
Así se borra un tatuaje
El doctor Martínez Escribano, dermatólogo de La Arrixaca y director de Openderma, muestra a 'La Verdad' cómo el láser elimina la tinta de la piel
Nada es para siempre. Ni siquiera los tatuajes, y menos aún cuando se hacen «por moda», como el duende de unos diez centímetros que llevaba en el omóplato Vanesa Navarro. «La verdad es que me lo hice para taparme un delfín que llevaba, porque no me lo habían hecho bien y tenía las líneas muy gruesas. Como entonces estaban de moda los duendes, pues opté por eso. Pero ahora vengo a quitármelo definitivamente porque no me gusta y no me siento cómoda con él», cuenta a 'La Verdad'.
A su lado se encuentra Sergio Martínez, un joven con una creación singular en el hombro izquierdo: «Pronto me presentaré a las pruebas para ser guardia civil, y con él no me aceptarían. La verdad es que yo me lo quito aunque no quiero, porque me gusta mucho mi tatuaje». Por eso va a eliminar solamente la parte que se le vería con el uniforme reglamentario, «pero la zona de arriba me la dejo, porque simboliza mucho para mí».
Ellos son ejemplo de las decenas de pacientes que acuden cada año a la clínica Openderma que dirige Jorge Martínez Escribano, dermatólogo de La Arrixaca. «No es una consulta diaria, pero sí que vienen un par de personas a la semana para preguntar si pueden quitarse un tatuaje», reconoce. Pero no todos se pueden quitar, «sobre todo los que tienen colores amarillos o azul celeste, esas tintas son las más difíciles de eliminar. Por eso, antes realizar un tatuaje, debemos informarnos bien qué tintas van a utilizar, si están homologadas o si llevan dióxido de titanio, porque estas últimas son las únicas imposibles de quitar», advierte el doctor.
La tecnología de Openderma es de lo último en eliminación de tatuajes: un láser de picosegundos, «que emite la energía en espacios de tiempo mucho más pequeños que los tradicionales», concretamente en una billonésima parte de segundo, «con esto lo que conseguimos es que la tinta se fraccione y se elimine de una forma menos agresiva, siempre respetando la piel colindante no tatuada».
Riesgos y precauciones
Uno de los mayores miedos de Vanesa «era no saber a dónde acudir para quitármelo, porque no conocía un lugar fiable y no quería que me lo hicieran mal. Al final he acudido aquí por recomendación de un familiar, y la verdad es que el hecho de que me lo quite un dermatólogo me da mucha tranquilidad». Martínez recalca la importancia de que los tatuajes sean eliminados por un especialista o por «algún enfermero, pero siempre en un proceso supervisado por un dermatólogo, porque nosotros somos capaces de considerar qué potencia láser es la adecuada para cada tipo de piel».
Eliminar un tatuaje no es tan fácil como parece, «el riesgo fundamental es que se infecte o que pueda haber cambios de pigmentación en la zona. Por eso hay que ser lo más respetuosos posibles, es conveniente dar menos potencia y más sesiones, porque si somos muy agresivos, podría quedar una imagen en espejo de donde teníamos el tatuaje. Hay que buscar una cicatrización lo más parecida posible a la piel normal», explica Martínez.
En cuanto a las precauciones, el doctor recomienda no repetir las sesiones antes de dos meses desde la última, aplicar una crema antibiótica los primeros días y no tomar el sol bajo ningún concepto, «porque el sol retrasa la cicatrización y puede oscurecer la zona, por eso hay que utilizar un protector solar de pantalla total y tapar la piel con un tejido preferiblemente grueso y opaco».
Duele más y cuesta más
A los veinte minutos de tumbarse sobre la camilla, el duende de Vanesa ha dejado de ser negro. En su lugar hay una quemadura producida por el láser. «La verdad es que me ha dolido más que cuando me lo hice», reconoce, «pero merece la pena, porque no lo quiero seguir llevando». El tiempo de cada sesión y el número de sesiones necesarias para acabar con un tatuaje depende del tamaño del mismo y de la profesionalidad con la que haya sido realizado, «los amateurs son más fáciles de quitar que los que están hechos por un profesional», asegura el especialista.
En función del tatuaje, los pacientes de Openderma necesitan entre cuatro y diez sesiones para eliminarlos por completo. Por este motivo, el precio del tratamiento total es difícil de calcular, aunque dependiendo del tamaño del dibujo, cada sesión puede costar entre 180 y 240 euros. «Una vez que hemos empezado el tratamiento, el tatuaje se deteriora y ya no hay vuelta atrás», previene el doctor, «por eso es importante que antes de venir, se piense bien si de verdad se quiere eliminar, porque a diferencia del tatuaje, no tenerlo sí que es para siempre».
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