Todavía hoy, medio siglo después de la muerte del dictador Francisco Franco, sigue siendo una herida sin cerrar del todo. Mujeres que acabaron en el patronato de protección (una institución carcelaria creada como órgano de control de la decencia) se han organizado para lograr ser reconocidas legalmente como víctimas de la represión franquista. Lo cuenta Carmen Guillén Lorente (Mazarrón, 1988), que el próximo jueves (19.30 horas) participa en el ciclo de divulgación 'Haciendo historia' en la Biblioteca Regional (avenida Juan Carlos I de Murcia) con la charla 'La gran represión: mujer, moral y franquismo'. La presentación correrá a cargo de Javier Castillo.
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«Las mujeres han sido las grandes olvidadas cuando se habla de la represión franquista. Muchas veces los estudios se centran en lo cuantitativo, en cifras de fusilados o encarcelados, y ahí la presencia femenina no fue tan abrumadora como la masculina, pero si hablamos de la represión moral o sexual ellas fueron las grandes afectadas», declara a LA VERDAD la doctora en Historia Contemporánea por la UMU y profesora en la Universidad de Castilla-La Mancha, donde desarrolla su carrera investigadora.
Premio Lyceum a Jóvenes Científicas en 2022 y colaboradora en programas de televisión como 'El condensador de fluzo', Carmen Guillén acercará al público detalles de su tesis doctoral, 'El Patronato de Protección a la Mujer: prostitución, moralidad e intervención estatal durante el franquismo (2018)'. Explica que «para controlar algo que pertenecía a la esfera de la intimidad se creó esta institución, que nace en 1941 y termina en 1985, que solo afectó a las mujeres. Vino a ser de alguna manera una especie de cárcel a la que se entraba por asuntos de moralidad». Y parece que ninguna estaba libre de esta amenaza. «Cualquiera que se desviara de la norma moral impuesta por el franquismo, que no siguiera el modelo ideal, de sumisa, abnegada y decente, se entendía que era una mujer caída y que necesitaba la ayuda del Estado y de la religión, ya que se trataba de una institución regentada por congregaciones religiosas». Funcionó como una máquina de control perfectamente engrasada, y aún hoy se desconoce la cifra exacta de afectadas porque muchos de los archivos desaparecieron.
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