Fidel tiene 86 años y padece múltiples enfermedades crónicas. «Tiene diabetes y problemas del corazón; le pusieron un marcapasos y toma Sintrom», relata su ... mujer, Elena Ortiz. Su vida se había convertido en un periplo constante por las consultas de distintos especialistas, con ingresos cada dos por tres. Hace cuatro años, durante una de estas estancias en La Arrixaca, la enfermera María Dolores Roldán habló con ellos e incorporó a Fidel a la Unidad de Pacientes Crónicos Complejos, puesta en marcha en 2018. Desde entonces, se sienten mejor atendidos y han reducido sus visitas al hospital.
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María Dolores, la enfermera gestora de casos, les llama periódicamente para comprobar el estado de Fidel y revisar todas sus constantes. Si hay alguna duda o les preocupa algún síntoma, pueden contactar directamente con la Unidad. Allí, la médica internista Raquel Pérez valora al paciente y, si es necesario, realiza una interconsulta al cardiólogo, el neumólogo o el especialista que se requiera. También hay una coordinación estrecha con el centro de salud. De hecho, desde hace unas semanas es la enfermera de Primaria la que les llama a casa.
Este modelo les ahorra a Fidel y a Elena muchos desplazamientos a La Arrixaca desde Alcantarilla, donde residen. Pero, sobre todo, evita ingresos, porque permite prevenir y actuar a tiempo. El análisis de los resultados obtenidos por la Unidad de Pacientes Crónicos Complejos no deja lugar a dudas. Los 132 pacientes captados en 2020 por esta consulta, dependiente de Medicina Interna, habían protagonizado 536 ingresos el año anterior, a razón de una media de 4,2 por paciente. En el ejercicio posterior a su inclusión en la unidad, los ingresos se redujeron a 204 (1,5 por paciente). Además, las estancias, cuando la hospitalización fue inevitable, fueron más cortas: de una media de 29 días a 14,3.
Todo esto supuso un ahorro indudable para el sistema, de 1,1 millones de euros si se tiene en cuenta el coste de la cama hospitalaria por día. Pero lo más importante es el impacto en una mejor salud. «Evitar un ingreso es muy importante en estos pacientes crónicos porque, para ellos, cualquier hospitalización supone que pierden autonomía, movilidad. Sufren delirios, úlceras, síndromes confusionales, pérdida de funcionalidad», subraya Raquel Pérez. Esta unidad atiende a aquellos pacientes que suman cuatro ingresos en menos de un año. La edad media es de 82 años, y muchos padecen insuficiencia cardíaca, además de otras múltiples patologías. Con ellos se despliega toda la estrategia de continuidad asistencial que está en la base de los proyectos piloto que se han ido desarrollando en diferentes comunidades. El papel clave, aquí, es el de María Dolores Roldán, la enfermera gestora de casos. Ahora, la unidad se ha reforzado con otra enfermera.
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Estos pacientes están polimedicados y abordar los problemas que esto genera es una prioridad. «El 40% tiene un mal manejo de la medicación: bien porque no entiende cómo deben seguir los tratamientos o porque distintos especialistas les transmiten informaciones contradictorias y, al final, lo que le viene bien para un órgano viene mal para otro». El resultado, en muchos casos, es el reingreso hospitalario. Así que la unidad trabaja en colaboración con el servicio de Farmacia para revisar las interacciones y evitar duplicidades.
En definitiva, se trata de tratar al paciente «como una persona» y no «de forma fragmentada» en distintas consultas, como si se tratase de una sucesión de patologías no conectadas entre sí.
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