Ahmed está deseando estrenar en la pista de fútbol de su colegio de Santomera la camiseta del Real Murcia que le ha regalado el jefe ... de la Unidad de Cirugía Hepática y Biliar de Alta Complejidad de La Arrixaca, Ricardo Robles. También le faltan días para subirse a la bicicleta. A su padre, Abdelaziz, le da algo de miedo, porque apenas han pasado dos meses desde que Ahmed entró al quirófano para someterse a una complicada intervención de hígado. Afortunadamente, el tumor de gran tamaño que le extirparon resultó ser benigno y Robles anima al niño, que a sus 14 años no para quieto, a hacer vida normal. También pasó a principios del verano por el quirófano Ainhoa, de 11 años, quien ha comenzado el curso en su escuela de Jumilla con la ilusión de hincar codos, porque de mayor quiere ser médico, «como el doctor Robles».
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Ainhoa y Ahmed han protagonizado un nuevo salto de la sanidad regional al convertirse en los primeros niños en someterse a una resección hepática realizada por robot en la Península Ibérica. «No se ha registrado ningún caso de este tipo en España y Portugal, y lo cierto es que tampoco hemos encontrado ninguno en Europa. Solo hemos visto referencias de cirugías robóticas pediátricas similares en China e India», explica Ricardo Robles.
Las claves
La cirugía robótica Desde 2021 se han llevado a cabo unas 200 intervenciones hepáticas en adultos en La Arrixaca con ayuda del robot Da Vinci. En toda la Región se han realizado unas 3.000 intervenciones de cirugía robótica en distintas especialidades y hospitales. Ahora, se utiliza por primera vez esta nueva tecnología en cirugía pediátrica.
La intervención Los cirujanos practican cuatro incisiones de apenas ocho milímetros en el abdomen, por las que introducen los diminutos instrumentos para la extirpación del tumor y una pequeña cámara que permite guiar los pasos del cirujano, quien dirige los brazos del robot desde una consola con ayuda de imágenes 3D. La masa tumoral se extrae por una pequeña abertura bajo el ombligo.
Una unidad pionera La Unidad de Cirugía Hepática y Biliar de Alta Complejidad de La Arrixaca fue la primera en intervenir mediante cirugía robótica a pacientes con tumor de Klatskin (un cáncer que se desarrolla en la bifurcación del conducto biliar, dentro del hígado y que presenta una gran complejidad). El equipo que lidera Ricardo Robles también desarrolló una técnica propia para la regeneración del hígado en pacientes con cáncer avanzado a los que hay que someter a resección hepática.
La Unidad de Cirugía Hepática y Biliar de Alta Complejidad de La Arrixaca comenzó en 2021 a operar a adultos mediante un robot Da Vinci. Es una tecnología que permite intervenir de forma mínimamente invasiva y con enorme precisión. Desde una consola, el cirujano dirige los movimientos de los brazos del robot, que a través de incisiones de apenas ocho milímetros en el abdomen van abriéndose paso hacia la zona en que se encuentra el tumor. Una pequeña cámara introducida junto con el instrumental ofrece una imagen del campo quirúrgico que se complementa con modelos tridimensionales previamente generados a partir de las pruebas de imagen.
La cirugía robótica está revolucionando todo tipo de intervenciones: próstata, hígado, riñón, cirugía ginecológica, etc. En campos como la urología, estos robot ya son utilizados para operar a niños en hospitales como el Vall D'Hebron de Barcelona, el Reina Sofía de Córdoba o el Clínico San Carlos de Madrid. Pero las hepatectomías (resección de parte del hígado) presentan dificultades específicas y son, además, intervenciones poco frecuentes en niños, porque afortunadamente los tumores de hígado son muy poco habituales en la edad pediátrica.
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La unidad que dirige Ricardo Robles en La Arrixaca es una de las más potentes del país en el campo de la cirugía hepática y se ha convertido en referencia en el uso de la tecnología robótica. Ya fueron los primeros en utilizar el Da Vinci para operar en adultos tumores de Klatskin, un cáncer que se desarrolla en la bifurcación del conducto biliar, dentro del hígado, y que presenta una gran complejidad. Los cirujanos de la unidad también pusieron su firma en una técnica novedosa para la regeneración del hígado en aquellos casos en que la extirpación del tumor puede poner en riesgo la función hepática. Así que el equipo estaba preparado cuando el cirujano pediátrico Óscar Girón, con el que colaboran habitualmente, puso encima de la mesa los casos de Ainhoa y Ahmed. En La Arrixaca se han practicado resecciones hepáticas a unos 50 niños desde los años 90, y había llegado el momento de dar un paso más y utilizar por primera vez para estos pacientes pediátricos el robot Da Vinci.
