Juan Enrique Pereñíguez, en su casa de Los Alcázares, donde pasa las vacaciones. NACHO GARCÍA / AGM

Juan Enrique Pereñíguez: «La Atención Primaria no quiere ser el hermano pobre de la sanidad»

«Temeroso estoy de que empecemos a ver retrasos de diagnósticos tras la pandemia. ¿Qué está pasando con los hipertensos o con los que han sufrido un infarto?», se pregunta el médico de familia y académico

Lunes, 23 de agosto 2021, 02:24

«La Atención Primaria no quiere ser el hermano pobre de la sanidad pública». Así de tajante se pronuncia una de las voces más autorizadas del colectivo de médicos de familia de la Región, el doctor Juan Enrique Pereñíguez (Murcia, 1955), actual coordinador del centro ... de salud de Espinardo (Murcia), quien solo tiene palabras de elogio para el trabajo realizado por los sanitarios desde el inicio de la pandemia: «La respuesta profesional ha sido de primer nivel». Este veterano facultativo, también miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región, apuesta por reforzar la campaña de vacunación en las zonas más reacias y sueña con incorporar al grado de Medicina de la Universidad de Murcia la asignatura de Medicina de Familia. A sus 65 años sigue en activo con la misma fuerza e ilusión que el primer día.

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–Tras año y medio de pandemia, ¿cuál es su balance? ¿Qué ha sido para usted lo peor y, si lo ha habido, lo más positivo?

–En marzo del año pasado irrumpió un virus procedente de China y nos pilló a todos con el pie cambiado. Empezaron los contagios y para la Atención Primaria fue algo absolutamente novedoso, nos vimos obligados a reestructurar todo el sistema. Los 47 profesionales de nuestro centro de Espinardo tuvimos que hacerle frente al toro sin muleta, como en el resto de centros de salud. A base de esfuerzo y sacrificio, y también gracias a los protocolos que fueron facilitando las distintas administraciones públicas, fuimos capeando la cuestión. Llegó un momento en que no sabíamos si era lunes, domingo..., si era por la mañana o por la tarde. Hubo que cerrar áreas de los centros de salud y disminuir la actividad para la que estábamos entrenados en los últimos 40 años. La respuesta profesional ha sido de primer nivel, apenas hemos sufrido bajas laborales. Lo peor fue afrontar una situación inédita y lo mejor ha sido y está siendo la profesionalidad demostrada por los compañeros. Hemos tenido un fuerte agotamiento físico y psicológico.

LAS FRASES

  • EL INICIO DE LA PANDEMIA «Llegó un momento en que no sabíamos si era lunes, domingo... Si era mañana o tarde...»

  • VACUNACIÓN OBLIGATORIA «Poniendo en una balanza beneficios y riesgos, negarse a vacunarse es un acto de insolidaridad»

  • LAS SECUELAS DEL VIRUS «Estamos viendo pacientes con Covid persistente; se trata de una patología nada baladí que dejará crónicos»

  • TELEMEDICINA «Es una ayuda, pero los médicos somos especialistas en ver personas, no en máquinas»

–Si en los hospitales de la Región la presión asistencial ha sido muy dura, sobre todo en la tercera ola, en Atención Primaria la saturación prácticamente no ha cesado desde que el virus irrumpió.

–Solo hay que darse una vuelta por los centros de salud para comprobar que se va al límite. Y en cada momento que ha bajado la incidencia de Covid después de cada ola pandémica entonces automáticamente empezaban a aumentar las consultas presenciales, aparte de las telefónicas y las telemáticas. La carga de trabajo ha sido permanente. Y hemos pasado de los aplausos de ánimo a los sanitarios a las 8 de la tarde de la etapa del confinamiento duro a estar en boca de todo el mundo porque se dice falsamente que los centros de salud están cerrados por la tarde. Eso no es así, el personal sigue trabajando y si me apuran, ahora más que antes, porque hay que ir retomando poco a poco toda la actividad de atención a enfermos crónicos y agudos. Con el añadido de que no pocos de estos pacientes llegan con problemas derivados del tiempo que no han podido ser atendidos como era debido. Temeroso estoy de que empecemos a ver retrasos de diagnósticos tarde o temprano. ¿Qué está pasando con las personas que hay que controlar tras haber sufrido un infarto? ¿Y con los hipertensos? En lo que llevamos de pandemia hemos intentado verlos, llamarlos, pero con la frescura y la agilidad de antes ha sido imposible.

