez esta hija de maestra y de profesor de instituto, sobrina de docentes a quien le corre la enseñanza por las venas, que la parte teórica de las oposiciones le salió «muy bien». El «pero» llega con la «exposición oral». Reconoce que «no estaba preparada», que «no sabía muy bien los criterios y los requisitos que primaban en esa exposición». Por eso aconseja «leerse muy bien las bases de la convocatoria».
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Con todo, aquel primer examen le valió para «entrar como interina» en un colegio concertado. Después, el proceso hasta conseguir la plaza fija mientras ya estaba trabajando «me dio la formación inicial real para poder desempeñar mi puesto como docente. Me ayudó a profundizar y a conocer mejor la parte teórica aplicada a la práctica, además de investigar y experimentar por mi cuenta». Un periodo de trabajo combinado con estudio, donde hay que sacar tiempo de donde no lo hay, y que Meseguer tilda de «duro», con sus «sacrificios», pero «muy importante para el proceso de aprendizaje».
También tiene claro esta maestra que las últimas semanas antes del examen deben dedicarse a la «descompresión». Que, según define la RAE, es la «reducción de la presión a que ha estado sometido un gas o un líquido». O una opositora, en este caso. «Presentarse a unas oposiciones es meterse en una burbuja. Aislarte socialmente. Supone mucha presión emocional porque te juegas tu futuro, tu estabilidad profesional y económica», resume. Por eso, Esperanza Meseguer sigue el consejo de la psicóloga Ana Peinado, que recomienda a los aspirantes «actuar como un buzo estas últimas semanas: soltando presión para ir descomprimiendo y que después no sea tan duro». Porque, tal y como recuerda esta docente, «después del examen te queda una sensación de vacío total». Ella también notó el bajón químico posterior, y también se dio cuenta al salir de la burbuja que la vida seguía pasando ahí fuera, como siempre. «Los docentes también opositamos para conocernos a nosotros mismos», admite.
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Premio Nacional de Educación Acción Magistral 2018
Es profesor de la especialidad de Dibujo en el IES Infanta Elena de Jumilla y también es doctor en Bellas Artes, aunque su arte más reconocido es el de educar, además de enseñar a otros docentes a educar. Pero, antes de todo eso, Andrés Carlos López Herrero era un estudiante «complicado» que había sufrido en sus carnes el «fracaso escolar». De hecho, Andrés se marchó al Ejército y volvió al instituto a los 20 años para acabar el último curso. Se llamaba José Vento, profesor de Dibujo de López Herrero, el espejo en el que se miró aquel chaval revoltoso que después acabó siendo Premio Nacional de Educación Acción Magistral en 2018 por el uso de la nuevas tecnologías en la Educación. «Un profesor excelente que suspendió dos veces», sonríe ahora. «Fue en Jumilla donde acabé espabilando, cuando me puse a trabajar en el campo», reconoce.
Ya son más de dos décadas las que lleva dando clase este docente, por cuyas manos han pasado chavales desde los 3 a los 19 años. «Mi propio fracaso escolar me sirve para entender muchas de las cosas que les pasan a mis alumnos», subraya. Se presentó a sus primeras oposiciones «para ver cómo eran», pero buscando ya «estabilidad». La directora del colegio concertado donde trabajaba López Herrero le auguró que se iba a «arrepentir toda la vida». Nada más lejos de la realidad, a juzgar por la larga lista de reconocimientos obtenidos y, sobre todo, por la pasión con la que habla de su profesión. Después llegaron «dos años de estudiar y pintar al mismo tiempo, y dando clases particulares». La primera recompensa al esfuerzo llegó en forma de trabajo como profesor interino tras las primeras oposiciones. «Al año siguiente me llamaron para hacer una sustitución en Totana, un par de semanas. Pero aquí también me tocó espabilar rápido porque era una clase del antiguo COU con más de 30 alumnos y una gran responsabilidad». Todo ello mientras seguía preparando los siguientes exámenes en busca de la plaza fija. Y tenía que ser en la Región de Mucia, más concretamente en Jumilla, donde víva la mujer de la que se enamoró. A la segunda intentona, en Valencia, cometió un error tan común como «no leer bien la convocatoria». Pero aprobó.
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Para sacarse la oposición es necesario «sobreponerse a todo». Es «como una maratón», define. «Empezamos muchos y acabamos pocos». Y uno debe estar preparado «para lo posible y lo imposible, porque todo puede suceder». Bien lo sabe Andrés López, a quien le tocó ser miembro de un tribunal de Secundaria el verano pasado, en las primeras oposiciones para cubrir las primeras plazas de profesor de Dibujo que se convocaban en diez años: «Imagínese cómo estaba la gente. Hay muchos nervios porque hay mucha responsabilidad. Y lo he visto desde los dos lados posibles». Por eso, su principal recomendación a todos aquellos que ya «estén en capilla» es «que no se dejen dominar por la presión». Lo dice quien ha visto a «muchos aspirantes capacitados que han sido comidos por los nervios». Al final, lo importante es sortear todos esos obstáculos para poder alcanzar el objetivo de «trabajar con el material más delicado y preciado que existe, que son las personas y su educación».
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