Parra de la variedad Funny Finger, cuya forma recuerda a un pequeño pimiento. MOYCA

Uvas murcianas con sabor a caramelo o fresa

La Comunidad lidera en España el cultivo de variedades sin semilla de esta fruta, con una amplia gama de sabores

Viernes, 31 de diciembre 2021, 00:36

Hay quien anima a sustituir las tradicionales doce uvas de Nochevieja por doce croquetas. Y quizá la propuesta no esté tan lejos de hacerse realidad como podría pensarse, si nos guiamos por la facilidad con que innovan en ciertas empresas dedicadas al cultivo de ... parrales. En algunas zonas de la comarca del Alto Guadalentín, donde resulta incluso predominante, se producen auténticos milagros genéticos cercanos al de la oveja 'Dolly'.

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Moyca es una de las sociedades dedicadas casi en exclusiva a este fruto. En sus campos, la cosecha se extiende desde el mes de mayo hasta noviembre, y su comercialización se prolonga durante casi todo el año. No es de extrañar que su producto esté tan solicitado que «nos falta uva para atender la demanda», según reconoce Miriam Cánovas, responsable de comunicación de la compañía.

De hecho, de las 40 variedades con las que trabajan, todas sin semilla o apirenas, la mayor parte traspasa nuestras fronteras. La Región lidera su producción en España, con un 85% del total. No en vano, se trata ya de la segunda fruta en importancia por valor de sus exportaciones en la Comunidad: superó los 275 millones en 2020 y fue la que más crecimiento experimentó con respecto al año anterior, según datos de Proexport. En Moyca envían sus productos a Italia, Emiratos Árabes y Estados Unidos, entre otros países, aunque «nuestro principal cliente es Reino Unido», indica Cánovas.Pero que carezcan de 'hueso' se puede considerar tan novedoso como el invento de la rueda, porque la velocidad a la que se desarrollan nuevas subespecies de uva es mucho mayor que el ritmo al que las campanadas obligan a tragarlas en fin de año.

Las exportaciones alcanzaron los 275 millones de euros, con Reino Unido como principal mercado

Nuevas generaciones

Una de las más exitosas es la Cotton Candy que, como su propio nombre indica, tiene un característico sabor a algodón de azúcar. Se trata de la 'abuela' de estas nuevas generaciones con sabores cada vez más exóticos, ya que con ella se inició todo este proceso de creación biológica. «Cada variedad puede llevar entre siete y diez años producirla», explica Cánovas, «pues hay que cruzar varias y comprobar que el cultivo de su vástago es viable».

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Y lo cierto es que los hijos y nietos de aquella primigenia uva vienen pisando fuerte, porque hay casi para todo los gustos. La Straw parece más bien descendencia de alguna fruta del bosque: tanto su sabor como su textura recuerdan a los de las fresas. Con un nombre que apunta alto, el sabor de la K2 se asemeja al de un mango o un níspero, según el paladar que la disfrute, y puede ser de dos colores diferentes. Los gustos similares a los de las golosinas triunfan con mayor facilidad y por ello la Candy Hearts encandila con su aroma a caramelo tostado. También la Funny Finger resulta atractiva, quizá más incluso por su aspecto, similar al de un pimiento de pequeño tamaño, que por su gusto. Otra que llama la atención, esta vez por el mayor tamaño de sus bayas, es la Blanc Seedless, que presenta un final a manzana.

La variedad K2 puede presentar bicromía y tiene un sabor tropical. moyca

En cualquier caso, la ingente variedad no es fruto del azar, sino de una intensa labor en la que participan varios actores, entre los que se incluyen la sociedad murciana de Investigación y Tecnología de Uva de Mesa (Itum) y el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida). El proceso hasta conseguir una planta que satisfaga a los potenciales consumidores es arduo. No vale con aceptar cualquier sabor, por muy exquisito que este sea. «Cada fruto debe cumplir unos requisitos mínimos en cuanto a tamaño de grano, resistencia climática y otras características para contar con el visto bueno», aclara Cristina Gutiérrez, directora comercial de El Ciruelo, otra empresa referente en el cultivo de la uva.

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La implicación de dos centros de investigación ha conseguido obtener frutos con aromas a caramelo tostado o fresa

Expansión ultramarina

«Ahora hemos entrado en un periodo de mayor estabilización», expone, «pero antes había varias novedades prácticamente cada año». En estos momentos, en la compañía alhameña manejan en torno a 45 tipos distintos y se encuentran enfocados en las categorías sin pepita porque «es donde se encuentra el futuro del consumo de la uva de mesa». No obstante, recuerda Gutiérrez, «el sector ha cambiado mucho en los últimos diez o quince años y casi todas las que van saliendo tienen una gran acogida».

Es tal el éxito que tienen los nuevos granos que se cultivan, que en El Ciruelo han tenido que ampliar las ramificaciones de sus campos de cultivo hacia otras zonas. De las cerca de 100.000 toneladas que producen al año, unas 60.000 crecen en terrenos nacionales, principalmente de la Región. Con esta cosecha cubren unos siete meses del año pero, para que también haya productos en el mercado el resto del tiempo, tienen acuerdos en Brasil, donde consiguen unas 30.000 toneladas, y en Perú, Chile y Sudáfrica, donde obtienen unas 15.000. «Es la única manera de que el cliente pueda comer uva en enero», insiste Gutiérrez. Por desgracia, todavía no han encontrado la manera de integrar una buena bechamel en sus uvas.

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