–¿Tiene razón el Colegio de Médicos cuando denuncia que los centros de salud sufren un déficit de facultativos histórico que ahora se ha hecho más patente aún con la Covid?

–Yo siempre he estado en una posición moderada a la hora de las reivindicaciones. Pero sí, efectivamente, hace falta más personal. Hay que ver el planteamiento a medio plazo. De esta vamos a salir, la Covid ha venido para quedarse pero no con estas cifras, seguirá como una enfermedad residual como puede ser la gripe. Pero no cabe duda de que es necesaria una profunda revisión de qué es lo que se quiere de la Atención Primaria. No puede estar subdelegada dentro de un hospital, dentro de una Gerencia de Área única como una triste subdirección. Del presupuesto de una Gerencia, la Atención Primaria solo percibe apenas el 15%. El objetivo hace 20 años era llegar al 25%, así que esta es una de las claves de la mejora. No queremos ser el hermano pobre de la sanidad. Los responsables públicos que deciden deberían sentarse y estructurar a medio plazo cómo debe plantearse la Atención Primaria, la atención sanitaria en definitiva, y de esa forma podremos darle solución.

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–La polémica sobre la vacunación obligatoria o no de los trabajadores de residencias sigue siendo objeto de debate a nivel político y también en la calle. ¿Usted qué posición adopta?

–Es el eterno dilema: el bien individual frente al bien colectivo. Las vacunas, con todas las pegas que se le puedan poner, que yo creo que son muy pocas, están dando un resultado extraordinario. Al menos en la disminución de la mortalidad e incluso de la morbilidad, esto es, de la posibilidad de contagio. La última variante, la delta, es más infecciosa, pero las defensas que proporciona la vacuna son todavía válidas. En el dilema entre libertad y obligatoriedad, los sabios de la bioética dan su opinión, pero creo que la postura más generalizada es que habría que hacer un esfuerzo por parte de las administraciones y, si no obligar, sí intentar convencer de una manera contundente a los sanitarios de que todos deben estar vacunados. Poniendo en una balanza los beneficios de la vacuna y los poquísimos riesgos que tiene, negarse a vacunarse es ahora mismo un acto de insolidaridad.

–¿Y la haría forzosa para toda la población?

–Habría que hacer un pequeño esfuerzo desde Salud Pública, que tiene todos los datos de la vacunación, e ir identificando dónde están las poblaciones no vacunadas, como pueden ser barrios problemáticos, residencias de mayores que repiten brotes de Covid... Ahora toca ir a buscar a quienes deben vacunarse, sin esperar a que vengan. Porque la ansiada inmunización de grupo va a llegar, pero no sabemos realmente el porcentaje de personas protegidas que será necesario para alcanzar este objetivo.

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–¿Considera que los 'vacunódromos' son suficientes en una situación de crisis sanitaria como la actual o piensa que los centros de salud también deberían administrar dosis para acelerar al máximo la campaña?

–El tema de dónde se ponen las vacunas ha sido una decisión política. De toda la vida, las vacunas se han administrado en los centros de salud. A mi juicio, el sitio natural tenían que haber sido los centros de salud. Solo los problemas de conservación del fármaco podrían justificar que la campaña se haya llevado fuera.

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–¿Qué le pareció que el anterior consejero de Salud, Manuel Villegas, y toda la cúpula de su departamento se vacunara contra la Covid saltándose el protocolo oficial cuando la escasez de dosis era manifiesta y a las personas de 80 años aún no se las había empezado a inmunizar?

