Día tras día, María Luisa estuvo lavando la ropa de trabajo con restos de amianto de su marido. Así, durante los 37 años que su cónyuge trabajó en Navantia. Hace 10 años que esta mujer descubrió una cicatriz en un pulmón que ningún especialista supo ... determinar su procedencia. Hasta que surgió la Asociación de Perjudicados y Afectados por Amianto (Apena) –también llamado asbesto. Tras conocer su existencia, su sospecha la llevó a indagar hasta que dio con un neumólogo que certificó su presentimiento. Las casi cuatro décadas que había estado limpiando las prendas de su esposo comenzaron a ser un quebradero de cabeza. Cada año se hace pruebas para comprobar que esa 'marca' acuñada en su órgano no ha generado en un mesotelioma, un cáncer poco frecuente que está vinculado casi en su totalidad a la exposición al amianto.
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Según Apena, al menos 50 mujeres fallecieron por esta causa desde el 2000, de las 400 personas que han muerto desde entonces, y se esperan 1.000 muertes en los próximos años. Sin embargo, la asociación avisa de una segunda oleada «silenciosa» de enfermos. «Todavía quedan toneladas de este mineral en las tuberías de conducción de agua, en el aislamiento de muchas viviendas y en las losetas que se hacían de vinilo de cerámica», alerta su presidente, Ricardo Torregrosa, que a sus 70 años convive con patologías causadas por el amianto tras haber trabajado en el departamento de electricidad y electrónica de Navantia durante 24 años. Los profesionales que están desamiantando zonas –especialmente colegios– están bien protegidos, por lo que no deberían enfermarse. «El problema está en los que se dedican a reformar viviendas y a tirar los escombros de este material; estos trabajadores desconocen la composición cancerígena del asbesto», exhorta Torregrosa.
Sus cifras contrastan con las de la Consejería de Salud, que tiene registrado 193 muertes en la Región de Murcia desde principios de siglo hasta 2017. Así lo recoge un estudio del servicio de Epidemiología de la Comunidad. «Este informe se publica cada 5 o 6 años cuando los datos están consolidados y aportan información válida para monitorizar un problema de salud», asegura la institución sanitaria. «Los efectos en la salud por exposición al amianto son constatables alrededor de 30 años después de la exposición, dado que tiene un extenso periodo de latencia, por lo que es improbable un repunte de la enfermedad», asevera la Consejería.
Torregrosa, en cambio, muestra su exasperación ante la falta de claridad de las autoridades competentes, quienes se niegan a ofrecerle datos de incidencia de 2022. «Las cifras deben ser públicas; no entendemos por qué se ocultan tanto a la opinión pública», explica y afirma con rotundidad: «Por cada muerte por mesotelioma, como mínimo mueren dos personas más por cáncer pulmonar a causa del amianto». Por este motivo, cree que hay muchas más muertes. «El del amianto es un cáncer silencioso, los pacientes sufren muchísimo», apuntala Torregrosa, quien lamenta que los neumólogos y oncólogos no están comunicando a los afectados de que su enfermedad se ha podido producir por inhalación de las sustancias tóxicas que exonera el mineral: «Debería ser una obligación legal y también ética».
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Apena suele conocer unos 5 casos al año, a través del «boca a boca», sobre todo en los velatorios, donde se pregunta por las causas del fallecimiento. En ese momento, se descubre que trabajó en una empresa donde los trabajadores convivieron con el asbesto entre las décadas de los 70 y los 90. Debido a la industria, Cartagena presenta una tasa de incidencia de hasta 7,5 veces superior a la registrada en Murcia. En junio del pasado año, un trabajador de una fábrica de fibrocemento durante 15 años murió por mesotelioma, uno de los cánceres con peor pronóstico: apenas hay un 9% de superviviente a los cinco años de diagnóstico. «Un especialista del Hospital Reina Sofía le preguntó si había trabajado con amianto», cuenta. «La gente que sospecha que puede desarrollar una enfermedad grave está muerta de miedo», zanja Torregrosa.
Los sindicatos consideran que las empresas deben realizar un seguimiento de los lugares donde hubo amianto. «Si no se habla en los puestos de trabajo, difícilmente un trabajador que desarrolle un cáncer de origen laboral, en este caso por el amianto, podrá demostrar que viene de la empresa», indica Encarna del Baño, secretaria de Salud Laboral de UGT, al mismo tiempo que cree que el «Gobierno regional está pasando de puntillas» sobre esta problemática: «Vemos muchos parapetos porque nadie se quiere hacer cargo por la vida latente del amianto».
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De acuerdo a las estadísticas de la Unión Europea, casi 90.000 personas fallecieron en 2022 por esta causa. «La solución pasa por un registro exhaustivo de dónde estuvo y puede estar para que los afectados que mueran por cáncer de pulmón, por ejemplo, realmente sepan que se debe al amianto», abunda la sindicalista.
A principios del pasado año, un juez reconoció a un trabajador que la enfermedad que padece deriva de la exposición al amianto que sufrió de Navantia, gracias a una demanda de CC OO. «La sentencia admite la prevalencia del amianto en un cáncer de garganta», remarca Juan Blázquez, responsable de Salud Laboral de Comisiones Obreras. Las centrales sindicales celebraron la creación del fondo para compensar a las víctimas. Pero, UGT y CC OO están disconformes con el tratamiento fiscal dado a las indemnizaciones respecto a las conseguidas a través de la vía judicial.
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