La primera en entrar al quirófano fue Ainhoa, a finales de junio. Meses antes, su madre, María Esther Armijos, la había llevado al médico «porque tenía muchos dolores de cabeza». Le hicieron análisis y, con los resultados, saltaron las alarmas. Tras diversas pruebas, se le detectó un tumor en el hígado de 11 centímetros. Había que intervenir. La operación duró cuatro horas. Robles dirigió los brazos del robot con ayuda de otro cirujano, Víctor López. Todo salió bien y la niña se recuperó mucho antes si se compara con el postoperatorio habitual tras una cirugía abierta. A esto se suma la huella mucho menor de la operación: apenas unas incisiones frente a la cicatriz que habría supuesto la alternativa tradicional.
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El 5 de julio le llegó el turno a Ahmed. Su caso era algo más complicado. El tumor obligaba a la resección del 60% del hígado. Sin embargo, los cálculos a partir de las pruebas previas permitieron determinar que podría mantener la función hepática tras la intervención. No solo fue así, sino que, a día de hoy, «su hígado es más grande que el inicial; ha regenerado de forma espectacular», explica Robles.
En ambas intervenciones tuvieron un papel esencial las anestesistas Celia Miñano y Raquel López, especializadas en intervenciones pediátricas. La cirugía robótica presenta para los anestesistas, encargados de mantener estable al paciente, retos adicionales. Son profesionales que trabajan codo con codo con los cirujanos de la Unidad de Cirugía Hepática de Alta Complejidad: Álvaro Navarro, Roberto Brusadin, Patricia Pastor, Asunción López Conesa, Víctor López y, al frente de todos ellos, Ricardo Robles.
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Ahmed tiene que andar cada día tres kilómetros desde su casa, en un paraje aislado de Santomera, para llegar al colegio. Amante del 'kick boxing', la vida le está enseñando a luchar y no solo contra el tumor que ya le han extirpado en La Arrixaca. Su padre, Bouhifd Abdelaziz, trabaja como jornalero en el campo cuando hay limones u otras frutas y hortalizas que recoger. Ha pasado el verano en el paro, aunque confía en que este mes haya jornal. Pero, además de cuidar de Ahmed, Abdelaziz y su mujer deben ocuparse de otros dos hijos. El mediano, de 8 años, padece una grave discapacidad y requiere de atención constante.
La situación de la familia es precaria. «No tengo carné de conducir, ni coche. Mi mujer no trabaja porque está en casa cuidando de nuestro hijo con minusvalía. Estamos en una vivienda lejos del pueblo y para llegar a La Arrixaca con Ahmed se van un par de horas entre llegar a Santomera, coger un autobús y luego hacer transbordo a otro», relata Abdelaziz, que ha buscado ayuda en los servicios sociales de su localidad. Les han concedido el ingreso mínimo vital, pero lo que él quiere es encontrar algún trabajo que vaya más allá de las campañas temporales en el campo. «La casa en la que vivimos es muy vieja. Cuando llueve, entra el agua», resume su hijo Ahmed. De mayor, quiere ser «militar o mecánico», cuenta.
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También Ainhoa forma parte de una familia trabajadora que llegó a la Región en busca de un futuro mejor. En su caso, de Ecuador. Su madre, María Esther Armijos, trabaja en un almacén de frutas. No puede evitar emocionarse cuando recuerda los momentos de incertidumbre vividos desde que antes del verano le diagnosticaron a su hija el tumor hepático. «Al principio, cuando te hablan de un tumor entras en 'shock', porque te pones en lo peor», confiesa. El miedo se ha convertido ahora en esperanza al ver cómo, con la ayuda de un robot, la vida de su hija vuelve a la normalidad. En el hospital ha nacido además una vocación: Ainhoa quiere ser médico.
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