–Lo primero que tengo que decir es que tanto Manuel Villegas como Asensio López, gerente del SMS entonces, son amigos míos desde hace muchos años. En nuestra empresa estamos acostumbrados a ceses fulminantes, a la inmersión política. Si yo hubiera sido político, quizá hubiera reflexionado dos días más sobre lo que pasó con ellos. Lo único que espero es que la actual dirección, es decir, el nuevo gerente del Servicio Murciano de Salud y el nuevo titular de Salud Pública, sean capaces de mejorar la gestión de sus antecesores. Lo que ocurre es que aquellos lo hicieron muy bien, con el reconocimiento de la comunidad científica, de la Atención Primaria y de los hospitales. Pero no podemos mirar para atrás. Ahora hay gente nueva y hay que apoyarles.

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–¿Están viendo en la consulta a muchos pacientes con Covid persistente o a personas con secuelas atribuibles a la Covid?

–Sí, claro que estamos viendo a gente con Covid persistente. Las estadísticas que ahora se manejan hablan de que un 10% de los pacientes que contrajeron el coronavirus arrastran sintomatología relacionada directamente con la infección. Estamos hablando de un porcentaje alto. Yo no sabría decir un dato exacto de cuántos enfermos estamos viendo así, pero lo que está clarísimo es que nos enfrentamos a una patología nada baladí que dejará crónicos, y tendremos que trabajar conjuntamente con la especializada para acordar cómo debemos abordar este fenómeno.

–¿Y la telemedicina, qué potencialidad le ve?

–Los médicos de familia llevamos reivindicando, y no de boquilla sino con papeles, que la telemedicina son dos cosas: el teléfono y la consulta telemática (vía WhatsApp o correo electrónico). Venimos pidiéndolo desde hace más de 25 años para intentar agilizar las consultas, evitar la saturación y así poder dedicar a los pacientes el tiempo que realmente sea necesario. Está dando fantásticos resultados, pero no se puede resolver toda la medicina con la telemedicina. Al contrario, es una ayuda a la labor asistencial del facultativo, pero los médicos somos especialistas en ver personas, no en máquinas.

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–Es conocida su defensa a ultranza de incorporar la asignatura de Medicina Familiar en el grado universitario de Medicina en la UMU, pero de momento no ha terminado de tener éxito en su reivindicación.

–La Facultad de Medicina debería tener una asignatura de Medicina de Familia como el 80% de las facultades españolas y como por ejemplo nuestra universidad hermana de la UCAM. Es posible que haya algún interés en que todavía no hayamos logrado implantarla en la UMU. Todo el mundo entiende que no se puede mantener el 'no', incluso gente de altísimo nivel como el propio rector Luján y la decana de Medicina, pero cuando llega la hora de la cristalización siempre hay un retroceso. Confío en que en el momento que se remodele el plan de estudios no dejemos pasar la oportunidad. Esta asignatura es fundamental y necesaria: los aspectos de promoción y prevención de la salud se integran en la Medicina de Familia. Pero es que además cada persona accede a los servicios sanitarios de las distintas especialidades y el único médico capaz de integrar todas esas funciones y de interpretar y explicar los tratamientos es el facultativo de cabecera.

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–Usted ha sido el primer médico de familia en ingresar como miembro numerario en la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, sin duda un hito para la Atención Primaria. ¿En qué ha beneficiado este avance al colectivo que representa?

–Cuando yo ingresé en la Academia me encontré con que todos mis maestros de la facultad estaban allí, profesionales de un nivel altísimo. Le estaré siempre agradecido al doctor José Antonio Nuño de la Rosa, que se interesó por la Atención Primaria y descubrió todo lo que se hacía en la medicina familiar y comunitaria. Y gracias a él, con el apoyo del resto de la directiva de la Academia, fui propuesto para formar parte de esta institución bicentenaria. Los facultativos de familia suponen el 50% de la profesión médica y, por tanto, no tenía mucho sentido que no estuvieran representados en la Academia. Pronto publicaremos un libro, auspiciado por la institución, sobre la historia de la Atención Primaria de los últimos 10 años, que recoge datos muy interesantes.

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