Julia García Marsill a en la Antártida con la bandera de Caravaca SDC

Embajadora de Caravaca de la Cruz en La Antártida

Una militar caravaqueña participa en una misión científica en La Antártida, único lugar de la Tierra que resiste al coronavirus

JUAN F. ROBLES.

CARAVACA DE LA CRUZ

Lunes, 16 de marzo 2020

La caravaqueña Julia García Marsilla, comandante del ejército de Tierra, forma parte de una expedición en la que participan 13 militares que en estos días están finalizando la misión científica que desde hace varios meses se lleva a cabo en La Antártida, que es el único lugar de la Tierra que resiste al coronavirus. Julia nació realmente en Valencia, donde ya la esperan sus dos hijos a los que está deseando abrazar y estar junto a ellos en estos momentos tan delicados que a ella la han pillado muy lejos de España. Es la tercera misión internacional en la que participa y, como ella misma nos confiesa, «esta es muy especial y diferente a las que estuve anteriormente que se llevaron a cabo en Kosovo y Líbano».

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Julia es la primera oficial de Intendencia en la base antártica «Gabriel de Castilla», situada en la Isla Decepción, inaugurada en 1989 y gestionada por el Ejército de Tierra, es el enclave militar español más austral del mundo y la más distante de la península, ya que se encuentra a 12.560 kilómetros de Madrid. Hay otra base española en la Antártida, de carácter civil: la Base «Juan Carlos I», gestionada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y situada en la Isla Livingston, al norte de la Isla Decepción.

La Base «Gabriel de Castilla» es la sede de la XXXIII Campaña Antártica del Ejército de Tierra, cuyos componentes llegaron allí el 20 de diciembre a bordo del Buque de Investigación Oceanográfica (BIO) «Hespérides» de la Armada Española, empezando inmediatamente los preparativos para la apertura de las dos bases españolas. La campaña estaba prevista para ser clausurada el próximo 20 de marzo, pero distintos acontecimientos han hecho que se adelante una semana la finalización de la misión. Se trata de una expedición muy especial en la que solo pueden participar trece militares anualmente. «Nuestra tarea ha consistido en activar la base española Gabriel de Castilla y dar apoyo a los proyectos científicos que aquí se han desarrollado; nosotros nos hemos encargados tanto del alojamiento y manutención de los científicos como de acompañarlos a cada uno de los lugares a los que se desplazan», explica.

La comandante Marsilla, valenciana de nacimiento y con orígenes caravaqueños, (su madre es caravaqueña y su abuelo tuvo una confitería en la Plaza del Arco, que después ha sido tienda de recuerdos). En la Ciudad de la Cruz pasó gran parte de su infancia y suele venir muchos fines de semana a la casa familiar. Cuando estaba preparando el equipaje para la expedición a La Antártida, entre sus pertenencias no dudó en llevarse una bandera de Caravaca con la que fotografiarse en el continente helado. Quienes la conocen afirman que «lleva Caravaca en el corazón y aquí conserva tanto familiares como bastantes amigos desde su juventud».

Julia es la primera oficial de Intendencia mujer en esta campaña. «Llevamos preparándonos desde mayo del año pasado; hicimos un curso en los Pirineos, nos tuvimos que sacar el permiso de navegación básica para llevar las zodiac en campaña, un curso de urgencias médicas y otros más específicos», afirma Julia y añade que «estoy muy orgullosa de que me eligiesen para esta misión, que es voluntaria pero cuenta con muchos aspirantes, y pueda representar tanto a Caravaca como a Valencia estando tan lejos de mi tierra».

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En los próximos días se completarán tres meses de una dura misión. «No sabemos si podremos regresar en avión o si lo tendremos que hacer en barco; nos gustaría la primera opción ya que nos permitiría llegar antes junto a nuestras familias en estos momentos tan especiales; pronto embarcaremos en el Hespérides y, probablemente, realizaremos el camino de vuelta por Argentina».

Este año la campaña antártica del ejército de tierra ha sido muy especial, pues además de cumplir 30 años su puesta en marcha, se cumplen también 500 años del fallecimiento del almirante que da nombre a la base, que se encuentra en uno de los lugares más increíbles del planeta: la Isla Decepción, que se encuentra una isla con forma de herradura, con áridas laderas volcánicas, playas con fumarolas y un pequeño estrecho que permite que los barcos puedan navegar hacia el centro de un volcán. Se encuentra a más de 1000 km de ningún otro lugar habitado.

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Los militares Españoles acompañan a los investigadores que tienen como principal misión cada año aprovechando los meses del verano Austral, estas tierras vírgenes, con su flora, fauna, los hielos de los glaciares y los cambios que se están dando por el efecto climático. El pasado 6 de febrero se batió el récord de temperatura registrada, subiendo hasta 18,3 grados; algo inusual en este lugar del mundo.

La base se encuentra cerrada durante el resto del año, así que al llegar tuvieron que ponerla en marcha, trabajando en la canalización, la calefacción y el estado de las instalaciones en general. Julia es Jefe de Logística, «mi misión, en concreto, ha sido la de gobernadora de la base, gestora de la manutención, servicios, hemos hecho turnos de limpieza y también me hice cargo de la gestión de los almacenes, las provisiones, del inventario, en general todo lo que supone el área de logística».

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Junto a su importante labor de cooperación científica, los miembros de la base colaboran con distintas asociaciones.

Entre los distintos proyectos que el Ejército de Tierra lleva a cabo en esta isla antártica destaca el de «Apadrina un pingüino», que tiene como finalidad apadrinar, de forma simbólica, a una de estas aves marinas que residen en isla. En cada una de las visitas que la expedición realiza a las pingüineras, donde residen hasta 200.000 aves, toman fotografías y alimentan una base de datos.

El proceso para apadrinar es muy sencillo, tanto como entrar a través de un enlace que ofrece la posibilidad de solicitar un diploma con la imagen real del pingüino y el nombre que se le asigna. El Ejército de Tierra ha vinculado esta acción que permite recaudar fondos para luchar contra el cáncer infantil a través de la asociación Pablo Ugarte; aunque el apadrinamiento es gratuito, existe la posibilidad de realizar una donación para ayudar en la lucha contra esta enfermedad que tan de cerca afecta a los niños.

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Apadrinar un pingüino es una manera simbólica de mantener su hábitat y colaborar con el medio ambiente. Además, la idea del diploma y el mensaje de compromiso medioambiental están dirigidos al público infantil y a sus familias. Y este es el motivo por el que querían vincularse con una asociación que también estuviera comprometida con la infancia y en este caso, con la lucha contra el cáncer en niños.

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